SALTO CUÁNTICO: Qué es verdad y qué es descalificación

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“La verdad levanta tormentas contra sí que desparraman su semilla a los cuatro vientos.”

Rabrindrath Tagore

 

La descalificación lastima a quienes no han cometido falta alguna. Descalificar es fácil porque los perpetradores no tienen argumentos válidos para manifestar su dicho; solo lanzan el vituperio por odio, rencor o simplemente porque quieren, porque son pagados, contratados para crear un panorama adverso para sacar provecho económico, moral, de influencia.

 

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José Luis Flores Treviño* / 4 Vientos / Imagen destacada: La Verdad, por Fandom

Por otro lado, la verdad sobre algo, una acción o acciones, manifestaciones, hechos, argumentos que ponen en evidencia situaciones que señalan a una persona o personas, una comunidad, un país, decir la verdad para abrir la posibilidad de hacer justicia ante conductas que vulneran los derechos humanos, las garantías individuales, es significativamente más difícil de sostener, comprobar y hasta ejecutar. ¿Por qué? Porque la verdad duele, incomoda.

Según el diccionario de la lengua española, verdad es “conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente. Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa”. Descalificar es: “desacreditar, desautorizar o incapacitar a alguien o algo”.

Por lo tanto, si la verdad es inherente al pensamiento junto a lo que se siente, la verdad se razona, se piensa en virtud de acontecimientos, hechos históricos o personales comprobables; entonces, ¿por qué comprobar la verdad es tan difícil?

La verdad debe por fuerza apegarse a los hechos comprobados, nunca acepta especulaciones. No obstante, la verdad siempre está rodeada de especulaciones y, en medio de ellas, yace ella. Llegar a ella implica quitar la corrupción que la circunda.

Descalificar no necesita comprobación alguna, se apega al dicho ejecutor por sí mismo, es aceptada sin cortapisas, a pie juntillas. Quién dijo la descalificación, no importa de qué forma, aunque ésta la diga un mentiroso, no se pone en tela de juicio. Se acepta casi de inmediato hasta que la verdad haga su aparición y la derrumbe, aunque eso suele ser tardado, inimaginablemente escabroso.

Carl Sagan menciona en su libro El mundo y su Demonios, cómo la pseudociencia es más rápidamente aceptada que la ciencia. Si la ciencia es una luz en la oscuridad, la pseudociencia es la oscuridad del pensamiento. La verdad ilumina al momento de ser comprobada y sepulta la descalificación.

 

La verdad práctica, según Aristóteles, se da en el hombre gracias a que surge dentro del alma una opinión verdadera y, simultáneamente, una acción recta. Lo falso en la esfera de las acciones se produce, por el contrario, con el surgimiento de una opinión falsa y una acción no recta.

Josep Alsina i Clota, helenista catalán, académico de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, España, en su estudio de filosofía griega menciona:

 

“Una cosa es hallarse en posesión de la verdad, y otra muy distinta la pretensión de imponerla por la fuerza. Es más: cabría incluso decir que el simple intento de imponerla, desde fuera, por medio de coacciones morales o físicas, es perder ya la Suprema razón que da el hecho de poseerla. Es traicionar a la verdad, es hacerse reo de intolerancia, de la suprema intolerancia. ¡Qué distinta se nos antoja, en este orden de cosas, la actitud del gran Maestro Sócrates!”

 

Por tanto, tampoco la verdad debe ser impuesta a criterio de una persona o un grupo. Mi verdad, nuestra verdad, no necesariamente es la verdad de los demás. Entonces, antes, mucho antes de mostrar, mencionar o ejecutar una verdad, ésta debe estar en un contexto aceptado por todos; debe ser dialéctica

La verdad debe repetirse hasta el cansancio, hasta que encuentre su acomodo en la conciencia colectiva, sea comprobada, justificada, enaltecida.

Descalificar la verdad es una práctica común, más aun cuando ésta exhibe personas o grupos de personas cobijados bajo un manto de mentiras, corrupción e impunidad. Se van a defender con más descalificaciones y mentiras porque no pueden justificar sus acciones.

 

Robar, asesinar y saquear un país mediante la descalificación de grupos o personas que persiguen el bien común, la justicia y la democracia, es una acción inmoral que existe desde tiempos muy antiguos, desde la creación del Estado en sí.

El articulista Mario Nava Contreras, al referirse a la corrupción en el mundo antiguo, cita unos versos del poema Eunomía, de Solón de Atenas (figura política, legislador, reformador, poeta vocacional, viajero y estadista ateniense que vivió de 638 a 558 antes de Cristo):

 

“Quienes tratan de hundir a la ciudad, estúpidamente, son sus propios vecinos, pensando en ganancias, y el juicio perverso de los caudillos del pueblo, llamados a pagar con dolor su enorme arrogancia, pues no saben frenar los excesos”.

 

Y comenta: “No hace falta una lectura muy suspicaz para introducirnos, a través de estos pequeños fragmentos, en un mundo donde se conjuga la decadencia moral con la concentración arbitraria del poder y su uso despótico”.

En el caso de Solón- agrega Nava Contreras-, la enfermedad contagia a la ciudadanía en general e infecta a la sociedad con su letal metástasis. Serán los mismos ciudadanos, advierte el articulista, los causantes de la ruina de la ciudad, de la avidez a los dineros mal habidos.

En el México actual queda constancia de la verdad y la descalificación política en las conferencias mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador, odiadas por muchos y amadas por otros tantos más.

 

 

Ahí se erigen cada día, sin descanso, las palabras impunidad, corrupción, justicia social, educación, salud, robaderas, privilegios, derechos humanos, inmoralidad, elefante reumático, se pasaron, eso era antes, ahora ya no pasa, no tienen llene, mienten.

No pasa un solo día sin que el presidente mexicano identifique a la oposición conservadora como el lastre del país, como la responsable del hundimiento económico, social, cultural y humano.

Cabe entonces preguntar si el presidente descalifica o miente. Aquí es donde el debate político se apega, por parte de la oposición, a decir que López Obrador descalifica, en tanto otra gran mayoría sostiene que el mandatario se apega a verdades conocidas por todos, aun por los que alegan descalificación.

Repetir una y otra vez la realidad vivida por más de treinta años en nuestro país, ¿hace justicia a la verdad o a la descalificación? Tal vez a las dos, Descalificar acciones que van en contra del bien común es tan acertado como decir la verdad; por tanto, ambas palabras son inherentes a la realidad vivida. Y en ese sentido es la primera vez que, desde el poder público mexicano, descalificar y decir la verdad es tan o más importante que gobernar desde el encumbramiento mediático.

Los mexicanos no estábamos acostumbrados a escuchar en boca de un presidente la verdad conocida por todos, el descalificar a quienes, desde el poder público y económico, dilapidaron los recursos de la nación y defraudaron las voluntades humanas.

Entonces, las palabras obran en virtud de su contexto. Y el contexto actual de México obliga a apegarse a la verdad histórica dialéctica y a descalificar toda acción que vaya en contra de los derechos inalienables de los ciudadanos.

 

“No basta decir solamente la verdad, más conviene mostrar la causa de la falsedad.”

Aristóteles.

 

* Subdirector académico en la Secundaria Técnica 75 perteneciente a la Zona 16 del Subsistema Federalizado de Secundarias Técnicas en Juárez, Chihuahua, además de ser activista social, columnista de 4 Vientos y analista político.

Ensenada, B.C., México, martes 11 de enero del 2022.

 


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