PLUMA DE NEÓFITO: Acostumbrados a los tiranos

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Desde mi leal saber y entender, los mexicanos, y en especial los bajacalifornianos, somos un pueblo acostumbrado a que los tiranos nos gobiernen.

Ricardo Jiménez Reyna* / 4 Vientos

Recuerdo bien que mi padre llegó al departamento donde vivíamos en la Ciudad de México cargando más de una docena de cajas. Me llamó y me dijo: ─”Ricardo, este es un regalo para ti, aquí en estas cajas vas a encontrar algo que te va a gustar mucho.”

Entusiasmado, comencé a abrir uno por uno los paquetes. Cual sería ha sido mi sorpresa que en su interior estaban varias enciclopedias: Enciclopedia de Historia Universal de diez tomos, el Nuevo Tesoro de la Juventud de veinte tomos, Compendio General de México a Través de los Siglos, Biblioteca Juvenil de diez tomos y otras más; aquello fue para mí una locura, estaba excitado, entusiasmado. Volteé a ver a mi padre y le agradecí con la mirada y él, recuerdo bien, con sus ojos a punto de volverse un océano, solo dijo: ─”Este es el mejor regalo que puedo hacerte.”

Inmediatamente comencé a leer la enciclopedia de Historia Universal. Recuerdo bien que el primer tomo lo leí en una noche y así, sucesivamente, hasta que terminé de leer los diez tomos. Al concluir, tras una semana y media de ardua lectura, llegué a la conclusión de que los tiranos, los nefastos, los hipócritas, los perversos y malvados eran el común denominador en la historia de la humanidad y que ellos, los siniestros, fueron los que construyeron lo que hoy se llama civilización humana.

Tras la lectura quedé absorto, desilusionado y algo confundido porque, semanas antes, ya había terminado de leer por tercera ocasión de principio a fin la Biblia y también, en ese libro, encontré que los tiranos, los malvados y los nefastos siempre se salían con la suya.

Pasé varios días de reflexión, análisis y contemplación de aquello que había leído, Comencé a leer el Compendio General de México a Través de los Siglos; tenía mis dudas porque para ese entonces ya habían pasado cuatro años de los hechos ocurridos en Tlatelolco y comenzaban a surgir nuevos movimientos sociales en el país, entre ellos las guerrillas en los estados del sur. Así que comencé a leer con mayor detenimiento estos ejemplares que parecían un verdadero reto; de hecho, tardé más tiempo leyendo esta obra que la Enciclopedia de Historia Universal pues ocupé más de un mes en finalizar y, desgraciadamente, una vez más tenía que concluir que en mi país también los tiranos, los traidores, los nefastos, los hipócritas y los inhumanos eran el común dominador, ellos, los deplorables, eran y seguían siendo los que controlaban a mi patria y esto me llenó de frustración, tristeza, ansiedad y dolor porque buscaba desesperadamente a alguien que realmente hubiera hecho algo noble, digno, humano y loable por los mexicanos y no lo encontraba, aun Hidalgo, aun Allende, aun Morelos, aun Guerrero y aun Juárez solo buscaban (desde mi perspectiva) sus propios intereses, la imposición de sus propias ideología, de sus propios criterios.

Foto: La República

No podía dar crédito a lo que había leído en estas tres obras: «hombres que convencían, manipulaban y utilizaban a otros hombres para lograr sus objetivos, sus metas, por más nobles, bellas, santas o sagradas que fueran estos, siempre era la misma historia: El ser humano contra el ser humano».

Así, tras meses de ardua lectura, por fin terminé mi labor y, en una ocasión, durante la cena, mi padre me preguntó si ya había leído los libros, a lo cual respondí con un frío, seco y corto “sí”.

Entonces el viejo preguntó: ─ “¿Qué opinas, qué piensas?” Tras alzar los hombros solo respondí con otra pregunta: ─ “¿Por qué tanta maldad?” Mi viejo se quedó pensando, terminó sus sagrados alimentos y tras varios minutos de silencio él afirmó: ─”Ignorancia, fanatismo, avaricia; recuérdalo bien: ignorancia, fanatismo, avaricia; no hay más razón, no hay más causa, no hay más origen, solo ignorancia, fanatismo, avaricia.”

Tras levantarnos, él abrió una botella de Old Parr, tomó un vaso, unos hielos y sirvió su acostumbrado trago no sin antes encender la consola y poner uno de sus discos preferidos: El Lago de los Cisnes. Ahí, en esos momentos, llegué y nuevamente pregunté: ─ “¿Por qué lo seguimos permitiendo?, ¿por qué siguen en el poder tantos tiranos, tantos malvados, tantos hombres falsos? Mi viejo comprendió mi duda a la perfección, quitó la aguja del celuloide, tomó otro vaso, puso hielos en su interior, sirvió algo de whisky, me lo entregó, rellenó el suyo y me dijo: ─”Pese a tu corta edad, esta es una conversación de hombres, así que salud.”

