Tijuana: La falta de respeto al maratonista
Por más enojado que esté con los organizadores, no se puede hablar mal de un evento tan importante como el Maratón Internacional de la Ciudad de Tijuana sólo por ellos, ya que gran parte del equipo y la gente que estuvo con nosotros dándonos ánimos con gritos y pancartas no se merecen eso.
Néstor Cruz Tijerina / Reportaje / A los Cuatro Vientos
Aun así, es importante señalar que pasaron cosas muy malas para los que corrimos los 42.195 metros, no así los 21.097. El medio maratón fue de lujo, todo muy bien. Los abastecimientos, la seguridad en la ruta, en fin, todo perfecto.
¿Pero se imaginan, de repente, quedarse sin agua en una competencia tan desgastante como esta, con las actuales condiciones climáticas, desde el kilómetro 36?
Eso nos pasó, literalmente, a los que no somos maratonistas kenianos, o expertos, pero que fuimos con entusiasmo a correr a su ciudad.
Cuando pasé por el kilómetro 36, cronometrando un tiempo aproximado de 3 horas con 30 minutos -el límite para terminar era de 6 horas-, mi sorpresa fue que ya estaban levantando la carpa del punto de hidratación. Y obviamente no había agua.
En diciembre del año pasado corrí mi primer maratón en Mexicali, y si no recuerdo mal después del 35 cada kilómetro había un abastecimiento donde no sólo te ofrecían agua, sino fruta, miel, dulces y algunos electrolitos.
Porque pues, el que ha vivido la experiencia, sabe que el líquido es indispensable para llegar a la meta, aunque sea para echártelo encima y refrescarte un poco, ya que el esfuerzo es sobrehumano. Si no lo fuera, cualquiera lo haría.
Lo que en realidad me molestó fue ver cómo, entre el 35 y el kilómetro 42, decenas de compañeros corredores empezaron a caer como moscos fumigados, agotados por el sol y el cansancio, y mucho, estoy convencido, fue porque no tuvieron una gota de agua que los motivara para terminar.
Ojo: no me quejo del clima, ni de la ruta. Cada quien, cuando se inscribe, sabe a lo que va. Y si no se prepara bien obviamente es su culpa sufrir tanto.
Pero cuando te invitan a un evento y en el mapa te dicen que contarás con agua cada tres kilómetros, entonces decides o no llevarte ánforas de agua, camelback, o no sé qué. Pero nunca en mi sano juicio me hubiera lanzado como lo hicimos tantos que nos confiamos de la mala broma que nos jugaron los organizadores.
Otra: en la llegada no hubo nadie que nos “cachara”, o recibiera, para ser más formales. Producto de esto, docenas de participantes cayeron vencidos en la meta sin recibir atención, hasta que pasaron algunos segundos, ya en el suelo.
Otra vez pongo como referencia el maratón de Mexicali, donde un equipo de gente estaba lista incluso varios metros antes de llegar, y los que lo necesitaban se apoyaban en ellos para no sufrir golpes por caídas o desvanecimientos.
Puede sonar muy exagerado para el lector que nunca ha recorrido una distancia larga, pero estos detalles de atención al corredor son importantísimos para evitar accidentes. Sin ir más lejos, algunos conocidos fuertes de Ensenada se cayeron en el medio maratón. El calor fue muy serio.
Al final, en mi caso pude cruzar la meta gracias a mis mantras y a las motivaciones extrañas que nos hacen, a cada quien, terminar un maratón, luego de que a todos en el kilómetro 30, científicamente, se nos acaban las reservas de energía de las piernas y llegamos con pura mente y corazón.
Recibí la medalla y tuve que caminar unos 150 metros para llegar a la hidratación y la zona de camisetas.
Dirán: “Corriste más de 42 kilómetros, ¿qué son unos cuantos metros más?” Pues mucho, porque ya te detuviste y mover las piernas sin el apoyo de nadie un poquito más, de verdad es feo. Volvemos al tema de la falta de atención y respeto.
