Los mártires de la Hermandad yacen empapados en sangre. Egipto: repulsión, vergüenza, indignación.
¿Cómo pueden descansar los muertos? Sus ataúdes de madera eran golpeados contra las rejas de hierro de la funeraria (mashraha), sus familiares gritaron de horror, los cadáveres envueltos en celofán se apilaban muy alto entre bloques de hielo tan grandes que se temía rompieran los huesos de los muertos. A medida de que el hielo se derretía en la mashraha, en las calles brillantes por el fango, los fondos de los ataúdes comenzaron a llenarse de sangre que tras estar coagulada se volvió nuevamente líquida y semejaba un lodo aguado y carmesí. Mártires todos ellos.
Robert Fisk*
Y creo que fue entonces cuando me di cuenta de que los enemigos del depuesto presidente Mohamed Mursi debieron haber comprendido que hace muchos meses que esos cadáveres, esos cuerpos, esos mártires son el pronunciamiento oficial de la Hermandad Musulmana. No hay más. Sin comentarios, en parte porque ya no pueden hablar. Thomas Cromwell, si no mal recuerdo, fue uno de los primeros en asociar el silencio con los muertos, en parte porque ya no tienen necesidad de pronunciarse. La policía dispara y el resultado de una bala destruyendo a los vivos se vuelve la política última. De aquí en adelante, ya no se le ve el fin.

Las mezquitas en El Cairo se convirtieron en depósitos de cadáveres
El barrio de Zeinhom, de la zona conocida como Sayyidah Zaynab, en El Cairo, es un vecindario pobre con sucias cafeterías y calles llenas de basura, con construcciones hechas con adobe de lodo del Nilo que se sostienen una a la otra en el calor de 37 grados centígrados. ¿Será posible encontrar una calle más deprimente para los furiosos hombres y mujeres pertenecientes a la Hermandad que tienen que llorar la muerte de sus seres queridos?
A veces las familias de El Cairo piden estar presentes durante las autopsias que se practican a sus seres queridos; por lo tanto, los lamentos que llenaban el aire caliente de Zeinhom este jueves eran más que rituales de duelo. Algunos quisieron ver en los muertos la más concreta representación de su realidad. Yo conté más de 70 cadáveres. Algunos ataúdes estaban colocados encima de otros y hombres enormes se empujaban y se abrían paso para entrar a la funeraria; algunos se cayeron encima del hielo y de esas espantosas bolsas de celofán.

Partidarios del derrocado ex presidente Mohamed Mursi atacaron edificios gubernamentales e iglesias en la capital de Egipto y otras localidades, en respuesta a la matanza cometida el miércoles 14 de agosto. La cifra de fallecidos es aún incierta; mientras el Ministerio de Salud reportó 638, un portavoz de la organización islamita afirmó que por lo menos son 2 mil 200. La imagen muestra la mezquita de Rabaa Adawiya, en El Cairo, después del desalojo de un campamento instalado en ese sitio (Foto Reuters)
Los rostros de esos muertos estaban cubiertos por nudos del celofán, su espectral presencia a veces era aligerada por el alivio de ver un par de pies, aún cubiertos por zapatos baratos de suela de goma que asomaban de camillas que estaban colocadas en el suelo, entre los ataúdes.
Entre las personas que estaban en la funeraria se hacían comentarios sobre acercarse a los policías (a quienes nunca vi) y sobre ir a las instalaciones de la alcaldía de Giza, que está de camino a las pirámides, para prenderles fuego, decían con entusiasmo.
Así volvemos a la pregunta de fondo: ¿Por qué tantos muertos?
En una calle cercana encontré a Abeer Saady, reportera del periódico Sharouk y vicepresidenta del Sindicato Egipcio de Periodistas, que miraba a la multitud. Antes, ella estuvo buscando el cuerpo de un colega; Ahmed Abdul Dawed, un simpatizante de la Hermandad Musulmana que, ironía de ironías, trabajaba para el periódico gubernamental Al Akhbar.
La Hermandad quiere enaltecer la figura de los muertos que el gobierno quisiera dejar en el bajo perfil, me dijo Abeer Saady con tristeza. Desde luego son muchos más de los 194 que el gobierno admitió originalmente. Yo calculo que hay entre 350 y 500 muertos.
Pero si yo vi 70, sólo este jueves, sospecho que las fatalidades bien pudieron llegar a mil o más. Otros periodistas árabes pagaron el mismo precio que Ahmed Dawed. Habiba Ahmed Abd Elaziz trabajaba para Gulf News, pero estaba de licencia de su empleo cuando fue baleada cerca de la mezquita de Al Adawiyeh, en Ciudad Nasr.
Hace mucho tiempo que la Hermandad abandonó cualquier afecto por los periódicos locales, pero aún tienen tiempo para los infieles de la prensa extranjera. Pese a esto, sus respuestas a mis preguntas fueron muy distantes.

