REFICCIONES: Gesticuladores y represores
En México toda clase de gobiernos padecen una peculiar enfermedad mental (sea por contagio o genética), suponen que la realidad puede ser suplantada por la palabras y en función de tal anomalía actúan (verbalmente). A eso obedece el que sólo hablen y hablenm todo quieren resolverlo con declaraciones en lugar de actuar y realizar actos necesarios e impostergables.
Ignacio Betancourt/ A los 4 Vientos
El problema es que eso llamado realidad no comparte su patológico punto de vista, y para acabarla de amolar no sólo se reduce a la enfermedad individual del gobernante sino que afecta a millones de ciudadanos. De ahí la urgencia de una terapia en el gobierno actual, lamentablemente no puede reducirse a una visita al psiquiatra pues socialmente el único antídoto a tal enfermedad se llama organización popular. Confrontación de proyectos y exclusión de incurables demagogos que hoy gobiernan parece ser la única terapia acertada. No es cuestión de consulta con médicos o líderes políticos, ni con académicos, se requiere la actuación de la ciudadanía.
Cuando a quienes la población paga por trabajar por el país no cumplen, sólo hay una opción: participar organizadamente en contra de los incapaces, obligarlos a involucrarse en los espinosos asuntos que agobian a la nación o destituirlos.
Cuando la única respuesta de todas las instancias gubernamentales es la verborrea, no podrá resolverse nunca nada (ya lo veremos con Trump).
Por cierto ¿qué dice el Secretario de Cultura sobre el atentado que en Cerro de San Pedro realizaron las autoridades municipales y la minera San Xavier?
A quienes hablan y gesticulan en los televisores les parecen suficientes los discursos para resolver los problemas por la magia de la demagogia, pero lamentablemente aunque muchos se dan cuenta del fracaso de ese comportamiento poco se hace para transformar tal cotidianidad. Hoy más que nunca pobre realidad mexicana, tan lejos de la virgen de Guadalupe y tan cerca de los Estados Unidos.
La existencia humana son actos, quienes lo olvidan resultan perniciosos. Cuando los desmemoriados son quienes deciden sobre millones de seres humanos, la cosa se pone fea, tanto como para no esperar nada feliz ¿actuarán las futuras víctimas, o ya se habrán acostumbrado a los malos tratos? Y las autoridades de Cerro de San Pedro y la minera San Xavier y la Secretaría de Cultura ¿impunes?
El pasado martes, Peña Nieto en su discurso de clausura en la llamada Cumbre Mundial de Negocios realizada en Puebla, dijo que: México actuaría sobre la base de tres principios no negociables: la defensa de la soberanía (cuál), el interés nacional (de quién) y la protección de los connacionales que residen en EUA (cómo). Y ya encarrerado declaró: “Dejemos actitudes particulares (menos él) e incluso partidarias (salvo el PAN), hoy nos convocan a trabajar de un sólo lado (el de él), por un solo motivo (el grupo Atlacomulco), por una sola razón (la de sus negocios), se llama México (el que se apropió). No puede haber fracaso más estruendoso de la demagogia que escuchar al presidente.
Esa es la manera como el gobierno mexicano intenta resolver las broncas que se ciernen sobre la patria. Llueve sobre mojado en toda la extensión de la república y el presidente sólo se dedica a parlotear en la televisión, aunque nunca diga cómo se volverán actos las verborréicas soluciones ¿serán secreto de Estado? Lo cierto es que el panorama se torna ignominioso pero no hay bronca (según lo manifiesta el esotérico presidente). Las soluciones están a la mano (sólo falta quién las implemente). Lo único real es que no podrá salir a flote el país sin la participación de la ciudadanía organizada. ¿Y las agresiones en San Pedro, Armando Herrera?
En el colmo del cinismo, el presidente de la república pide a la atribulada ciudadanía que “dejemos de lado todo pesimismo y optemos por ser positivos, porque así, con este pensamiento, esta energía, podamos proyectar lo que queremos para nuestra nación.” No es un asesor de dianética quien habla, es el ejemplo obligado para la burocracia nacional de los rincones más apartados en el país, es el jefazo alucinado con los nada económicos cursos de dianética (por supuesto pagados con los impuestos del famélico trabajador mexicano) ¿por qué someterse pasivamente a tanta corrupción?
Para completar el cuadro de terror que nos viene a todo el paisanaje, ahora los levanta dedo del congreso federal pretenden dar “certeza legal a las fuerzas armadas”. Quieren legalizar el proceder de una instancia concebida para la guerra incursionando en plena sociedad civil. Ahora resulta que el oponente de la nacional fuerza bélica es la población.

La censura (1969), obra de Carlos Alonso, incluida en la muestra del Museo de San Carlos. Foto: José Cristelli
Se habla mucho en los medios de las bajas militares pero poco o nada se dice de la infinidad de cotidianos y excepcionales abusos cometidos por ellos dizque en la defensa de la población.
Las “soluciones” represivas, en ninguna sociedad han resuelto nada ¿Será un remedio el aplastamiento militar de toda justa disidencia?
Pero ¿qué pasa con la San Xavier y las autoridades de San Pedro, autores del atentado a la Casa de la Cultura? El sábado 26 de noviembre, a las 16 horas, en la sala “Flavio F. Carlos” del Teatro de la Paz, se realiza el Foro Nacional “Hacia la Construcción de una Nueva Central de trabajadores”, además se conmemora el 75 aniversario del Sindicato nacional de trabajadores de la General Tires de México.
Para completar el cuadro pánico que nos aguarda (si no lo impedimos), en Jojutla Morelos el Secretario de la Defensa Nacional le dijo al sargento Nuño que el ejército es “la columna vertebral donde se sostiene el progreso y el desarrollo”. Un milico genético (Nuño) disfrazado de mentor, aplaudiendo a un soldado disfrazado de educador de la Patria, indican inequívocamente una sola cosa: este país vive en una dictadura (disfrazada de demagogia televisiva).
Del poeta guatemalteco Otto René Castillo (1936-1967) va la primera parte (de tres) de su poema “Vámonos patria a caminar”: 1/ Para que los pasos no me lloren,/ para que las palabras no me sangren:/ canto./ Para tu rostro fronterizo del alma/ que me ha nacido entre las manos:/ canto./ Para decir que me has crecido clara/ en los huesos más amargos de la voz:/ canto./ Para que nadie diga ¡tierra mía!/ con toda la decisión de la nostalgia:/ canto./ Por lo que no debe morir, tu pueblo:/ canto.// Me lanzo a caminar sobre mi voz para decirte:/ tú, interrogación de frutas y mariposas silvestres,/ no perderás el paso en los andamios de mi grito,/ porque hay un maya alfarero en su corazón,/ que bajo el mar, adentro de la estrella,/ humeando en las raíces, palpitando mundo,/ enreda tu nombre en mis palabras.// Canto tu nombre, alegre como un violín de surcos,/ porque viene al encuentro de mi dolor humano./ Me busca del abrazo del mar hasta el abrazo del viento/ para ordenarme que no tolere el crepúsculo en mi boca./ Me acompaña emocionado el sacrificio de ser hombre,/ para que nunca baje al lugar donde nació la traición/ del vil que ató su corazón a la tiniebla, negándote.
Ignacio Betancourt Robles. Poeta potosino. Investigador literario en el Colegio de San Luis Potosí. Premio Nacional de Poesía Punto de Partida (UNAM, 1974); Premio Nacional de Cuento (INBA, 1976)