México: sobre corrupción y capitalismo clientelista
A menudo se afirma que el problema fundamental de México es la corrupción; en efecto, se trata de un lastre ominoso que nos ha sometido por siglos, sin embargo, sus efectos contemporáneos no los podremos dimensionar si no miramos también hacia la estructura económica sobre la que dicho cáncer se reproduce en la actualidad: el modelo neoliberal.
Alfredo García Galindo* / A los 4 Vientos
Desde fines de los años 70 se fue implementando en todo el mundo capitalista una nueva lógica, la cual ordenaba que el papel del gobierno fuera el de ocuparse en el cuidado de la legalidad y de la seguridad y que fuera el capital privado el que tomara el control de todas las áreas posibles de la economía; esto bajo la idea de que la iniciativa privada es, inevitablemente, más eficiente que el estado para la asignación de recursos y su administración. Fue esta misma lógica la que México puso en práctica a partir del gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado.
¿Qué es lo que falló? ¿Por qué razones México continúa postrado ante la desigualdad y la pobreza, las cuales son condición de otros graves problemas como la violencia y el crimen? Si diéramos por cierto que el capital privado es la panacea para los problemas de un país, ¿por qué sigue sin aparecer un mejor escenario?
La respuesta es relativamente sencilla y puede ilustrarse con un ejemplo burdo pero elocuente: ¿Qué pasará si dejamos que una tienda de abarrotes sea atendida por ladrones incorregibles? Lo obvio; para la noche encontraremos que terminaron por vender o regalar a sus amigos todo lo que pudieron, incluso hasta lo que no debía venderse, como estanterías, la instalación eléctrica y la caja registradora.
Así ha pasado en México: ¿Qué debíamos esperar si los que tienen en sus manos el destino de la política económica padecen de un severo problema de descomposición moral? ¿Cómo no entender que si tenemos un presidente como Enrique Peña Nieto, lo obvio es que iba a poner en manos de un amigo suyo tantas concesiones públicas, que terminaron por hacerlo multimillonario al grado de que le regaló una casa en las Lomas de Chapultepec?
Ejemplificando ahora en términos más generales, ese defecto es el origen de todas esas concesiones mineras, hoteleras, de extracción de gas y de otras industrias, que están destruyendo el medio ambiente; esto porque se originan en las negociaciones de políticos corruptos que ofrecen los recursos naturales del país a sus amigos o al mejor postor, no importando si ello implica también la debacle social de comunidades campesinas e indígenas.
Es así que el credo neoliberal de nuestros políticos de alto nivel, aunado a su arraigada perversión moral, es lo que explica que los destinos del país sean determinados de frente a los intereses privados y de espaldas a las mayorías nacionales y que ello ocurra, además, bajo un velo de beneficio personal que no hace más que reiterar que México cumple a la perfección con lo que Joseph Stiglitz denomina “crony capitalism”, es decir, un capitalismo de amigotes o clientelista.[1]
De este modo, si el clientelismo -expresado por el favoritismo y los privilegios de los políticos hacia sus aliados e incondicionales- ha sido un problema histórico en México, la llegada del neoliberalismo no hizo más que agravar las condiciones de exclusión social que dicho fenómeno genera, porque los recursos y potencialidades productivas del país han sido progresivamente concentrados por el compadrazgo inmoral de los políticos rapaces con los capitales sin escrúpulos.
En suma, es cierto, la corrupción es un grave problema, pero lo es aun más porque se encuentra fusionada con una lógica económica que por sí misma privilegia la concentración de los beneficios en pocas manos. La respuesta inicial entonces debe seguir el camino de lograr la única reforma que los políticos han eludido a toda costa: una reforma del estado que evite que sigamos siendo gobernados por los peores individuos, porque sólo de esta manera se podrá hacer que lleguen al poder los políticos que estén dispuestos a poner en primer lugar el interés de las grandes mayorías sobre el de los negocios privados.
[1] Este vocablo describe a una sociedad capitalista en la que el ámbito de la economía y la política se encuentra corrompido por lazos familiares, de amistad o de negocios privados de tal manera que se pierde el fin normativo del quehacer público y se limitan las posibilidades de desarrollo pues los beneficios tienden a ser concentrados por los políticos y sus aliados privados.
* García Galindo es economista, historiador y doctor en Estudios Humanísticos. Es catedrático y autor de diversos libros y artículos; ha impartido charlas, ponencias y conferencias, enfocándose en el análisis crítico de la modernidad y del capitalismo a través de una perspectiva transversal entre la filosofía, la economía, la historia y la sociología.
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