Semanas turbulentas de historia contemporánea.
La semana pasada fue extenuante y perturbadora. El viernes 13, después del desalojo de los maestros de la CNTE del Zócalo, se cerró una etapa para dar paso a otra. México parece que ha perdido el rumbo. Se siente la desorientación y el desconcierto en muchas áreas de la vida nacional. Todo el país ha caído en una especie de descrédito.
Alfonso Bullé Goyri/ A los Cuatro Vientos
La ciudad de México tomada y las cifras de criminalidad son cada vez más alarmante. Hay recesión y nadie es capaz de ofrecer un diagnóstico preciso. El gobierno improvisa salidas y los metrosexuales atildados de las cámaras tratan de quedar bien con tirios y troyanos, componiendo un cuerpo de leyes que terminan sin resolver lo que postulan. La selección nacional de futbol y el héroe de los cuadriláteros en manos de mafiosos también decepcionan, son al fin de cuentas un fraude más al que se han acostumbrado potentados y pordioseros. México no puede pero si debe o México no quiere aunque sí puede. No hay reforma posible porque no se quiere reformar nada. Los que pregonaban cambios y urgían reformas hace años frente a las urgencias nacionales prefieren protestar, salir a la calle y sentirse víctimas de un gobierno totalitario. Las reformas sí, pero sólo las mías. Pero en el fondo, estar como se está es mejor, es más seguro. Más vale malo por conocido que bueno por conocer, más vale pájaro en mano que ciento volando y mejor no hagan olas. En México la única globalización factible es la de los migrantes que hartos de sus miserables condiciones se lanzan a una aventura sobre las costillas de la bestia. Dejan familias a su destino, dejan tierras, casas, padres e historia en busca de un sueño irrealizable. Se vive el cambio inexistente igual al grito de independencia que no censura nada pero que se emite con una fuerza descomunal porque después, al siguiente día, todo vuelve al vacío, todo vuelve a quedar idéntico. Año tras año se repite ese alarido, el único con un sentido histórico y patrio, para conmemorar una gesta que a pocos ha liberado. En un ciclo fatídico cada año, el ejército de Juanes bien peinados desfilan por las calles de la capital y luego regresa a sus cuarteles agotados por lluvia y sol y porque todos han retornado al laberinto de la soledad. Una loza enorme desciende sobre México y los períodos míticos no nos engañan aunque sólo se invocan para pedir a la virgen y a la santa iglesia que salve a cada individuo y que los inmunice de las adversidades y de los cambios.
No se asume la mediocridad a riesgo de terminar siendo algo superior. Los poderosos intereses de las élites obligan a protestas porque resulta que los que tienen deben de pagar más impuestos, los otros no tienen ni para comer. Los ricos tienen y deben pero no quieren y por eso no pueden. Por todos los medios buscan la evasión para no alcanzar la ilusión de ser mejores. Sostienen con buenas razones que hay que solventar todas las actividades sociales pero las malas conciencias los traicionan y prefieren guardar el arcón bajo su cama. Es más seguro. En una actitud demencial los hombres acaudalados se sienten víctimas y sólo en México los ricos lloran por su desgracia. Rezongan porque aumentan los impuestos en colegiaturas y porque el alimento para sus mascotas quedará tasado, hecho que parece una broma de mal gusto. Es ridículo. Las elites lacrimosas matriculan a sus hijos en colegios privados y son las elites las que tienen mascotas. Los otros, los demás perros y gatos son callejeros igual que sus dueños que andan husmeando en los mercados mendrugos de carne con clenbuterol. Claman justicia por el impuesto a refrescos y los azucareros salen también con su sambenito justiciero. Es el país de gordos y anémicos, porque ahora el raquitismo se mide en términos de glúteos y panzas voluminosas y la obesidad es síntoma escasez.
Con los maestros en las calles se han demostrado muchas cosas, menos la educación y la civilidad de una sociedad profundamente escindida. Las imágenes de los policías entrando al Zócalo que parecía un chiquero inmundo, se convirtió en la bandera de la inteligencia de izquierda que desde sus ordenadores veían las acciones y censuraban a la autoridad “represora”. Claman justicia desde las redes sociales y por la noche acuden a bares a saborear una chela en la Condesa. Entre sorbo y sorbo censuran lo que llaman brutalidad de una policía al servicio del gobierno dictatorial y plutocrático. Conformes con su desahogo, pasada la media noche los maestros en sus casas de campaña tiritan de frío y los intelectuales regresan a sus confortables departamentos colmados de libros. Duermen satisfechos de ser conciencia independientes y sin compromisos vergonzantes.

Marcha de maestros de la CNTE bajo la lluvia, en contra de la Reforma Educativa del presidente Enrique Peña Nieto
La prensa nacional y los medios de comunicación electrónicos juegan el juego de siempre, el de meretriz que recibe su dádiva a cambio de lavar la cara del régimen. La autocensura y los beneficios son concomitantes. Los periodistas se victimizan y alegan incomprensión. Bajo el agua se materializa el contubernio y se adereza la nota para distribuir la apariencia de una prensa clara, objetiva e imparcial pero donde todo es turbio, subjetivo y tendencioso. Los publicistas envían misivas reprobatorias y cobran en diversas oficinas gubernamentales, en los distintos partidos políticos y materializan campañas indecorosas que mienten con sistema y exaltan la grandeza de la banalidad. El cuarto poder se acoge a un régimen complejo de mitos. Noche a noche construye en los noticieros de alto impacto una narrativa que alude a hechos y elude verdades. Así la política informativa codifica los eventos y desvía la atención de la audiencia.
Los sicarios de la televisión diseña una programación que justifica lo injustificable y corta la cabeza de un público sumiso. A cada momento seduce y consolida un proyecto deslumbrante y corrupto de fábrica de ilusiones y frívolas esperanzas. En la TV la intelectualidad orgánica distribuye mensajes que procuran persuadir y se argumenta en tono ilustrado sólo en apariencia irrebatible. La jactancia tediosa cobra buenos dividendos. El derecho a la réplica lo ejercen los mismos comunicadores y los espejismos de moderación y honradez esconde la perfidia y la obscenidad de un cuerpo mercenario encargado de construir una imagen distorsionada de la realidad.
México es más que disidencia y escisiones fatídicas. En el interior de la sociedad fermenta un espíritu social y políticamente comprometido. Se aprecian turbulencias de una cultura milenaria que no se deja arrebatar tan fácilmente el derecho de apropiación de su destino. Los límites son imprecisos y peligrosos. Pero de cualquier modo son tiempos agitados y se perciben desplazamientos en las lajas profundas de la nación. Ahora ya nadie posee la exclusividad porque nadie puede detener la vigorosa conciencia de un pueblo que ha sabido dar vuelta de tuerca a la historia para edifica su presente.