Presentes de la contemporaneidad
François Hartog, uno de los teóricos más reputados sobre el tiempo y las temporalidades, ha advertido acerca de la paradoja que surge cuando las personas contemporáneas comparten el presente pero simultáneamente viven en otro tiempo. Cuando esto sucede se abre un vacío que puede alimentar movimientos sociales de rechazo, de retiro e ira.

El historiador francés François Hartog (Foto: 40ans.ehess.fr).
Rogelio E. Ruiz Ríos* / 4 Vientos
Foto destacada: Imagen: Captura de pantalla en Youtube
El historiador francés enfatiza que usar el mismo modelo de teléfono celular no es suficiente para que compartamos un mismo presente. Tomo en cuenta estas consideraciones luego de escuchar decir a una señora alemana dedicada al negocio inmobiliario en la costa oaxaqueña, que entre Alemania y México hay 40 años de diferencia.
Esta viajera en el tiempo tiene como “Target” principal a gente europea y norteamericana (de USA y Canadá) que, al igual que ella, buscan invertir en un refugio que les permita huir parcial o temporalmente del clima frío, de la aceleración urbana y del alto costo de la vida metropolitana que impone el vértigo de la actual fase de la modernidad.
El desfase de temporalidades percibido por la citada vendedora de bienes raíces no está basado en las diferencias tecnológicas y cívicas entre las dos sociedades en las que interactúa, sino en los resabios colonialistas enraizados en su imaginario que tornan natural cualquier realidad poscolonial.
Desde esa óptica, viajar de norte a sur implica trasponer el presente para entrar a otro presente que no lo es tanto, uno que también es moderno pero con menor grado de aceleración y con costos de vida más plausibles, un presente que aún es propicio para realizar las utopías personalizadas.
Las y los historiadores suelen jactarse de su pertinencia y rigor disciplinario para comprender el tiempo y sus temporalidades, aun y cuando la mayoría de las veces esa jactancia no esté intelectual y epistemológicamente justificada. Basta mencionar cómo en la mayor parte de los gremios historiográficos las y los colegas continúan viviendo en un presente que está cognitiva y social, e incluso políticamente, desfasado con respecto a los tiempos que corren, y a las transformaciones no sólo epistemológicas, sino ontológicas a las que asistimos.
Hartog habla de las implicaciones de formar un nuevo concepto de la historia, uno que desafíe la tiranía del presente, que vuelva a reestablecer la circulación entre las tres categorías temporales de pasado, presente y futuro, a la vez que nos habilite para enfrentar de modo apropiado el presente con el fin de actuar en consecuencia con las necesidades apremiantes de los tiempos que corren. Sin embargo, considero que poco o nada ayudan a estos propósitos las curriculas que hoy se imparten en las facultades de historia, los enfoques predominantes en los centros de investigación y las formas de relacionarnos con el pasado promovidas por las burocracias culturales y universitarias.

Fundamental, crear nuevas teorías intelectuales y humanistas que desafíen la tiranía del presente (Imagen en Facebook).
El reto no es menor de cara a los predicamentos a los que nos han conducido el cambio climático, la irrupción cibernética y el desdibujamiento de los fundamentos antropocéntricos para dar lugar a criterios multiespecistas como manifestaciones de la adquisición de conciencia acerca de los cambios que atraviesan las formas de vida en nuestro planeta.
En el ámbito académico, estas iniciativas son abrazadas bajo la etiqueta de los poshumanismos. En palabras de la historiadora Ewa Domańska, los poshumanismos tienen una deuda con las ideas posmodernistas, pero tratan de remontar sus limitaciones una vez que sus postulados dejaron de brindar sentido a la necesidad de hallar explicaciones y comprensión a los tiempos actuales.
Como expresara Domańska, desde fines de los años de 1990 las humanidades y las ciencias sociales han estado sujetas a grandes cambios a causa del declive de la influencia del posestructuralismo y el fin del posmodernismo.
Lo contradictorio, dice la historiadora polaca, es que mientras en las humanidades ya se había anunciado el fin del posmodernismo, las y los historiadores apenas comenzaban a tomarlo en serio.
Y es en el seno mismo de la historia donde encontramos otro ejemplo de desfase y traspolación de presentes distintos, pues mientras una parte minoritaria, pero cada vez más influyente de investigadores asimila las perspectivas poshumanistas importantes, para un sector mayoritario ni siquiera han logrado una cabal comprensión del posmodernismo.
El déficit es importante porque el posmodernismo fue el paradigma rector en los esfuerzos académicos de la generación precedente a la actual, aunque, en los hechos, todavía un buen contingente de viejos/viejas y jóvenes historiadores apenas están arribando a sus posturas o, en su defecto, no acaban de llegar y siguen esperándolo igual que a Godot.

