VANGUARDIA: “Pónganse a trabajar”, o de qué sirve marchar

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Como ya lo han señalado múltiples analistas y expertos en materia de movimientos sociales y políticos, México ha iniciado el 2017 con un estallido social que inaugura un nuevo ciclo político en el país, marcado por el quiebre de la tolerancia de las clases populares contra los abusos de la clase política mexicana.

Iván Gutiérrez / 4 Vientos / Foto: Infobae

La gota que derramó el vaso fue el gasolinazo, si bien el enojo social que ahora vemos en las calles es el resultado de injusticias acumuladas durante años: desfalcos millonarios, enriquecimientos ilícitos, desapariciones forzadas, asesinatos de periodistas, cientos de miles de muertos en una guerra inútil, remate de la soberanía nacional, empobrecimiento de la calidad de vida y las oportunidad de tener una vida digna, y un larguísimo y amplio etcétera.

En fin, la gente ha salido a las calles a decir que ya basta. Sin embargo, a pesar de ser un movimiento masivo que está demostrando el poder de la sociedad organizada, entre la población persiste un sector considerable que no ha salido a manifestar su inconformidad porque comparte la creencia de que las marchas “no sirven para nada”.

Quienes hemos estado involucrados en movilizaciones y marchas desde hace tiempo sabemos de memoria las críticas: “Pónganse a trabajar, pinches huevones revoltosos”, “¿Qué cambian con marchar?”, “Pura pérdida de tiempo, a los de arriba les vale madres su manifestación”. Bueno, en este artículo vamos a ilustrar brevemente el impacto que las marchas pueden tener sobre nuestras condiciones políticas, sociales, culturales y comunitarias, pues es muy importante comprender qué se gana con marchar.

Son un punto de encuentro ciudadano

Las marchas y mítines sociales tienen entre sus principales funciones consolidar un espacio de encuentro entre los ciudadanos inconformes que sienten afinidad por una causa en común. Es un hecho que la acción colectiva tiene mucho mayor impacto que la individual al momento de hacer demandas sociales y políticas, por lo que se vuelve indispensable que todas esas personas “desconocidas” accedan a un espacio-tiempo donde puedan reconocerse unos a otros, identificarse a partir de un objetivo en común y compartir sus exigencias, demandas, inconformidades, necesidades e intereses. Encontrarse con quien está igual de indignado que yo es un principio clave para el diálogo y la organización social.

 

Permiten ejercer la libertad de expresión

Foto: Desinformémonos

No hay mayor muestra de sumisión de un pueblo que su silencio e indiferencia contra las injusticias y desigualdades sociales. Participar en una marcha es ejercer el derecho a la libre manifestación y la libertad de expresión, y no hay mejor forma de empoderar al pueblo que practicar los derechos que históricamente le han costado miles de vidas conseguir. Por si fuera poco, dado las condiciones de precariedad y abuso gubernamental que atraviesa el país, quedarse callado equivale a ser cómplice del malgobierno, pues es responsabilidad de todo ciudadano exigir que sus gobernantes rindan cuentas, que trabajen para el bienestar de la nación, que cumplan la ley y que se castigue a quien la rompa.


Colocan el mensaje de inconformidad social en el espacio público

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Foto: Proceso

Quizás el principal objetivo de las marchas es este: poner en ojos y boca de todos los temas y motivos de la manifestación. Quienes trabajamos en los medios de comunicación sabemos lo importante que es posicionar un tema en la agenda pública. La semana pasada pudimos presenciar cómo el gobierno de EPN realizó diversos esfuerzos para redirigir el tema del gasolinazo a los saqueos, con el claro objetivo de frenar la creciente ola de inconformidad social que escaló a nivel nacional.

Las marchas se convierten entonces en un altavoz colectivo que le hace frente a los hipócritas y cínicos discursos presidenciales televisados por las cadenas oficialistas. Transmitir el mensaje de inconformidad y las demandas ciudadanas por las calles es indispensable dado que muchos mexicanos pueden desconocer o no conocer a profundidad el tema o la causa por la que se marcha, ya sea por su falta de acceso a los nuevos medios o por simple desinterés.

 

Meten presión y generan cambios políticos

El ejemplo más vigente de este efecto de las concentraciones sociales es el vivido esta semana en varios estados del país. En Nuevo León el Bronco ha decidido tomar medidas de austeridad como bajarle el sueldo a los funcionarios de gobierno y disminuir el cobro de impuestos, mientas que en Baja California Kiko Vega se vió obligado a cancelar el cobro del reemplacamiento vehicular tras la manifestación de más de 10 mil cachanillas el pasado jueves 12 de enero.

