MUSA VERDE: Siglo XXI, drones y clones
Hemos vivido ya una quinta parte del siglo XXI. Podemos diferenciar la tecnología y los descubrimientos que se quedaron en el siglo pasado de aquellos que aún nos acompañan o se han desarrollado en esta época. Hablamos de drones y clones, de percepción remota y biotecnología, de calentamiento global y sustentabilidad.

Imagen: Rafael Cruz Durán.
Horacio de la Cueva* / 4 Vientos
La conversación tiene un gran comienzo. Naief Yehya (NY) abre con Mundo Dron, breve historia ciberpunk de las máquinas asesinas de la colección Debate, de la editorial Penguin Random House.
Yeyha construye a través de su trabajo de crítico e historiador del cine, investigación literaria y una gran perspectiva una narrativa de cómo llegamos al mundo de hoy.
Para concordar con la tesis de NY debemos suponer que los drones de uso militar son aceptados por la sociedad —occidental y judeo-cristiana— gracias a la aparición en el cine de las películas de Blade Runner, Alien y Terminator.
La tesis se sostiene porque el cine forma y define realidades. Sin embargo, NY nos deja entre espejos confrontados desde donde se reflejan al infinito, pero no analizan el dilema de la creación de la realidad. Somos, en parte, las películas que vemos; sin embargo, la realidad es más rica que sus películas.
¿Qué realidad debemos crear y aceptar? Así como podemos crear un Mundo Dron, también podemos asomarnos a “Hasta el fin del mundo” (1991), de Wim Wenders, donde la percepción remota es vigilante ambiental.

Imagen de clones femeninos: El Universo.
Vivimos el contraste de una cultura de vida y otra de muerte. Construir cualquiera de las dos realidades es posible, pero ¿cuál es la deseable y para quién?
A finales del siglo XX la biotecnología empezó a producir clones, organismos que son copias genéticas idénticas a su madre. La industria quería utilizar a los clones como fábricas vivas de medicamentos y vacunas.
Dolly -la oveja clonada- murió y con ella esa industria. En lugar de clones tenemos fábricas que con bacterias, hongos y virus producen medicamentos y vacunas con ganancias gigantescas.
Nuestra imaginación, inspirada por el Frankenstein de Mary Shelley—citado diestramente por NY en su libro-, dio rienda suelta a clones en la literatura y el cine, y los convirtió en seres extraños, pero jamás únicos.
La historia natural del siglo XIX que contemplaba, amaba y describía a la naturaleza, se convirtió en las ciencias de ecología, fisiología y evolución en el siglo XX, en donde el organismo y su entorno son sujetos experimentales.

En 2017, tras pasar dos años en órbita, una misteriosa nave espacial no tripulada conocida hoy como X-37B, un Vehículo de Pruebas Orbital (OTV, por sus siglas en inglés) aterrizó cerca de Cabo Cañaveral, en Florida, Estados Unidos. La Fuerza Aérea estadounidense dijo en un comunicado que en el organismo estaban “emocionados por los datos recopilados” por la aeronave (AP).
Hoy, en el siglo XXI, la biología es una empresa reduccionista la cual argumenta que la explicación a nivel molecular es suficiente para entender procesos desde intracelulares hasta las adaptaciones de los organismos al cambio climático.
Pero aún esa respuesta se queda corta. La civilización occidental has desarrollado herramientas y técnicas que pueden usarse para crear o destruir, para privilegiar a pocos o beneficiar a muchos, y siempre están acompañadas de una religión o filosofía que las crea y justifica.
Los clones y los drones, nuestras herramientas y tecnologías del Siglo XXI, son espadas de dos filos, y el tajo que usamos depende de quién sostiene la espada, la cual ha llegado ahí no sólo por sus genes, sino también por el ambiente que lo formó.
En la educación occidental mantenemos —apenas— el espíritu jónico de Parménides, donde la mejor alabanza es la crítica y la realidad que se sobrepone a la percepción. Esta actitud nos ha permitido condenar el uso abusivo de las herramientas y las tecnologías, así como desarrollarlas.
También creamos arte, literatura y cine (ficticio o documental) qué, como lo demuestra NY, juegan un papel importante en nuestro entendimiento y expectativa de lo que puede y debe ser.

Imagen en Youtube
¿Queremos un mundo verde y sustentable con tecnologías apropiadas, o uno apocalíptico de replicantes, tecnologías opresivas y sin democracia?
Cada vez hay menos razones para un mundo centralizado. Tenemos tecnologías para generar energía en casa, capturar agua de lluvia y tratar nuestras aguas residuales. La pandemia liberó tráfico al forzarnos a trabajar desde casa, reduciendo la contaminación. Sin embargo, trabajadores esenciales y los que viven al día no pudieron escapar de la pandemia.
Huir del Mundo Dron no será fácil, pero debemos evitar que la muerte caiga del cielo en cualquier momento. La realidad de que tu vida está manos de alguien a miles de kilómetros, y cuya salud mental nadie puede garantizar, significa que todo el planeta está condenado. Esto, claro, si permitimos el desarrollo de ese mundo.
Mis pocos lectores sabrán qué no soy pesimista; planteo soluciones, idealistas tal vez, pero soluciones que nos lleven a vivir en un mundo sustentable y abierto. Para mí, el Mundo Dron es tan sólo otro reto.
* Es Doctor en Filosofía (Zoología) por la University of British Columbia, Canadá. Investigador titular del Departamento de Biología de la Conservación en el CICESE. Especialista en Biomecánica, Conservación de especies y ecosistemas. Es coordinador del programa de Maestría en Administración Integral del Ambiente por parte del CICESE y el COLEF.