El poshumanismo, en la visión del cineasta austriaco Fritz Lang y su obra Metrópolis, de 1927.
En los recintos académicos, a diferentes niveles y escalas, persisten muchas confusiones y malentendidos acerca del significado y motivaciones del conjunto de tendencias que conocimos como posmodernismo, y que causara furor en global en los circuitos académicos, intelectuales y del arte durante los años de 1980 y en especial en el decenio de 1990.
En un libro publicado originalmente a fines de la década de 1980, John McGowan hizo un esbozo muy completo del compendio de posturas filosóficas, estéticas y epistemológicas que ayudan a comprender en qué consistió el posmodernismo.
De acuerdo con McGowan, el posmodernismo es una forma específica de crítica cultural (habrá de entenderse hacia la modernidad y a las prácticas modernizadoras sustentadas en sus sistemas ideológicos, cánones estéticos y fundamentos éticos) que creció de manera conspicua en la academia a partir de 1975.
Dicha crítica tiene un carácter antifundacionalista, al rechazar los absolutos ontológicos, epistemológicos y éticos al tiempo que se auto proclama radical en su compromiso para transformar el orden social existente.
McGowan distingue cuatro variantes prominentes en la teoría posmoderna: el posestructuralismo, el marxismo, el neopragmatismo y el feminismo. En este punto conviene puntualizar a lo dicho por este autor, que de ahí derivaron los planteamientos críticos que retroalimentaron las perspectivas poscoloniales y subalternas que han marcado las políticas de la memoria y las más comprometidas posiciones académicas en el periodo transcurrido del siglo XXI.
McGowan señala que el posmodernismo trajo consigo nuevas estrategias para el trabajo intelectual. Reconoce en el posmodernismo una vertiente negativa fundada en la disolución de todas las certezas en virtud de su sospechosa relación con todas las verdades del humanismo y de la tradición filosófica occidental.

El feminismo, una de las cuatro variantes prominentes en la teoría posmoderna (Foto: Libre Mercado).
A la vez, resalta su carácter positivo sostenido en sus intentos por forjar estrategias efectivas para intervenir (y eventualmente modificar) el orden social.
Desde esta segunda posición, McGowan pregunta: ¿qué tipos de libertades son posibles en el Occidente contemporáneo, y qué pueden los y las intelectuales hacer para conseguir los tipos de libertad que aducen desear?
Ante las interrogantes sembradas por McGowan convendría acotar si efectivamente a fines del siglo XX e inicios del XXI, la figura y función del intelectual siguió siendo social y culturalmente relevante, reconociendo que en el ámbito político pareciera serlo todavía.
En la visión de McGowan, el posmodernismo, al igual que uno de sus afluentes: el Romanticismo decimonónico, está orientado por el miedo a que un orden social monolítico defina la vida contemporánea, paralelo a la esperanza de poder encontrar una estrategia para preservar el pluralismo que no es otra cosa que abrir lugar a la diferencia.
Pasados varios años del diagnóstico de McGowan, con el tiempo como aliado, presenciamos el declive del posmodernismo en los espacios académicos, artísticos e intelectuales, para dar paso a las ideas y prácticas poshumanísticas, sin que ello signifique haber superado o conjurado los riesgos de la estandarización de la vida contemporánea, sin obviar que uno de los principales riesgos de mantener las diferencias es que estas se expresen en términos de injusticia social, asimetría económica y de una clara distinción norte/sur palpable en la división internacional del trabajo
Son estas las condiciones que posibilitan el relativamente cómodo y asequible flujo migratorio por elección de la gente similar a la ciudadana alemana que he mencionado al principio de este escrito.

El nómada digital (Imagen: Pravia).
En la literatura que en años recientes se ha ocupado de este fenómeno, se ha hablado de nómadas digitales o neonómadas para aludir a quienes protagonizan estos flujos migratorios de norte a sur.
En cambio, una parte considerable de la población local residente de los sitios elegidos como destino por las personas procedentes de las sociedades industrializadas en busca de sol y tranquilidad (con conectividad de por medio), se ve desplazada o reafirmada en las filas de la precariedad laboral al servicio de las personas neonómadas.
Del mismo modo, las poblaciones locales tienen que replegarse a zonas más periféricas debido a la especulación inmobiliaria y el encarecimiento de la vida, cuando no se ven obligadas a emigrar por razones económicas hacia los países de donde proceden las personas neonómadas.
Entre quienes viajan de norte a sur y de sur a norte existen grandes diferencias no sólo por las motivaciones y condiciones en las que ocurren tales desplazamientos, quizá para las personas con movilidad de norte a sur, ese viaje supone adentrarse 40 años en el pasado, pero quienes se dirigen al norte rara vez se encuentran con ese futuro presupuesto en el imaginario de quienes dejan sus países en busca de las soleadas costas para vivir con gastos que encuentran modestos para sus presupuestos en euros, dólares y libras.
En efecto, somos contemporáneos de presentes que coexisten en condiciones que casi nunca presentan circunstancias de equidad.
* Doctor y Maestro en Historia por el Colegio de Michoacán. Director del Instituto de Investigaciones Históricas de la UABC para el periodo 2015-2019 y actual investigador de la institución. Miembro de las redes de Historia del Tiempo de la UABC, y de Estudios Históricos del Noroeste de México. También es un destacado conferencista, académico, tallerista, ensayista y seminarista. A los 4 Vientos agradece al Doctor Ruiz su invaluable y generosa participación en nuestro selecto grupo de colaboradores.
Ensenada, B.C., México, jueves 14 de julio del 2022.