A esto habría que agregar el reciente caso del diputado local de Movimiento Ciudadano en el Congreso del Estado, Job Montoya, quien tras votar a favor de la Ley estatal del Agua —que permite la privatización del agua en Baja California—, ha decidido retractarse y retirar el apoyo a dicho proyecto tras observar el descontento ciudadano. 

Así que sí, la organización y acción popular sí pueden intervenir en la política, sólo es cuestión de hacer el ruido suficiente. 


Promueven el compromiso social y la solidaridad

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Foto: Cuarto oscuro

Salir a marchar es darse cuenta de que la lucha no se tiene que vivir de forma individual. Hay una sensación indescriptible que se experimenta cuando la fuerza colectiva es expresada al unísono por cientos de voces. Es la unión de miles de gargantas dispuestas a luchar juntas por su futuro, solidarizadas unas con otras con el sufrimiento y la injusticia compartidas por todos. Marchar juntos es cultivar en cada marchante un pegamento comunitario de necesidad urgente: el compromiso social, el compromiso con el “todos”, con el nosotros.  


Construyen identidad colectiva y generan cohesión social

En la marcha principal, que se dio en la Ciudad de México, se escucharon consignas como “No + gasolinazos” o “¡Fuera Peña!”

Foto: Infobae

En el mundo contemporáneo, donde la globalización y el neoliberalismo han agudizado la presencia del egoísmo narcisita y puesto toda la atención sobre el bienestar individual antes que el colectivo, las marchas se convierten en espacios clave para sembrar cohesión social y comenzar a trabajar una identidad en común.

Una vez que los ciudadanos inician el diálogo y comienzan a formar grupos comunitarios en las diferentes colonias o barrios de la ciudad, es cuestión de tiempo para que la organización social devenga en una integración colectiva forjada por intereses en común, que tiene como consecuencia directa la conformación de una identidad comunitaria. Así, pasamos de ser individuos aislados a formar parte de una comunidad ciudadana ochesionada con distintos niveles de socialización e integración.

Una cita de José Valenzuela, académico e investigador del Colegio de la Frontera Norte, servirá para terminar de precisar este punto tan importante:

“La acción social [en este caso, las marchas] remite a una construcción colectiva de sentido por parte de los actores que en ella participan. Por lo tanto [se distingue] por la conformación de una visión común que orienta la participación de los individuos. Son creencias compartidas que permiten la conformación del sentido de la acción”.


Sirven como espacio de organización social

Foto: El popular

Encontrar consensos colectivos y definir líneas de acción social no es nada fácil, mucho menos si consideramos que cada ciudadano tiene que atender a su familia, trabajar y cumplir con los compromisos que de una u otra manera implican una inversión de un recurso  indispensable para la organización social: el tiempo. Es por eso que las marchas se convierten en encuentros ideales para la organización, pues a la vez que se manifiesta el rechazo público a determinados actores y acciones políticas, se facilita concretar asambleas ciudadanas antes o después de marchar, donde se dialoguen las siguientes acciones a tomar y se definan responsabilidades, cargos y tareas.

Cabe precisar que ante los previsibles intentos del gobierno federal por desestabilizar el naciente movimiento nacional —siendo los saqueos el primero de muchos embates desde el poder—, la organización social será indispensable para evitar que se fracture y divida la opinión y la acción ciudadana. Para ello, es importante que surjan liderazgos ciudadanos, hombres y mujeres que coordinen con honestidad, justicia y valor un movimiento que comienza a cobrar impulso. 

 

Potencian la conformación de movimiento sociales sólidos

Por último, considerando todos los efectos de las marchas aquí descritos, es importante concluir señalando que este tipo de acción pública también potencia la conformación de movimientos sociales sólidos. Claro que para ello se deben dar acciones organizacionales clave para que la manifestación y la acción no se diluyan en salir a marchar una vez, sino que se concrete en la organización ciudadana, el diálogo comunitario y la discusión sobre el aprovechamiento de las diferentes vías disponibles para acciones futuras.Para que un movimiento social florezca se requiere de participación ciudadana, acción colectiva, compromiso y responsabilidad social. Un primer paso para su crecimiento es salir a marchar, por el simple hecho de que esta acción representa un movimiento, una ruptura de la cotidianidad que nos sitúa en un espacio donde hay cientos o miles de ciudadanos dispuestos a construir colectivamente un mismo sentido y objetivo en común.

Mañana domingo 15 de Enero en México saldremos a las calles, y si logramos una convocatoria lo suficientemente grande, esta acción colectiva pudiera convertirse en el inicio de una revolución pacífica hacia un gobierno honesto, justo y verdaderamente democrático, una aspiración con la que no pocas generaciones hemos soñado desde hace decenios. Hagamos lo imposible, hagamos el cambio.

Aclaración: el punto de llegada es la Ventana al Mar


Evento de Facebook:

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