Mentira y poder
La única institución sólida en México es la de la mentira. Es una institución tan avanzada que permea casi todos los ámbitos de la vida nacional.
Ramiro Padilla Atondo/ A los Cuatro Vientos
Se miente porque es natural, se miente porque se sabe que no habrá consecuencias. El lexicón politicón está lleno de medias verdades, mentiras veniales, mentiras completas. De lo que se trata es de crear una realidad a la medida. La desconfianza generalizada nace de esta costumbre de mentir para conseguir un fin.
Hoy se miente porque se trata de sacar una reforma “necesaria” para modernizar la alicaída industria petrolera. ¿Y cómo se miente?, allí está el quid del asunto. Las elecciones del 2012 pueden arrojar innumerables ejemplos de la creación de una percepción con un fin determinado. Un candidato telegénico que de inicio sacaba una ventaja de 20 puntos porcentuales.
Cualquier ciudadano medianamente informado sabía que esta tendencia en las encuestas era una creación artificial. Giovani Sartori lo expresaría en Homo Videns, diciendo que las preguntas pueden ser redactadas de tal manera, para obtener una respuesta acorde a lo que se quiere.
Un encuestador diría que es fácil hacer encuestas amañadas, lo difícil es hacerlas con exactitud y confiabilidad. Lo mismo aplica hoy para este nuevo “debate” para la reforma petrolera. Los proponentes son los mismos que mintieron durante toda la campaña para obtener el poder. Ahora, después de su llegada, como por arte de magia ¿van a convertirse en los más fieles defensores de la verdad?
Permítanme dudarlo. Einstein diría que no esperes resultados diferentes haciendo lo mismo. Y el sistema en el gobierno no está haciendo nada diferente.
Lo que sucede ahora es que enfrentamos una coyuntura histórica donde los astros se han alineado para los proponentes del neoliberalismo, representados por un gran sector del PRI y todo el PAN. El discurso ambiguo y mentiroso del gobierno intentando resucitar la figura de Lázaro Cárdenas suena tan ajena al PRI como falsa.
El político es un ser mentiroso por naturaleza. Solo basta escucharlos. No se definen sobre temas puntuales sino navegan por la periferia del lenguaje intentando parecer convincentes.
Pueden atraparlos con las manos en la masa y su contestación será la del manual del político mexicano en tiempos del cólera:
—“Mire usted, que las cuentas que se me achacan en bancos suizos, no son más que los intentos de nuestros enemigos, por desacreditar el esfuerzo tendiente a erradicar la corrupción. Es parte de una guerra sucia. El castillo en Francia, no es más que una donación, que por supuesto, agradezco de manera generosa”.
Y cuente usted la cantidad de mentiras que se dirán para obtener jugosos contratos a discreción por la vía legal y de los prestanombres. Más departamentos en Miami, en los alpes Suizos, más aviones privados para tipos cuyo único mérito consiste en ser políticos. Y esta es una verdad de perogrullo. En México no se necesita saber de negocios para ser rico. Solo basta con entrar a la política. Por allí escuché que lo mínimo que deja una gubernatura es cien millones de dólares. Por eso son tan codiciadas. Y como estas gubernaturas sirven para inyectar recursos frescos a ciertos partidos políticos, las consecuencias del robo al erario no existen. ¿O dónde vive el gober precioso?, ¿O el profe Moreira?
En cualquier sistema donde la impartición de justicia fuera medianamente aplicable, este tipo de personajes no existiría. Y por supuesto estas mentiras vienen avaladas por la pasividad de los directamente robados, nosotros. Por eso tienen la cara dura de decirnos en nuestras narices que ahora van por el petróleo, prometiendo más trabajo, que bajará la luz, que vendrán ángeles del cielo a cuidarnos. Y nosotros se la creeremos.
Y se concretará el ocean’s eleven mexicano. La gran estafa. Y dentro de algunos años nos preguntaremos por qué fuimos tan estúpidos como para regalar playas, petróleo, oro, plata, etc. Sin siquiera haber metido las manos. Y en una playa del caribe alguno de los orquestadores del robo reirá a carcajadas y dirá:
¡Ay, mis paisanos! ¡Nunca van a cambiar! ¡México es el paraíso de los políticos!