Un país desinformado

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En vísperas del Cuarto Informe de Gobierno el panorama es desalentador para nuestro proceso de cambio político, porque a la imagen de un país dividido, se agrega ahora la imagen de un país desinformado.

Isidro H. Cisneros/ A los 4 Vientos

El Informe Presidencial debe considerarse como la comparecencia del Presidente de la República ante la Nación.

El artículo 69 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece que “en la apertura de Sesiones Ordinarias del Primer Periodo de cada año de ejercicio del Congreso, el Presidente de la República presentará un informe por escrito, en el que manifieste el estado general que guarda la administración pública del país”. El nuevo formato adoptado por los consejeros del Presidente está muy lejos de lo que el país requiere. Todo esto, a pesar de la imperiosa necesidad que tiene el gobierno de socializar las acciones llevadas a cabo en distintas materias que realmente interesan al ciudadano en su vida cotidiana, como pobreza, salud, educación o seguridad pública.

Durante décadas el Informe Presidencial representó los viejos ritos, mitos y símbolos del poder, brindando la apariencia de una rendición de cuentas unilateral y segmentada, pero que aún así representaba un momento de reflexión sobre lo alcanzado a nivel nacional. Entró en desuso por la exaltación que se hacía del primer ciudadano y porque el “Día del Presidente”, terminó transformándose en una actuación de culto a la personalidad. Entonces como ahora, el Congreso de la Unión ha abdicado a una de sus tareas fundamentales en todo orden democrático, que es el análisis a fondo, documentado y serio sobre los grandes pendientes del país”.

Con la alternancia en el poder, el Informe a la Nación se trasformó en mercadotecnia y publicidad. Incluso, la posterior glosa de lo informado por parte de los secretarios de estado, también perdió valor en virtud del intenso cabildeo orientado a evitar incómodas interpelaciones. Para equilibrar las cosas, se crearon nuevas “instituciones autónomas” que deberían garantizar el derecho a la información y la rendición de cuentas, pero rápidamente fueron condicionadas y subordinadas a los intereses de los legisladores. Lejos del ciudadano, hoy estas instituciones —a todos los niveles— representan enormes elefantes blancos que erráticamente justifican su existencia. Por su parte, el ciudadano debe litigar todos los días para hacer efectivo su derecho humano a la información.

elefante blanco

Paradójicamente, los medios masivos de comunicación contribuyen a la creciente desinformación. El control político que se ejerce sobre ellos impide un análisis a fondo de la situación del país. Y ahora, buscando “adecuarse a los nuevos tiempos”, dejan al ciudadano la onerosa tarea de informarse de manera oportuna. Como afirma el lingüista y filósofo Noam Chomsky, cuando la información es irregular y limitada, estimula la pasividad y el fatalismo.

La información es vital en una democracia en términos de transparencia, equilibrios de poder, ejercicio responsable del gobierno, participación ciudadana y sostenimiento de la legitimidad.

Ciudadanos desinformados son presa fácil de la demagogia y del populismo. Debe existir información continua y accesible para todas las personas y rendición inmediata de cuentas. La información representa un formidable instrumento ciudadano para evaluar a  los gobiernos.

ISIDRO H CISNEROS*Isidro H. Cisneros. Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Florencia, Italia. Ex Presidente del Instituto Electoral del Distrito Federal  (isidroh.cisneros@gmail.com    Twitter: @isidrohcisneros) agitadoresdeideas.blogspot.mx

 


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