Traerá explotación de mina desarrollo y contaminación a Samalayuca, Chihuahua.

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Este mes de mayo la empresa Samalayuca Cobre S.A. de C.V. colocará la infraestructura que le permita iniciar con el proceso de explotación del mineral en los próximos meses.

Luis Carlos Ortega/ Norte Digital

La empresa méxico-canadiense pretende invertir 100 millones de dólares para explotar el tajo conocido como La Gloria, que comprende 131 hectáreas con yacimientos de cobre, oro y plata.

Integrantes del Consejo Asesor del Área Natural de Protección de Flora y Fauna de Samalayuca hacen patente su preocupación por los efectos ambientales negativos que esta actividad invariablemente generará en la zona.

La actividad tiene divididas las opiniones de los habitantes de los distintos ejidos de la zona, pues mientras unos piensan en la explotación minera como detonante de la economía local, otros temen los efectos que a futuro el ecosistema de la zona pueda sufrir, especialmente en el caso de los mantos acuíferos y el equilibrio dinámico de los médanos.

Según Javier Meléndez, ex presidente seccional de Samalayuca se trata de una inversión que representará la generación de 200 empleos directos y mil indirectos en una zona que en ciertas épocas del año alcanza un desempleo de hasta 63 por ciento.

Lourdes Romo, investigadora del Colegio de la Frontera Norte, considera como preocupante el hecho de que esta actividad requiere grandes cantidades de agua, tanta como 60 mil litros por tonelada de metal producido, en una zona netamente desértica con yacimientos perecederos de vital líquido.

mina samalayuca

Esta concesión fue cedida a su vez a la empresa Samaluya Cobre, S.A. de C.V., conformada con un 33 por ciento de inversión perteneciente a la canadiense VVC Exploration Corporation (que apenas en noviembre de 2013 compró sus acciones a la empresa ex propietaria, Camex), y 66 por ciento combinada entre inversionistas de San Luis Potosí y Chihuahua, a través de la empresa Firex.

Temen efectos negativos por mina en Samalayuca

La empresa Samalayuca Cobre, S. A. de C. V., que busca explotar los yacimientos de cobre en la sierra cercana a Los Médanos, anunció para este mes de mayo el arranque de los trabajos de preparación y de construcción de infraestructura previa a su apertura, prevista para finales del presente año.

Javier Meléndez, ex presidente seccional de Samalayuca y habitante de dicho ejido, anunció lo anterior para señalar que los trabajos iniciales para la construcción de la infraestructura necesaria tendrán una duración calculada en siete meses, hecho lo cual se procederá a comenzar el proceso de extracción del material y su procesamiento “in situ” para finales del presente año o principios de 2015.

Al respecto, integrantes del Consejo Asesor del Área Natural de Protección de Flora y Fauna de Samalayuca hacen patente su preocupación por los efectos ambientales negativos que esta actividad generará en la zona.

La inversión méxico-canadiense por 100 millones de dólares que se pretende realizar en el lugar para los primeros 15 años, busca explotar el contenido del tajo conocido como La Gloria, de 131 hectáreas, con yacimientos de cobre, oro y plata ya explotados hace cuatro décadas, para luego extender operaciones hasta un lapso de 45 años si la veta resulta productiva.

Esto tiene divididas las opiniones de los habitantes de los distintos ejidos de la zona, pues mientras que por un lado se piensa en la explotación minera como detonante de la economía local, por el otro se temen los efectos que a futuro el ecosistema de la zona pueda sufrir, especialmente en el caso de los mantos acuíferos y el equilibrio dinámico de los médanos.

En el caso del ejido Ojo de la Casa, hay total acuerdo de los 53 ejidatarios propietarios de la superficie de suelo donde se asienta la mina, que recibirán un pago por renta de los mismos, lo que requirió la elaboración de contratos para que la empresa ocupe la parte de superficie y realice el uso de los caminos.

Según Meléndez, se trata de una inversión que representará la generación de 200 empleos directos y mil indirectos en una zona que en ciertas épocas del año alcanza un desempleo de hasta 63 por ciento.

Lo contrario sucede en ejidos que no se verán directamente beneficiados con el asentamiento de la mina y que, al depender casi totalmente de las actividades forestales y agropecuarias propias de la región, los pobladores temen que este medio de vida se vea perjudicado por efecto de la explotación de este metal.

Lourdes Romo, investigadora del Colegio de la Frontera Norte, considera preocupante el hecho de que esta actividad requiere grandes cantidades de agua, tanta como 60 mil litros por tonelada de metal producido, en una zona netamente desértica con yacimientos perecederos del líquido.

Esto, además de que los procesos de extracción, lixiviación y fundición del metal pueden presentar alto riesgo de contaminación de suelo y de los mantos freáticos por efecto de la filtración y generación extendida de desechos tóxicos.

Ello debido a que en el caso de la minería a cielo abierto –como se pretende hacer en Samalayuca– la explotación de los yacimientos representa entre 8 y 10 veces más emisión de contaminantes que en la minería subterránea.

