Morir en Loma Blanca
Ya que la realidad de Ciudad Juárez y el país no es leve, al menos que este texto sea breve. Los gobiernos de Peña Nieto y César Duarte se empeñan en hablarnos de un cielo sereno que nos cubre. De ese cielo sereno partió un rayo que cegó la vida de diez personas en Loma Blanca, un pequeño poblado valle abajo del río Bravo. Ahora nos dirán que eso no altera la gobernabilidad, que los sicarios se equivocaron, que los números nos dicen otra cosa, que es un episodio aislado, para ocultar que hay un viraje de calidad en todo esto y que los criminales, haciendo una especie de guerra de la pulga, escogen a placer el mejor momento o el mejor territorio para pegar y pegar fuerte.
Jaime García Chávez/ A los Cuatro Vientos
Pienso en ocho hechos, entre otros, que me narró un vecino de aquellos solares:
1. El béisbol en el Valle de Juárez es una diversión dominical de todos los poblados que lo configuran. El equipo que gana el juego celebra con fiesta abierta a todos los lugareños en los patios de sus casas, también abiertos. Algunos suelen ser deportistas que residen en El Paso, Texas. Ese domingo negro ganó Loma Blanca, que rara vez se hace con el triunfo y esta fue razón de más, o adicional, para que celebraran su fiesta en lugar muy cercano a la carretera desde donde se advertía el regocijo.
2. Pero no todo fue así, la tragedia estaba por presentarse: al filo de las 8 de la noche llegaron dos sicarios armados y dispararon a mansalva, con los resultados ya conocidos, y huyeron tranquilamente, según el testimonio que me hizo llegar uno de los lugareños. Quizá creyeron que la paz de que goza un Duarte sonriente, en mangas de camisa, corbata floja y cuello liberado, era el mejor anuncio de que la seguridad para todos estaba entre nosotros, entre ellos.

Sobre la humilde mesita en torno a la cual festejaban su victoria, quedó el Trofeo ganado por los integrantes del equipo de beisbol de Lomas de Blancas, mudo testigo de la masacre.
3. Antes, nuestro informante, nos dijo que a raíz de la muerte de Gabino Salas Valenciano, se inició una guerra entre dos de sus lugartenientes que actuaban en el Valle, uno de ellos en Loma Blanca y otro en Guadalupe D. B. Esos grupos están luchando por controlar el Valle. A estos dos se añade uno más proveniente de Durango con la pretensión de sustituir a Gabino Salas en el control de la zona. Los de La Línea, al ver que se debilitaba Salas Valenciano, vinculado a El Chapo Guzmán, también están presionando. ¿Esto que saben los vecinos, lo saben los gobernantes?
4. También nos informan que después de la muerte de Gabino Salas hubo otros incidentes antes de la masacre de Loma Blanca: en San Agustín asesinaron a cuatro jóvenes desconocidos en un restaurante e hirieron a dos lugareños que estaban ahí a esas horas.
5. En el mismo sentido, días después “levantaron” y balearon a El Roy, que era el representante de Salas Valenciano en San Isidro e hirieron a otra persona.
6. Una semana antes de la masacre de Loma Blanca, secuestraron a cuatro jóvenes en esta comunidad y luego dejaron libres a dos, que eran parientes de una de las familias baleadas mientras celebraban el triunfo beisbolero.

A unos días de la masacre apareció el primer mensaje escrito en el muro de una casa de Loma Blanca, en clara evidencia de que existe una guerra entre grupos criminales que se disputan el control de la plaza.
7. Agrega que el Valle de Juárez es una zona de extraterritorialidad, donde no hay estado ni gobierno. Que se trata de una zona sin ninguna protección policíaca a lo largo de 30 kilómetros de carretera rural que obligaría a hacerlo al municipio o a la llamada Policía Estatal Única, pero nadie vigila la zona, con tan mala suerte que los que mantenían el “orden” eran los agentes del capo Salas Valenciano. Tras su muerte, dicen, agregó yo paradójicamente, quedó la zona en una situación caótica y de “falta de poder en la región”.
8. Así las cosas, ahogado el niño, tapen el pozo. La Policía Estatal hasta ahora hace recorridos por la región pero los vecinos están seguros de que en una semana o dos se retirarán y dejarán todo abandonado otra vez, en la impunidad, como lo hicieron en Creel, en Salvárcar y en tantos otros lugares del estado.

Familiares, vecinos y amigos de las víctimas lloran a sus muertos
Estos hechos me los narró, con dolor y tristeza, un vecino de aquella zona. Me pidió lo reprodujera. Obviamente no me constan, pero me mueven a una doble reflexión: mientras no se acaben en Chihuahua los vacíos del poder gubernamental en zonas hoy controladas por el crimen organizado, continuarán cayendo muchas vidas inocentes. La otra: ¿cuánto tiempo la sociedad continuará creyendo en el engaño gubernamental de que la violencia, como las lluvias, ya escampó? Yo no lo creo porque estos rayos del cielo sereno, provienen de alguna parte y por alguna razón.