Reforma y Restauración: El regreso del PRI
El año de 2013 quedará en la historia política contemporánea de México como el año de la reforma y la restauración del sistema priísta. Es el año en el que se ha dibujado el destino de la nación para las próximas décadas.
Alfonso Bullé Goyr / A los Cuatro Vientos
Frente a la sociedad el grupo dominante se repartió el país como un botín en un acto análogo al que en la década de los 20(s) los generales que habían participado en la Revolución encabezados por Plutarco Elías Calles, lo hicieron. Setenta años dominaron sin interrupción y con un interregno de 12, regresan los priístas por sus fueros dispuestos a dominar completamente la escena política del siglo XXI.
En un trabajo de ingeniería política digna de crupiés de alta competencia que saben engañar con sus habilidades, los priístas de nueva cuenta toman el poder con la intención de no permitir que nadie fuera del grupo dominante tenga la opción o las posibilidades de competir y de alcanzar la cúspide de la administración pública del Estado Mexicano. No hay más que PRI y no hay más que una sola ruta. El control piramidal ha quedado de nueva cuenta restaurado y quien intente salir de este esquema, vive en peligro de caer o vive en el error. Control y temor así son las dos divisas restauradas que encauzan la política nacional, donde no se argumenta nada sino que se ordena y define desde la cúspide, en el interior del estrecho círculo de una dirigencia nebulosa y turbia que nunca se muestra pero que siempre se percibe su presencia.
Las reformas aprobadas en el Congreso de la Unión durante el fatídico año 2013 y promulgadas por el Poder Ejecutivo dan cuenta de la nueva realidad que vivirán los mexicanos a pesar de la molestia que algunos grupos han manifestado. Un nuevo andamiaje legal asegura la viabilidad de un desarrollo social definido por las elites y para las elites. La sociedad o el pueblo, seguirán siendo los factores contextuales que le dan sentido al sistema y permiten el ordenamiento de las políticas públicas diseñadas por unos cuantos para que los demás las sigan irremediablemente. La idea de bienestar y los anhelos de desarrollo no surgen de la base de la sociedad, sino de la cúspide, desde la zona privilegiada que se apropia de una manera sutil de las conciencias y de los bienes sociales disponiéndolos a su antojo y conveniencia. La riqueza se reparte selectivamente y las decisiones siempre atenderán el interés de la minorías que usan a las mayorías como palanca para la concentración del capital, de la educación, de la cultura, del los bienes y servicios nacionales.
Una realidad sin duda perturbadora que arrastra nuestro presente y se filtra en el futuro distante. Hay mucho PRI de donde cortar, hijos y nietos de la generación perdida se ajustarán a un sistema donde el cinismo constituye la esencia de su conciencia. Frente a todos, a la vista aún de las mentes más críticas, los priístas operaron la reforma y la restauración con una magistral impudencia hasta conformar la consumación de un proyecto político bien estructurado, cuidadosamente diseñado y mejor equipado para permanecer en el tiempo.
¿Cómo fue posible este fenómeno inusitado que debe llamar la atención de los analistas políticos de todo el mundo? ¿En dónde se encuentra la debilidad de los mexicanos que no hemos podido transitar por terrenos democráticos? El PRI es un partido nacionalista, corporativista, autoritario y fascista. Su estructura ideológica y sus lineamientos programáticos lo definen más que como un partido político como una organización política donde la idea de persona humana queda completamente eclipsada y la masa se constituye en el cuerpo dócil, amaestrado para producir la riqueza que será repartida entre unos cuantos. De este modo la salud, la educación, el bienestar, el desarrollo en general se distribuye selectivamente y en función de los intereses copulares.
2013 es el año del entierro de los sueños de un sistema de partidos, de un gobierno vigilado por la sociedad donde la participación ciudadana privilegie las decisiones gubernamentales. Es el año de la muerte de la democracia, porque es el año de la reforma y la restauración del PRI.
El retorno del Presidencialismo
Ha regresado no un partido político al poder presidencial sino ha retornado y fortalecido el sistema político presidencialista, donde las decisiones políticas trascendentes son tomadas desde la cúspide. La sociedad (o el pueblo, como se quiera llamar) es sólo la palanca para la generación de riqueza e instrumento manipulable para la consolidación de un poder centralizado que dirige todo tipo de iniciativas. La subordinación de las fuerzas políticas a la elite dominante es imprescindible y las reformas aprobadas por el Congreso de la Unión el año pasado se orientaron en ese sentido. En este orden los sindicatos son camisas de fuerza para los agremiados y sus líderes cooptados para ejercer el control de esas fuerzas políticas que poco defienden los intereses de la masa trabajadora.
