Una cultura chatarra
Hace un año me invitaron a hablar sobre la masacre del 2 de octubre de 1968. Como la celebración del “2 de octubre no se olvida” ya es un evento oficialmente sancionado, el auditorio se llenó de funcionarios y estudiantes universitarios obligados a oír a los ponentes durante casi dos horas.
Joaquín Bohigas Bosch*
Preguntaron si creíamos que México está mejor que entonces. Algunos dijeron que sí, argumentando que la prensa goza de libertad, hay elecciones abiertas y podemos manifestarnos sin que nos repriman. No les pasó por la cabeza que unos días antes las fuerzas del “orden” habían ¡desollado! a una persona, asesinado a otras 8 y secuestrado a 43 estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa, mientras los militares nomás miraban.
Dije que lo que sucede en México no invita a creer que es un país mejor que en 1968 y expresé mi deseo de que los secuestrados aparecieran y que nadie tuviera que llegar a gritar ¡Ayotzinapa no se olvida! No hubo tiempo para argumentar que la libertad de prensa está muy restringida y que éste engendro electoral es un obstáculo para la democracia.
El periodismo vendido y tendencioso no es una lacra que esté desapareciendo, ni los oligarcas y funcionarios han dejado de corromper, vejar, intimidar y censurar a los periodistas. Carmen Aristegui fue obligada a cerrar sus noticieros por criticar y exponer los turbios secretos de dos presidentes. En este feroz siglo han sido asesinados 120 reporteros en nuestro país. Por estos y otros motivos, México es uno de los diez países en los que es más peligroso ejercer este oficio y una de las 30 o 40 naciones que menos respetan la libertad de prensa. Estamos muy lejos de conquistar este derecho.
Hay menos control sobre el voto individual y el fraude electoral ha disminuido apreciablemente. Pero aseo electoral no es sinónimo de democracia. Todos los partidos y la mayor parte de los políticos abusan del erario público y casi siempre representan y defienden intereses propios y de particulares. Porque hay una enorme distancia entre el ritual electoral y el ejercicio real de la democracia, seguimos siendo un país excepcionalmente corrupto. No es casual que 70% de la población no confía en partidos y funcionarios, y cree que las elecciones son un instrumento para malograr la democracia.
Por otro lado, hay avances económicos y sociales que indican que México (como otros países) es mejor ahora que en 1968. Dos ejemplos. Entre 1990 y 2014, la mortalidad infantil disminuyó más de tres veces y México pasó del lugar 95 al 73. En ese periodo, se triplicó el ingreso por habitante y la disparidad con Estados Unidos se redujo en 24%. Pero estas cifras esconden enormes diferencias. La mortalidad infantil en San Pedro Garza es como la de Noruega, pero 25 veces mayor que en Batopilas, que iguala la de Pakistán.

Familiares y amigos, así como estudiantes, cuando acudieron a Basílica de Guadalupe donde se ofició una misa por los 43 estudiantes desaparecidos de la normal rural de Ayotzinapa (Foto: Iván Stephens / Cuartoscuro)
En términos reales, el salario mínimo disminuyó varias veces desde 1976, lo que significa que el producto nacional se distribuye mucho más inequitativamente. Somos uno de los diez países con peor distribución del ingreso. Treinta familias acumulan 169 mil millones de dólares. Ninguna ha sido producto de innovaciones tecnológicas. En el otro extremo, 55 millones de mexicanos son pobres y uno de cada diez no puede alimentarse. Otros 40 millones apenas sobreviven o viven al día.
¿Mejor que en 1968? Mucho mejor si puedes cuidar tu salud, vivir en un lugar tranquilo y con buenos servicios, tener autos en la cochera, la mesa bien servida y la copa de vino llena, salir a divertirte, comer fuera y vacacionar.
Mejor aún si no te afecta ni preocupa realmente la libertad de prensa, las elecciones y la política, si la violencia y la pobreza te perturban pero no te conmueven, si no quieres y no te parece prudente expresar tu desacuerdo y, por lo mismo, te molesta y te sientes encuerado cuando te topas con una manifestación de protesta (¡ya chole!, ¿no?).
Para los otros 60, 70, 80 millones de mexicanos, lo mejor que se puede decir es que México no es mucho peor que en 1968, a no ser porque ya casi se quedaron sin esperanza. ¿Qué alternativas tienen? Las de siempre: religión (resignación), emigración o rebelión.
Ayotzinapa sigue y seguirá sin poder olvidarse, como las más de doscientas mil personas torturadas, asesinadas, enterradas, disueltas y quemadas por bandas criminales, policíacas y militares, las 700 mujeres ultrajadas en Ciudad Juárez, las masacres en Aguas Blancas, Acteal, El Sauzal, Villas de Salvarcar, dos veces San Fernando, Casino Royale, dos veces Boca del Río, Apodaca, Teleolapan, Cadereyta, Heaven, Tlatlaya, Ayotzinapa, Apatzingán.
Porque Ayotzinapa no se nos olvida, unos cuantos salimos a manifestar nuestra indeclinable indignación y respeto por las familias de los desaparecidos. Y por respeto a nosotros mismos, porque todo seguirá igual mientras no seamos millones. México fue inventado hace dos siglos. Así como somos y vamos, no vale la pena que dure mucho tiempo más.