Salvando al soldado Anaya
Hay una película norteamericana protagonizada por Clint Eastwood, Heartbrake ridge, (en español El guerrero solitario), narra la historia de un veterano del ejército enviado a la peor base militar de Estados Unidos, quien se encuentra con un grupo de soldados indisciplinados, ahogados por la burocracia. Eastwood es un sargento, veterano de mil batallas obligado a lidiar con el encargado de la base, un militar de carrera que nunca ha disputado una batalla.
Ramiro Padilla Atondo/ A los 4 Vientos
Una de las escenas culminantes es el enfrentamiento de los equipos de Eastwood y el general de colegio. Al llegar a un empate, ambos líderes de los equipos tienen que desempatar enfrentándose a golpes en una pequeña laguna. Eastwood, merced a su experiencia le da una paliza.
Algo similar ocurre en esta elección. Ricardo Anaya semeja un soldado que se ha brincado varios rangos. De ser un sargento desconocido en provincia, de repente aspira a ser el supremo comandante de las fuerzas armadas del país. El problema es que nunca ha disputado una batalla. Es un graduado de colegio que poco conoce la realidad nacional.
Por el contrario, Andrés Manuel López Obrador es un veterano de muchas batallas, ha recorrido el país de palmo a palmo y está enfrentado con los mandamás del país.
Anaya puede describir un rifle de asalto nombrando cada una de sus piezas, describir de manera exacta la historia de todos los modelos de fusiles del mundo, aunque muchos de los datos sean falsos. Lo que importa es la convicción de fingir que sabe. En el otro extremo está AMLO, que sabe cómo armar, desarmar, disparar el fusil.
Es cierto que también el gobierno ha actuado de manera grotesca para detenerlo usando de manera facciosa las instituciones. Pero ese es el juego que aceptó jugar, un juego muy parecido al que jugó Madrazo con Montiel para descarrilarlo de la candidatura. Porque este es un asunto más de ética y moral que de legalidad. Algún político instaló en el panteón de las frases ilustres aquella que dice que “la moral es un árbol que da moras”. En el caso de Anaya, dudo que no supiera que los terrenos de la nave industrial aumentarían de manera exponencial su valor, gracias a sus contactos en el poder. Igual a los empresarios que sacaron sus capitales a la llegada de Ernesto Zedillo anticipándose a la crisis que más tarde se conocería como el “efecto tequila”. Ninguno de aquellos empresarios sufrió alguna consecuencia, como es la norma mexicana de conducta ante el poder.
Denisse Maerker en el programa Tercer grado le preguntó a Anaya por sus cartas credenciales para gobernar, a lo que éste respondió con generalidades. Es incapaz de dar respuestas concretas porque no está preparado para ello. Lo suyo es el choro mareador y falsamente documentado.
Azucena Urresti lo cuestionó por sus ingresos y de nuevo dio evasivas, pero la periodista no soltó a Anaya y confesó que tenía ingresos por 400 mil pesos mensuales; un insulto a los que han trabajado toda la vida. Se sobreentiende que su bonanza económica está ligada de manera directa al ejercicio del poder como la mayoría de la clase política que ve en dicho ejercicio una oportunidad para hacerse millonario de manera rápida, y cuyo nuevo estandarte es el mismo Ricardo Anaya.
Este domingo 20 de mayo es el segundo debate de candidatos a la presidencia de la República. Es claro que la mayoría ya decidió un cambio de régimen y la ventaja de casi veinte puntos de López Obrador en las encuestas hace imposible que el “joven maravilla” lo alcance. Porque él representa exactamente lo que no queremos: ambición, poco respeto por las formas y traición a los que lo ayudaron.
En cualquier ejército del mundo, una persona como Anaya sería expulsada en una ceremonia degradándolo en público, quitándole sus blasones. Nuestro país necesita un general experimentado y ya todos sabemos que es “Ya sabes quién”. Las guerras sucias han dejado de funcionar, la prensa chayotera ha entrado en pánico y a nosotros nos queda nuestro Día D, nuestro desembarco en Normandía para defender el único instrumento del que podemos valernos para lograr el cambio tan necesario. Se llama voto.
Si la investigación en España continúa, nada ni nadie podrá rescatar al soldado Anaya. Un soldado cuya única convicción y único interés es él mismo.
Excelente fin de semana.