Nuevo embajador, mismas exigencias.

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Eduardo Medina Mora Icaza fue ratificado por el senado como embajador de México en los Estados Unidos. Lleva la encomienda de hacer mucho más que su antecesor.

Manuel Narváez Narváez/ A los Cuatro Vientos

Las cartas credenciales de Medina Mora para nada son extraordinarias, pero si suficientes. En los últimos doce años de su vida política, el nuevo embajador de la sede diplomática más importante de México en el exterior, ha desempeñado el cargo de Director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), en el que estuvo al frente por cinco años, y uno como secretario de seguridad pública federal, en el sexenio foxista.

Calderón aprovechó la experiencia en materia de seguridad e inteligencia del funcionario federal, y lo propuso como procurador general de la república (PGR), responsabilidad a la que renunció  a los dos años de haberla asumido. Dos meses más tarde de su renuncia es enviado, con el aval del senado, como embajador de México en la Gran Bretaña.

Medina proviene de una familia de abolengo. Su tío Xavier Icaza y López Negrete fue ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a mediados del siglo pasado; su primo Carlos de Icaza ha sido embajador de México en Estados Unidos, Francia, Ecuador y Japón, y desde diciembre pasado ocupa el cargo de subsecretario de Relaciones Exteriores.

La línea consanguínea lo conecta con su primo Manuel Medina-Mora Escalante, uno de los hombres más poderosos del grupo financiero Citigroup, de donde es copresidente, responsabilidad apenas asumida a inicios de semana. Como referencia, fue él quien encabezó las negociaciones para que Banamex fuera adquirido por Citigroup en 12,500 millones de dólares en 2001, cantidad  que no fue gravada conforme  a la normatividad mexicana.

Este andamiaje de Eduardo en el servicio público, su incipiente carrera en el cuerpo diplomático, el pedigree sanguíneo y sus relaciones con el capital grande estadounidense, son factores de peso que llevaron al presidente de la república a proponerlo como su hombre fuerte ante la Casa Blanca.

Por su puesto que la encomienda es bastante compleja ya que entraña una cadena de obstáculos mayúsculos porque las prioridades del gobierno de Obama son diametralmente opuestas a los intereses de México.

El presidente norteamericano afronta mayores desafíos en materia económica dada la exorbitante deuda de su país, la cual supera los 13 y medio billones de dólares, y una fuerte oposición en materia de reducción de la venta de armas de alto calibre a ciudadanos norteamericanos.

La Asociación Nacional del Rifle que agrupa a poco más de 4 y medio millones de estadounidenses, de filia republicana, se opone a cualquier política restrictiva que afecte sus intereses; además, cuenta con senadores y representantes muy influyentes en el Capitolio, peso por demás suficiente para mandar a la cola la demanda del gobierno mexicano de controlar la venta ilegal de armas a nuestro país, que es la fuente de poder de fuego del crimen organizado.

Y la otra tarea encargada al embajador mexicano es la de empujar la anhelada reforma migratoria, que permita regularizar el estatus de más de 12 millones de connacionales radicados ilegalmente en territorio estadounidense.

Esta prioridad al sur del Río Bravo contrasta con las decisiones emergentes tomadas recientemente para evitar el abismo fiscal, por parte de la administración Obama y los legisladores gringos. La Casa Blanca no tiene mayores recursos para destinar a los servicios de salud, de retiro y de desempleo que implicarían en caso de aprobarse la reforma migratoria.

Con todo y lo que significa el cambio de imagen y estilo que pretende el gobierno de Peña Nieto con respecto a las relaciones bilaterales con nuestros vecinos del norte, se ve muy difícil que prosperen las intenciones aztecas, pues el orden de prioridades de ambas naciones están invertidas.

Lo que sí está fácil para Medina Mora, es superar el papel mediocre que desempeñó Arturo Sarukhán Casamitjana, su antecesor en la calle Pennsylvania, la misma donde se ubica la residencia oficial de los Obama.

P.D. Debo reconocer que me han sorprendido algunas designaciones de Peña Nieto dentro de su gabinete legal y ampliado; sin embargo, insisto, es tiempo de transitar de los buenos deseos y los discursos, a los hechos.


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