Como sea, todos, o la mayoría, llegamos por nuestro pie al punto final. ¿Y qué sucede? “Señor maratonista, sólo quedan camisetas chicas y extra chicas, ¿cuál quiere?”
Se acabaron todas las medianas y grandes con los mediomaratonistas. No tuvieron la cortesía de separar algunas para los que corrimos la distancia que le dio nombre al evento. Al final, lo puedo tomar con sorna y dársela a mi hija pequeña, pero ¿cuál es el mensaje?
Y hablando de detalles que quizá a nadie más le importan, los organizadores tampoco tuvieron la atención de hacer diferentes las medallas de los maratonistas y medio maratonistas.
Y con esto no quiero decir que unos somos mejores que otros, no quiero que nadie lo malinterprete. Estoy hablando de detalles finos que no costaban un peso, pero que seguramente serían muy valorados por todos los que ahí estuvimos.
Ah, otro tema más: durante el medio maratón la vigilancia policiaca en el asunto del tránsito fue excelente. Pero para los maratonistas sobre todo al final, yendo por el boulevard Benítez, muchos nos topamos con que no había policías en algunos cruceros. O en otros había, pero estaban platicando y los vehículos se metían en la ruta.
Personalmente esquivé algunos carros por ahí del kilómetro 39. Y he de decir que en esos momentos en que parecía zombie bajo el quemante sol del verano a las 11 de la mañana, sin agua y una sensación térmica realmente dura, fue una pesadilla.
Como sea, llegar a la meta a pesar de todas estas aventuras que les cuento sólo volvió más épica la llegada; pero si me preguntan, no volveré a correr un maratón en Tijuana hasta que sepa que todos estos enormes detalles han sido solucionados, por lo menos en tres ediciones consecutivas.
Ya me lo habían advertido compañeros corredores que estuvieron en previos eventos: “No te inscribas en el maratón”. Todo lo que les acabo de narrar es recurrente. Tal cual me lo advirtieron, pasó.
Pero yo no quiero que la mala organización del maratón de Tijuana sea sólo un “vox populi”. Quiero que lean esto los organizadores y que lo corrijan ya, para el siguiente evento. O que de plano le pongan “Medio Maratón Internacional de Tijuana. Ah, y maratón para el loco que se aviente”.
Porque así como lo han hecho hasta hoy, es una falta de respeto gravísima para los que nos ponemos ese tipo de retos.
Por ahí me dijeron “es gratis”, “dan camisetas, qué más se les puede pedir”. Y no, Con ustedes va la imagen de su ciudad, su gobierno, Y con cosas como las que pasaron este domingo 26 de julio, muchos maratonistas amateurs nos llevamos una pésima imagen de ustedes los organizadores, no de su gente amable que nos apoyó.
Porque hasta eso, algunos ciclistas nos ofrecieron de su agua del kilómetro 35 en adelante; supongo porque se dieron cuenta de la situación y del estado en que íbamos.
Maratón es el Everest del atletismo. Los que lo culminan por su propio pie antes del tiempo establecido, merecen algo mejor.
Soy periodista y lo denuncio como tal, pero con el agregado de que lo viví en carne propia, nadie me lo contó, ni me exageró con su testimonio.
Como lo escribí en una columna anterior por este mismo medio, correr maratón es una experiencia que todos los seres humanos deberían tener por lo menos una vez en la vida.
El corazón literalmente crece, como músculo, por el esfuerzo. Pero el corazón metafórico también crece, y el concepto de alma, y los objetivos también, porque siempre uno quiere mejorar sus marcas personales y, por qué no, en el futuro, hacer travesías más largas que nos hagan sentir, sobre todo, vivos.
Porque la vida se nos va y no sabemos en qué momento ya no podremos dar un paso. Porque después de correr un maratón parecen menos las cosas imposibles y, pequeños, los obstáculos que nos encontramos en la vida cotidiana.
Por todo esto, señores funcionarios de Tijuana, respétenos. Como publicaron por ahí en algunos medios, este evento es “la otra cara de Tijuana”. Échenle ganas y que no se repita tan mala onda, por favor; se los pedimos muchos de forma respetuosa, pero enérgicamente.