¿Cómo ha sido posible este fenómeno político inusitado, quizás único en la historia política reciente en todo el mundo? La debilidad de las instituciones democráticas constituye uno de esos factores y la incapacidad de las oposiciones para contrarrestar la avalancha que se precipitó y que no fue advertida ni por analistas ni políticos activos.
Fue un error de gran magnitud que Fox estuviera seguro de que con su arribo a la Presidencia, el sistema político había sido derrotado y que con él se inauguraba una nueva era en la historia política nacional. Las estupideces, el manejo faccioso del poder, la falta de capacidad política y la corrupción del gobierno panista fueron su tumba. Fue un error de la derecha pensar que el PRI había sido liquidado de la escena política y que los priístas eran una suerte de sombras que deambulaban por el yermo terreno de la vida política nacional.
Pero también fue un error en los últimos 12 años la disgregación de la izquierda y permitir que las tribus impusieran sus caprichos. El fuego amigo hundió el barco de una propuesta política que tenía viabilidad pero que no contaba con los hombres capaces de contener los intereses sectarios. Fue un error enorme de la izquierda haber dejado transitar las ilusorias propuestas de Andrés Manuel López Obrador que al final colaboró para sepultar las esperanzas de una oposición mejor dotada que el PAN y que el PRI.
Fue un grave error pensar que Enrique Peña Nieto era un pobre diablo, sin educación política, sin lecturas importantes, sin imaginación. Fue un error suponer que con base en gritos en las cámaras, con manifestaciones callejeras, con insultos y señalamientos intrascendentes las propuestas priístas cederían.
Los adversarios al PRI se ganaron a pulso la derrota de cualquier otra propuesta que no fuera la del tricolor. Y hoy no podemos menos que reconocer que el advenimiento del “Nuevo PRI”, en efecto, puede constituir el arribo de un largo periodo de setenta años de la hegemonía de un grupo que opera un sistema político eficaz, donde todo es selectivo y la concentración de poder y de riqueza es el motivo de toda decisión política.
Reorganizar las oposiciones requiere de inteligencia y decisión, demanda una clara visión de la realidad y no sólo un conjunto de buenas razones para gobernar. La pérdida del poder de las oposiciones al PRI fue una pérdida de capacidad de negociación, una pérdida de realidad, una pérdida de objetividad. La lucha política se da en muchos frentes, pero mientras se gritaba en las calles y los líderes arengaban en las plazas públicas, los operadores políticos del PRI hacían su trabajo, convencías a las fuerzas políticas, hacías negociaciones, diseñaban estrategias y ganaban terreno en el campo de la realidad concreta.
Los priístas no son almas caritativas sino individuos en busca del poder y a eso se entregaron desde que Ernesto Zedillo los abandonó a su suerte en el fatídico 1999 donde el PRI se derrumbó pero no falleció. Nadie hizo por rescatarlo. De su propio interior y conociendo sus antecedentes y sus características, fueron tejiendo su regreso desde el mismo día en que Roberto Madrazo y Dulce María Sauri reconocieron la pérdida de la presidencia de la república. Mientras festejaba Fox y la derecha más pusilánime su triunfo, mientras que la izquierda festejaba su éxito en el DF y López Obrador obtenía un arrollador triunfo para gobernar al 25 por ciento de la sociedad, los priístas se lamían las heridas. Pero ese mismo día comenzó el proceso de restauración que culminó el 12 de diciembre del año pasado con la aprobación de la reforma energética. Les dilató el regreso 12 años, pero ahora están en el poder a pesar de todo.
A la vista de todos los priístas construyeron sus reformas y restauraron el sistema que las oposiciones creyeron haber derrotado. Si algo hay que aprender de todo este largo proceso es el oficio político y la capacidad de regeneración de este sistema político que muchos daban por muerto, que Fox desestimó, que Caldrón no logró percibirlo y que la izquierda en su conjunto no pudo valorar con precisión.
Es tiempo de comenzar a reflexionar con seriedad hacia dónde quiere la oposición transitar. Si se sigue el trillado grito, si se siguen los métodos callejeros, difícilmente se podrá llegar a un buen puerto. Que quede claro, el PRI es ahora el partido en el poder. No ideologicemos y veamos la realidad, que es la única manera de instaurar la democracias.