Para Romo, los escombros resultantes del proceso de extracción por explosión suelen contener metales pesados como arsénico, antimonio o plomo, que contaminan el medio ambiente, afectan la dinámica natural de la flora y la fauna existentes, y presentan diversos riesgos para la salud humana.

“No podemos cerrar los ojos y decir que no va a tener efectos, claro que sí los habrá, es una actividad extractiva que invariablemente va a tener efectos ambientales, aunque sea muy cuidada, del modo que usted juzgue y mande tiene impactos ambientales, no sólo en el suelo, sino también en el aire y en el agua”, indicó.

En este sentido Meléndez aseguró que en lo concerniente al arsénico se tuvo un acuerdo para que este elemento utilizado en el proceso de lixiviación, sea sustituido por el uso de ácido sulfúrico en una concentración de 3 por ciento con agua, lo que resulta menos perjudicial para el ambiente.

“Es cierto que cualquier empresa minera puede causar algún tipo de daño ambiental en el sitio en que se encuentre, pero si lo vemos desde el punto de vista social tenemos que considerar que el establecimiento de esta empresa de alguna manera viene a resolver un problema de desempleo y de la falta de una serie de benefactores para la región”, afirmó.

Para Romo, pese a la exigencia de medidas de disposición de desecho y remediación de suelo, los resultados de los estudios de impacto desarrollados por instituciones como la UACJ y el grupo de académicos que integran el Consejo Asesor del Área Natural de Protección de Flora y Fauna de Samalayuca, hacen temer efectos ambientales severos en la región, que incluso pueden afectar a parte de la población de Ciudad Juárez.

La afectación puede llegar al grado de modificar la dinámica de movilidad de los médanos, un aspecto que supuestamente no se verá tocado porque el área de explotación se encuentran circunscrita a un perímetro de 131 hectáreas.

Según Romo, el problema estriba en que la concesión original otorga posibilidades de explotación minera en una superficie de hasta mil 600 hectáreas, una parte de las cuales corresponde a la zona “colchón” de la dinámica de los médanos, y otra a la zona donde se ubican los petroglifos, lo que hace temer que con el tiempo y conforme la mina “vaya dando de sí” motive al concesionario a forzar las condiciones de operación hasta los límites que abarca la concesión.

La investigadora se manifiesta desconfiada hacia las afirmaciones que van en el sentido de que la utilización de tecnología de punta garantiza que las afectaciones ambientales serán mínimas, no obstante que la empresa Samalayuca Cobre ha signado acuerdos para sustituir el arsénico por una mínima concentración de ácido sulfúrico en el proceso de separación de los metales.

Asimismo, duda junto con el resto de los integrantes del Consejo Asesor del Área Natural de Protección de Flora y Fauna de Samalayuca, de la factibilidad del uso de una membrana para evitar las filtraciones de agua utilizada en el proceso de lixiviación o extracción sólido-líquido del cobre hacia el acuífero.

Lo mismo sucede con la garantía que pueda representar el construir una planta tratadora de nivel primario en el lugar, de modo que el agua usada en el proceso se pueda reciclar, así como de que la empresa lleve a cabo las acciones de remediación integral de suelo que se ha comprometido a realizar al finalizar la explotación de cada “tajo” de material, antes de iniciar con el siguiente.

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Basa su desconfianza en que “en nuestro país se carece de una cultura de continuidad”, lo que puede propiciar con el tiempo una relajación de las medidas de vigilancia y supervisión que, con el cambio de administraciones, vayan dejando de lado el aspecto de la vigilancia, permitiendo con ello la explotación ya sin el seguimiento de las normas ambientales más básicas.

“Después de la supervisión inicial ya no hay seguimiento, ni la certeza de si cumplieron o no, de modo que cuando termine la obra y cuando termine la explotación no habrá garantía de que hayan cumplido con lo que se comprometieron a respetar”, dijo.

Romo consideró que por mínimos que sean los efectos ambientales el hecho es que en los 45 años de explotación minera que se contempla realizar en esa región, habrá modificaciones importantes en el ecosistema en un corto y mediano plazo.

Aseguró que los efectos incluso pueden llegar a ser devastadores si la empresa no cumple al final con los compromisos para el cuidado ambiental signados ante la Semarnat, la Conanp y el Consejo Asesor del Área Natural de Protección de Flora y Fauna de Samalayuca.

Indicó que, de ser así, los desechos y los residuos resultantes podrían generar irreversibles daños a la tierra, el aire, la flora y la fauna, y la posible contaminación de los mantos freáticos correspondientes al acuífero Conejos-Médanos, afectando a una parte de la población de Ciudad Juárez y los desarrollos de San Jerónimo.

Lo anterior, además de una muy preocupante posibilidad de afectación a la cadena de montañas de la Sierra de Samalayuca, con riesgo de romper “irremediablemente” el equilibrio dinámico de los médanos.


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