Para encausar la indignación
El umbral de tolerancia del pueblo mexicano es altísimo. Y presupone que no importa que medidas tome el gobierno, estas serán asimiladas en el corto plazo. Es quizá una confusión de sentimientos. La ira por su naturaleza tiene una vida corta. Requiere desgaste emocional. Por otro lado, la indignación debería ser el estado permanente de nuestra sociedad. Tendemos a focalizar nuestra ira al sujeto más inaccesible, en este caso el presidente, sin atender el famoso dicho de; más vale pájaro en mano que cientos volando.
Ramiro Padilla Atondo* / A los 4 Vientos
La ira mexicana semeja una comedia de los tres chiflados, un tipo golpea por atrás a otro, y este responde golpeando al inocente. Algo parecido sucede al tomar gasolineras. Se ataca el efecto y no la causa. Y mientras eso suceda, nuestros funcionarios podrán seguir jugando golf de manera plácida porque les importa un carajo. Lo tienen presupuestado. Después de todo, tienen toda la información disponible. Aparte, por nuestra misma cultura nos encantan los rumores. Vaya usted a saber si son ciertos, lo importante es que circulen.
Pero como una de nuestras principales características es el cortoplacismo, la ira se convierte en un elemento muy útil, hoy me descargaré con toda mi furia, mañana aceptaré sin chistar las medidas del gobierno, porque así es, así siempre ha sido.
Es cierto que la democracia representativa está en crisis.
La historia no es lineal y tendemos a retroceder muchas veces. Las regresiones no son exclusivas de los países subdesarrollados. Las potencias también entran en crisis. No mencionaré a la principal y su nuevo presidente porque es ocioso.
La teoría del mínimo común denominador indica que nuestros elementos de comparación siempre apuntan hacia los malos modelos. Mire usted, México se encamina a ser otra Venezuela. Y en torno a ello circula mucha información. Pero no le dicen a usted que México puede ser como Islandia, un pequeño país que se convirtió en ejemplo de derrocamiento de una clase política:

Reykjavik, capital de Islandia
(Islandia triplica su crecimiento en 2012 tras encarcelar a políticos y banqueros)
Puede usted protestar lo que quiera, pero como le dije anteriormente, estará dándole palos de ciego al efecto y no la causa. Nuestro país nunca saldrá adelante con esta clase política.
Si observa a los candidatos para el 2018, se encontrará con pura cara conocida. Miembros de un mismo sistema sin importar el color. Esos son los que hay que mandar a su casa y para siempre.
Al igual que Islandia nuestro sistema político tiene que cambiar para evitar vivir en el subdesarrollo por toda la eternidad. A todo político de hoy se le debe prohibir volver a ejercer cargo. De lo que sea. Sé que suena utópico pero es posible. La indignación debe demostrarse votando por candidatos independientes con calidad moral. Y toda esta generación debe irse al basurero de la historia.
Sobre el asunto de la manipulación mediática recomiendo:
Estado de Alerta, de Carlos Fazio
Homo Videns, de Giovanni Sartori
Por qué fracasan los países, de Daron Acemoglu
Digo, si quiere aportar soluciones realistas en vez de andar haciendo desmadre. Las cosas no van a cambiar en el corto plazo. Se requiere paciencia y sobre todo organización. Y Sobre todo, ganas de aprender. Que este no es el país que le quiero dejar a mis hijos. Un abrazo.
* Ramiro Padilla Atondo. Escritor ensenadense, columnista y ensayista. Autor de los libros de cuentos A tres pasos de la línea, traducido al inglés; Esperando la muerte y la novela Días de Agosto. En ensayo ha publicado La verdad fraccionada y Poder, sociedad e imagen.