Por qué yo no marcho…
Con fecha 8 de septiembre, en “EL VIGIA”, en nota de Benjamín Pacheco, nos enteramos que el sábado 10 se llevaría a cabo una marcha, aquí en Ensenada, organizada por el Frente Nacional por la Familia que protesta ante una iniciativa del ejecutivo federal, presentada hace tres meses, que “atenta contra la familia y los niños”
Álvaro de Lachica y Bonilla* / A los 4 Vientos
Dicha iniciativa de Peña Nieto propone incorporar al artículo 4 constitucional la siguiente frase: “Toda persona mayor de dieciocho años tiene derecho a contraer matrimonio y no podrá ser discriminada por origen étnico o nacional, género, discapacidades, condición social, condiciones de salud, religión, preferencias sexuales, o cualquier otra que atente contra la dignidad humana”.
Esto es, la iniciativa pretende, por un lado, constitucionalizar el derecho a contraer matrimonio y, por otro, prohibir la discriminación en relación a la propia institución matrimonial. Dicho en otras palabras, la iniciativa de reforma no pretende nada. Al menos, nada nuevo.
Organizaciones conservadoras a lo largo de todo el país, como este Frente Nacional por la Familia, argumentan que el reconocimiento de los derechos legales de la comunidad Lésbico-Gay-Bisexual-Transgénero e Intersexual (LGBTI), es un ataque a la “familia”. Que se trata de una estrategia para destruir los valores más profundos de la misma y, en consecuencia, padres, madres e hijos deberíamos oponernos al matrimonio de personas del mismo sexo.
Nadie quiere impedirles que se manifiesten y que ejerzan su derecho a tener sus propias creencias. Lo único que se pide es que las creencias religiosas de un grupo de personas no se impongan a las quienes no las compartimos.
Vivimos en una sociedad laica, en la que se aceptan ciertos principios independientemente de las creencias religiosas de unos u otros. Así como no es intolerancia religiosa enseñar la evolución en las escuelas públicas, aunque algunas religiones la rechacen, tampoco es persecución el enseñar a los niños que las personas homosexuales, bisexuales, transexuales, etc. existen, que no tienen nada de malo, y que no está bien discriminarlas. La escuela es lugar de enseñanza para valores cívicos, entre ellos la tolerancia y la aceptación de la diversidad. La escuela es lugar de enseñanza de conocimiento científico, sin importar las posibles creencias religiosas de las familias de los alumnos”.
Ante esta convocatoria a la marcha, no quiero quedarme callado. Como padre y miembro de una familia heterosexual quiero expresar mi repudio a que en nombre de las familias heterosexuales se haga campaña contra la comunidad LGBTI. No todas las familias heterosexuales nos sentimos amenazadas por los derechos humanos de la comunidad LGBTI. No todas las familias heterosexuales creemos que el matrimonio es exclusivo entre un hombre y una mujer. En mi familia creemos que el matrimonio debe estar basado en el respeto, el amor, el compañerismo, y la intención de que ambas personas prosperen como seres humanos. El sexo y los roles predeterminados no cabe en esta definición.
En mi familia buscamos proteger a los integrantes para que si tienen una orientación sexual distinta, puedan ejercerla libremente en un espacio de confianza y amor. En mi casa no hay “peros” ante el ejercicio de derechos humanos. En mi casa no nos ofendemos porque los demás sean plenos en su intimidad y ante la sociedad, comulguemos o no con su forma de ver la vida. Así que la próxima vez que convoquen a marchar en defensa de la familia, no pretendan representarnos en un debate en el cual no coincidimos. Así como no pretendo que todos adopten los valores con los cuales nos guiamos en mi hogar, sí les pido que no hablen en nombre de de muchas familias heterosexuales que no compartimos su definición y mucho menos su estrategia pública contra los derechos de la comunidad LGBTI.
Miembro de la Comisión Ciudadana de Derechos Humanos del Noroeste, A.C. (correo electrónico: andale941@gmail.com)