Votar o no Votar, esa es la cuestión
Es necesario un debate abierto y honesto de todas las organizaciones sociales y las llamadas organizaciones ciudadanas, sobre la viabilidad o no del proceso electoral como un instrumento para impulsar cambios desde la toma del poder político; un debate encaminado a encontrar puntos de convergencia y resolver la crisis sistémica en que nos hallamos empantanados. Una discusión de fondo sobre la importancia de participar en los procesos electorales o de boicotearlos. Un debate cuyo objetivo sea destrabar posiciones que no resuelven los problemas fundamentales.
Buzón Ciudadano*
No votar es también una posición política de gran responsabilidad, por lo que no debe quedarse en un discurso desde las trincheras de ciertos rasgos ideológicos o en acciones individuales estériles. Es necesario convocar a un debate maduro, sin enojos y sin abandonar la cancha del diálogo; dar prioridad a los argumentos que aporten mayor claridad para definir las acciones colectivas. El país necesita una verdadera transformación social, política y económica, pero desarticulados no lo vamos a lograr, se requiere el apoyo político de la sociedad. Retomar el sentido común, es decir, lo que sea mejor para el bien común, debe ser lo que finalmente prevalezca.
Por el momento, resaltan los siguientes argumentos de quienes están a favor del voto nulo: el sistema político está agotado; las elecciones son una farsa; votar es votar por el crimen organizado; todos los políticos son iguales; para qué sirve votar si de todos modos ellos ponen a los que quieren; ya estamos cansados o hartos de tanta corrupción e impunidad; el sistema electoral está hecho para que la mafia no deje llegar a ningún otro; la partidocracia es el mal de todos los males.
Si el proceso electoral es una de las pocas vías pacíficas para lograr las transformaciones políticas, sociales y económicas del país a largo plazo, entonces esta debe someterse a una discusión, no para aferrarnos a una sola razón, sino para orientar una posición colectiva. No debemos extraviarnos del por qué se hace una acción. Si el propósito es transformar el sistema político, económico, social, o todo junto, o solo modificar el mapa político, entonces tenemos que implementar las acciones en esa dirección. Para quienes promueven el boicot al proceso electoral, a botepronto surgen algunas interrogantes obligadas a los siguientes escenarios:
Escenario uno: El gran boicot
No participamos en las elecciones: pensemos que el 95 % del electorado no sufragara, basta con que el 5% vote para que las elecciones sean válidas. Suponer que el 95% del padrón nominal no acuda a votar o invalida su voto, es un número bastante utópico, pero de ser así, estaríamos coincidiendo en que una minoría ínfima de mexicanos decidirían el rumbo político de México.
- La clase política no asume su cargo por la vergüenza de llegar a sus puestos de manera ilegítima en caso de que sea mucho menor el porcentaje de votantes. Cierto, ningún partido ni sujeto político puede contar con la legitimidad social, política ni moral, si llegan a los cargos públicos con tanto abstencionismo pero, ¿acaso al poder político en México le interesa la legitimidad? ¿Calderón renunció a la presidencia al saberse que llegaba de manera ilegítima?
Siguiente escenario: ¿Quién gobernaría?
- Se logró que los candidatos renunciaran a sus cargos. ¿Y los que ya están en funciones se irían a sus casas y derrotados moralmente le dejarían el puesto al pueblo o se defenderían utilizando a la fuerza pública, ejército y demás aparato represivo para no ser echados del poder? ¿Cuál sería el siguiente paso? ¿Quién ejercería el presupuesto? ¿Cómo se obtendrían los recursos? ¿Cuánto tiempo duraría la resistencia y la rebelión?
Esto tomando en cuenta los datos históricos que arrojaron las elecciones del 2009, cuando solo votó el 44 % y el PRI se posicionó para lanzar a Enrique Peña Nieto y obtener la presidencia de la república en el 2012, dejando en el poder a uno de los personajes más ineptos y genocida de los últimos sexenios.
Los partidos políticos con gubernaturas, diputaciones, senadurías y presidencias municipales cuentan con un voto duro, un voto burocratizado y corporativizado. Votantes no libres. Entonces, el propósito de modificar el mapa político, apostándole al abstencionismo o al boicot, sería prácticamente nulo. Quedarían gobernando y con poder para tomar decisiones los mismos partidos y la misma gente indeseable.
Si el boicot a las elecciones estuviera vinculado con otras acciones de mayor fuerza, es decir, con un plan de acción seguido por un número muy poderoso de ciudadanos dispuestos a una lucha contundente y organizada, dispuestos a derrotar al sistema, entonces ya estaríamos hablando de un proceso de otra índole, cuyas consecuencias y resultados estaría invadido más por el imaginario colectivo que por el análisis de un escenario real. Si las acciones del boicot no están encadenadas a una estrategia clara, este quedaría nada más en una acción anecdótica, como ha sucedido en otras elecciones, de las cuales el PRI y el PAN salen cada vez con más poder y mantienen su dominio político.
Llamar a no votar significa que se han cerrado todas las posibilidades de transformar al país por la vía electoral. Por ejemplo, que no existieran partidos que representen al pueblo, que no contamos con ningún candidato digno de ser reconocido. No existen las condiciones: un golpe de estado, suspensión de las garantías individuales, políticas y sociales.