Yo era muy joven en aquel entonces, muy joven; apenas había cumplido doce años, Bebí lentamente mi porción, lo disfruté al máximo, cruzamos nuestras miradas y el viejo respondió: ─”En ese libro que tanto te gusta leer, en la Biblia, ahí, creo se enseña que cada pueblo tiene el gobierno que merece, así qué, si tú crees en ese libro, ahí tienes la respuesta, ahí está, no puedo explicarlo de mejor forma, si los pueblos eligen y sostienen a tiranos, como tú les llamas, es porque esos pueblos están acostumbrados a ser tratados con tiranía, pero no lo olvides, todo esto es por ignorancia, fanatismo, avaricia, pero debes recordar que nosotros, como hombres libres y de buenas costumbres, estamos en la obligación, en el deber de enseñar al ignorante, liberar al fanático y exhibir al avaro, solo así las cosas pueden cambiar. “

Después de sus palabras, el silencio. Posterior al silencio, Beethoven, y tras Beethoven siguió Mozart y después el whisky desapareció; la noche fue profunda, la noche dejó marcas en mi ser que hasta la fecha continúan: Desde mi leal saber y entender, los mexicanos, y en especial los bajacalifornianos, somos un pueblo acostumbrado a que los tiranos nos gobiernen y la pregunta aún sigue siendo: ¿Por qué? Y las respuestas son las mismas, las mismas: ignorancia, fanatismo, avaricia y cada pueblo tiene el gobierno que merece.

Imagen: Run Run

Es por ello que hoy hago un llamado a la ciudadanía para ver si, por un milagro, mis palabras encuentran puerto seguro en sus conciencias y esta semilla de esperanza pueda caer en tierra fértil y germinar, y crecer, y llegar a ser una realidad en mi bello estado: bajacalifornianos, necesitamos un líder, no un tirano; necesitamos un líder, no un fanático; necesitamos un líder, no un ignorante; necesitamos un líder, no un avaro; necesitamos un líder, no un gobernante, no un hipócrita. Un líder, no un político,, Un líder, no un nefasto… Y la nueva pregunta es: ¿Estás listo para un verdadero líder o para un tirano?

Está por demás aclarar que después de la charla con mi padre, tomé la decisión de unirme a los grupos más subversivos, clandestinos y revolucionarios que existían en aquella época y a los cuales tenía acceso: pintar paredes, colocar engomados en los muros de Palacio Nacional, La Catedral, Correo Mayor, El Senado y La Suprema Corte de Justicia; secuestrar camiones, quemar patrullas, participar en protestas contra las injusticias y la tiranía, promover conciertos en escuelas y universidades de aquellos cantores que por medio de su voz intentaban crear conciencia social, batallas campales entre grupos opositores, levantones de la policía, de Gobernación, de la Judicial,,

Así, tras años de aquello que para mí era una lucha justa y correcta, mi familia regresa a Baja California y aquí los movimientos estudiantiles en la extinta Preparatoria Ensenada, El Consejo de Huelga y otras agrupaciones clandestinas. Y así hasta llegar a las filas del periodismo donde un gran maestro, Francisco Vargas Bañaga, me enseño una de sus mejores frases: «Los mexicanos no tienen memoria»; a la cual agregaría: «Los mexicanos no tienen memoria y los bajacalifornianos menos», porque desde que Baja California era Territorio Nacional este tipo de hombres dirigió y sigue dirigiendo el destino de mi patria chica, por lo que me sigo preguntando: ¿hasta cuándo nosotros, los ciudadanos de Baja California, vamos a dejar de ser tiranos, ignorantes, fanáticos y avaros para volvernos hombres y mujeres justos, humanitarios, igualitarios, fraternales, equitativos y honestos y así tener un gobierno digno?

No lo sé, pero espero que mis palabras, como dicen Los Fabulosos Cadillac, sean «balas de verdad, balas de paz, balas de justicia» que penetren a lo más profundo de quienes las leen y entiendan que los verdaderos cambios sociales, los verdaderos cambios políticos, los verdaderos cambios nacionales, solo ocurren en el electorado y no en el gobierno.

Como conclusión a todo lo antes expuesto hago propias estas palabras de Flavio Cianciarulo: «Viento de libertad sangre combativa, en los bolsillos del pueblo la vieja herida»

Y no, no soy lopezobradorista ni chairo ni rojillo ni perredista ni petista ni priista ni panista ni morenista ni derechairo ni estupideces de esas; más bien soy antitiranos y esos, por culpa del electorado bajacaliforniano, siguen en el poder.

*Editor, redactor, escritor, columnista, periodista y crítico político independiente.

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