Protesta en Insurgentes

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Son las seis y se respira un aire distinto, un aire seco y lleno de expectativa. La parada está llena, lleva ya varios minutos así. La gente huye en un éxodo tácito pero inconfundible. Poco a poco los taxistas se enteran de la contingencia y acuden en manadas a los paraderos atascados de estudiantes que se preguntan por qué no pasa el puma.

Uriel Luviano* /A los Cuatro Vientos

Poco a poco, los universitarios caminan, ora para copilco, ora para universidad, ora para el metrobús. Poco a poco se vacía el espacio, pero el ambiente sigue presagiando algo grande.

II

La expectativa, la tensión, las ramas y troncos, en medio de Insurgentes, las llamas, el aire ralo, lleno de consignas, las pintas, la gente, los granaderos, los rebeldes, los transeúntes impávidos, los indiferentes, los preocupados y los comprometidos, todos confluyen alrededor de la estación del Metrobús de CU. Se arremolinan, se concentran y se dispersan, se asoman, curiosos, desde el puente, oyen sin entender, leen sin pensar, y se alejan pensando en todo menos en los presos políticos de Michoacán. Sus mentes divagan de inmediato hacia la novela, la comida y la ropa que hay que lavar llegando a la casa.

 Deambulo por una avenida desierta que solo se identifica por los carriles de concreto pegados al camellón, bordeados por sus inconfundibles obstáculos amarillos. Un pequeño regimiento de granaderos espera a unas cuantas decenas de metros, a espera de una orden, una provocación -que va- un pretexto. Un vendedor de botanas pasa a mi lado en su bicicleta, pienso en comprarle algo, pero la vacuidad tensa de insurgentes me roba el aliento y no logro emitir palabra. Se para unos metros más adelante para venderle un entremés a un policía que espera en formación.

Vacía de carros, pero llena de expectativa, fuerzas del orden y periodistas, Insurgentes pasma y oprime, te presiona a caminar de prisa, a voltear hacia atrás para ver si todo sigue en orden.

III

Ya libré por varios cientos de metros la estación, pero el eco de las sirenas me recuerda que hoy no es un día normal. Los circuitos de CU son un caos, el tráfico, nada contento de haber sido privado de  su patio de recreo favorito, se amotina en cuanta arteria secundaria encuentra a la mano. El aire, lleno de tensión irresuelta, se enfría con la noche y calma los nervios.

Poco a poco, el ambiente se relaja, el cielo se tiñe de carmesí y naranja, y las nubes se relegan a Texcoco y al Ajusco.

“¿Habrá detenidos, tal vez heridos?” me pregunto cada cierto tiempo. Sigo mi camino hacia la casa, pero no puedo evitar pensar en que, sea cual sea el desenlace de la protesta, el resto de la gente seguirá contenta con su país de guerras exitosas, estrategias eficientes, cifras alegres y telenovelas frívolas.

Me pregunto si no habrá otra manera de generar conciencia, si es que hay alguna…

*Uriel Adrián Luviano Valenzuela. Estudiante de Física y miembro de Pluma Joven A.C.

 


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