LOS PERROS GUARDIANES: El animal político de Karnaval

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La sexualidad desinhibida en la vulnerabilidad del animal humano

“Si no se puede ser un gran artista o un gran escritor, después de eso lo mejor es ser un gran delincuente”.

Arsène Lupin, acto III.

Rael Salvador* / A los 4 vientos

            Con inusitada frecuencia leo las reseñas de Juan Francisco Ferré, en su momento XXX Premio Herralde de Novela, con su Karnaval (Anagrama, Narrativas hispánicas, 2012).

            Su franca ironía intelectual le obsequia a la crítica literaria el filo necesario para salir con un tajo en el ojo, como si uno fuera el instante sublime de Un Chien Andalou. 

            El cara a cara, lector-escritor, de nuevo tuvieron su hora de recogimiento este fin de semana.

            Ustedes recordarán aquel semblante de maduro sátiro que se exhibió en las portadas y portales de todos los diarios de la Tierra.

         La imagen de Dominique Strauss Kahn, todavía director del Fondo Monetario Internacional (FMI), esposado y franqueado por los policías como un delincuente imperfecto, como un Jean Genet, robusto en su mansedumbre inútil, en la gloria criminal que no logró alcanzar.

          Digo, mascullo los nombres: Juan Francisco Ferré, Dominique Strauss Kahn, Jean Genet… y, uno superpuesto al otro, guardan los tres un parecido físico y facial impresionante.

            El escritor posee la brillantez abierta de la calva del dramaturgo francés, pero guarda en su mirada la avanzada libidinosidad de Dominique Strauss Kahn.

            El violador tiene la arrogancia maldita de un Saint Genet bondadoso y la matemática prefigurada del rostro de Juan Francisco Ferré.

            El dramaturgo arquea las cejas con el gusto afable de un violador lascivo en escena y posee el gélido cuello que hace de capitel en el cálculo poético de la razón literaria.

           ¿Por qué me entretengo en todo esto?

           Quizá porque al abordar la novela, 529 página de una compacta simetría capitulada, el narrador también se divierte en el gozo cínico de imaginarse como personaje real: “Uno de los hombres más poderosos del mundo, que saltó a los telediarios, a las páginas de sucesos, los debates y los chismorreos de todo el planeta tras ser detenido cuando tomaba apresuradamente un avión de regreso a su país, acusado de violar a una trabajadora emigrante de raza negra en la habitación de un lujoso hotel de Nueva York”, como reza la persuasiva presentación de la casa editorial.

           Ahí se encuentran los copiosos ritos del poder, la operatividad de la hipocresía premeditada, la psicología auscultante del aval periodístico, la refriega de los adjetivos indecorosos, el éxtasis delirante de la sexualidad desinhibida en la vulnerabilidad del animal humano, la copioso observación que detalla los pormenores morales, crueles y despiadados de la historia, icónica y teatral, que se nos narra.

            Después de todo, nada de otro mundo: el cóctel ginecológico de la especie y su líquida y demarcada intensidad espiritual.

            Copa de rey que, por primigenia inercia existencial (el “amor” es sólo un engaño que utiliza la evolución para perpetuar la especie), baja los labios de la sed para aliviarlos a borbotones de impudicia divina.

            Así va y va bien…

           Todos estamos medianamente enterados del desenlace de la camarera Diallo y el animal político DSK –el dios K en la novela– y cómo éste se vio obligado a pagar 1,5 millones de dólares para que la ofendida sexual retirara la acusación incriminatoria y, a su vez, sumara la jugosa tajada recibida a la onerosa cantidad que obtuvo del proceso por difamación contra el New York Post, por haberla tratado en sus páginas como prostituta.

            Cuando ustedes lean estas líneas, estaré maliciosamente sumergido en Providence, la rara finalista en la fiesta del “Herralde” 2009. Mucho más letal que lo que pudo imaginar el mismísimo Carlos Marx: “Una suerte de Ulises de la era digital”, como me lo ha profetizado Bernard Quiriny.

            * Existencialista tardío, Rael Salvador es poeta, escritor y periodista. raelart@hotmail.com


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