El proceso electoral es un instrumento más para avanzar hacia una democracia con fundamentos sociales y culturales. Si vemos el sistema electoral como un instrumento para hacer válido el artículo 39 de la constitución política mexicana, en el que se expresa el mandato popular, pues hay que rescatarlo, y si no, si el asunto es de raíz, hay que plantearnos una manera distinta de lo que debe ser el Estado Mexicano, la cual se resolvería con una correlación de fuerzas contundente. Entonces el camino será más largo de lo que nos imaginamos. Pero esto tendrá que surgir de un acuerdo de 120 millones de mexicanos.
Tercer escenario: Rebelión de votos
¿Está cerrada la vía electoral? Unos sostienen tajantemente que sí, otros que No del todo. Muy a pesar del trago amargo que las instituciones del sistema electoral, encargadas de velar por la salud de la Democracia en nuestro país, nos han hecho padecer históricamente fraudes electorales y trampas burocráticas, leyes secundarias de carácter administrativo para someter en una camisa de fuerza la voluntad popular, sin embargo, aún sigue siendo un instrumento más de lucha. Cierto, no es el único, pero tampoco hay que abandonarlo. Las críticas al procedimiento institucional encargadas del árbitro electoral son contundentes: no es del todo confiable, no nos garantiza veracidad, transparencia, equidad… Sin embargo, es un frente de lucha por donde se busca subsanar una demanda vieja: la democracia. No olvidemos que democracias significa el poder del pueblo.
Por supuesto que debemos construir un poder social organizado, pero es un instrumento que los ciudadanos podemos rescatar de la clase política que ha secuestrado y deteriorado la vida pública del país. El poder del pueblo es y será siempre nuestro objetivo, y tenemos que luchar por hacerlo real. Nuestro compromiso histórico es construir una sociedad justa, igualitaria, equitativa.
Así como podríamos llamar a una rebelión por el no voto, también cabría una rebelión por el sí voto; recordemos que esto se resuelve con una correlación de fuerzas que nos sea favorable. El poder ya sabe cómo reaccionamos y espera el boicot a las elecciones, pues este se plantea cada vez que hay elecciones, entonces cabe preguntar por qué no les rompemos el esquema y convocamos a una rebelión de votos.
La ingeniería política del abstencionismo logra mayor eficacia en las elecciones llamadas intermedias, pues es partir de aquí en que los partidos consolidan sus feudos para apuntalar la elección a la presidencia de la República. Es en este tiempo en que ya se sabe que un presidente nos mintió en campaña, por lo que la decepción se manifiesta en el hartazgo. Los medios masivos de comunicación, que han funcionado más como comparsas del sistema político, coadyuvan a construir las matrices de opinión, provocando un gran desánimo. Activan episodios inesperados que someten a la ciudadanía en un shock y rechazo a los partidos políticos.
Si apostamos por el sí voto, es muy importante que la gente salga a votar de manera copiosa. Una rebelión electoral que vaya encaminada a sufragar por un cambio verdadero. Sin embargo no es suficiente la vía electoral, pues no es ahí donde se gana una elección, sino con presión social. La organización y la movilización ciudadana, con sentido de la conciencia social, debe darse de manera permanente. No es muy difícil adivinar que el resultado del pacto PRI-PAN-PRD, estriba precisamente en que no se modifique el mapa electoral. Ejemplo: donde actualmente gobierna el PAN, que siga gobernando; el PRD, que siga ejerciendo su poder; el PRI, que siga dominando. Estos partidos lo pueden lograr solamente con el voto corporativizado, cuyo propósito es que no cambie en nada el régimen.
Por qué debemos apostarle al sí voto, porque existe un partido que está en proceso de construcción y que con todo y sus errores, vale la pena considerarlo como un instrumento ciudadano para impulsar las transformaciones sociales que el país necesita. Morena es un partido construido por hombres y mujeres libres, un partido recién nacido y que a pesar de sus problemas y conflictos de sus propias contradicciones, la mayoría de sus bases y gran parte de la dirigencia son gente crítica, honesta y comprometida con sacar adelante al país de manera desinteresada.
La táctica de los políticos que se han enriquecido del erario público, que han hecho de la corrupción un modus operandi, cuando se ven en peligro de perder la ubre, de inmediato vulgarizan la política y mandan al lodazal a todos los demás para continuar ellos en el poder. Otra de sus tácticas, es la de despolitizar la política, de no Votes por un político, vota por un ciudadano.
Los dueños de este país no quieren un partido que luche realmente para combatir la corrupción, por la soberanía de nuestro país, por una economía que beneficie a la mayoría, por rescatar el campo, por un estado de bienestar… Para la mafia en el poder, Morena representa un peligro para sus intereses. Pero gracias al abstencionismo, la maquinaria del voto corporativizado entra en acción. He aquí cómo esa maquinaria puede controlar el nivel de abstencionismo, de tal suerte que Morena sólo pueda obtener algunas diputaciones, algunas contadas alcaldías, algunas contadas delegaciones, pero nada importante; esto les da margen para mantener a Morena fuera del rango de un peligro verdadero. A los partidos que mantienen gubernaturas o municipios en poder (PRI, PAN, PRD…), les hace mucho daño el voto libre, ellos te agradecerán mucho que no votes, que hagas tu campaña de no al voto.