Noche adentro
Noche adentro
Enrique Lomas Urista
Baña mi rostro tu inocencia derramada
el silencio silba su canción de lobregueces
y mi alma tropieza con la luz
que merodea tu cuerpo
lo construye
y lo hace estallar en mis ojos.
Noche adentro
el ruido de la calle es una madrastra indeseable.
El miedo ha sido degollado
su cabeza se deposita
rodando
sobre la arena del jadeo
una parvada de deseo
ha descendido
le ha comido los ojos:
el miedo se ha ido volando en el pico de una caricia
con un trozo de persiana en el recuerdo.
Baña mi rostro tu culpa derramada
tu ropa es ahora un cúmulo de objetos olvidados
por una civilización antigua.
Detrás de tus senos el viento sopla
una canción inmemorial.
El sol se incorpora en tu vientre
para broncear mis manos.
Cuando la alegría de mis dedos
se muere en tu cuello
mis labios necrófilos
aparecen
con la figura voraz de los encuentros.