Dolientes intentan ingresar varios cuerpos a la morgue para alejarlos del intenso calor en El Cairo (Foto Xinhua)
¿Quién es?, le pregunté a un joven que estaba parado junto a un cuerpo cubierto por una keffiyeh. A usted qué le importa, me contestó. Le murmuré algo estúpido de que era un ser humano y merecía tener nombre y sólo se encogió de hombros. Un anciano sentado sobre la tapa de un ataúd me dijo que adentro del mismo yacía un hombre llamado Adham. Insistí en saber su nombre completo porque estoy convencido de que los nombres vuelven reales a los muertos.
Mahmoud Mustafa, me gritó otro hombre cuando le señalé el montón de hielo que cubría a su hijo muerto. Otro hombre me dijo que estaba cuidando el cuerpo de Mohamed Fared Mutwali, quien tenía 57 años el miércoles, cuando lo mató la policía. Lentamente, los nombres devolvieron la vida a los muertos.
Luego, un joven listo que trataba de hablar en inglés pero estaba llorando puso su mano en mi hombro y señaló otro bulto de celofán. Ése era mi hermano, dijo. “Le dispararon ayer. Era médico. Su nombre era doctor Khaled Kamal y estudió medicina en Beni Suef, en el norte de Egipto. La gente se aferró a la única palabra de inglés que entendieron y gritaron doctor, doctor, una y otra vez.
No puede uno ver estas cosas, escuchar estas palabras y pensar que la tragedia de Egipto quedará sepultada hoy con los muertos. Desde esta mañana, a través del mundo árabe, esta semana que es la más sagrada para los musulmanes, quedará asociada con la violencia tanto como con la oración. La Hermandad recordará a sus muertos en las mezquitas de El Cairo y los egipcios esperarán una reacción del gobierno, de la policía y del ejército. Una respuesta del general Abdel Fattah Sisi.

La mezquita de El Cairo se transformó en una inmensa morgue con decenas de cadáveres esparcidos. Fotos: Afp y Reuters
Desde luego, se puede intentar balancear el dolor afuera de la funeraria con la normalidad con que el gobierno quiere que todos en El Cairo disfrutemos los caminos que han dejado de estar bloqueados, los camiones que limpian la destrucción que quedó donde se encontraba el campamento de Ciudad Nasr, el anuncio de que se reanudará el servicio ferroviario entre la capital y Alejandría.
Sin embargo, hay pequeñas cosas del lugar donde están los muertos que se quedan en la mente. El hombre que me alienta a entrar a la funeraria y que no deja de rezar, el alegre plástico azul con el que forraron el exterior de un ataúd y la incongruencia de ver en él una etiqueta de Etihad Airways pegada torpemente en un extremo.
En la acera de enfrente, dos vendedores de café discutieron y luego comenzaron a pelarse y de pronto la calle está llena de vidrios y piedras pues la gente que simpatiza con el gobierno salió de sus deteriorados hogares y se convenció de pronto de que el más bajo de los vendedores de café es de la Hermandad Musulmana. Después, una pandilla de hombres de Mursi aparece y empieza también a arrojar piedras.
Un microcosmos de anarquía que le recuerda a uno de la fragilidad que se vive en El Cairo. Será bueno volver a la relativa seguridad del viejo Hotel Marriot, sobre la ribera del Nilo. Pero no es así. Tan pronto como llego a lo que considero mi hogar en la capital egipcia me entero de que Raad Nabil, un policía turístico que lleva años trabajando en el hotel caminaba rumbo a su casa al otro lado del río, en el barrio de Mohandeseen, hace unas horas, cuando un grupo de hombres lo amenazó. Él sacó su pistola y disparó al aire, pero uno de los hombres le arrebató el arma y la apuntó contra Raad Nabil, un hombre indefenso de poco más de 50 años, y le disparó en el corazón.
Me pregunto qué nos dice eso. Seguramente se trata de otro pronunciamiento.
Egipto: repulsión, vergüenza, indignación.
Repulsión, vergüenza, indignación. Todas estas palabras se aplican a la desgracia de Egipto en las seis semanas anteriores. Un golpe militar, millones de encolerizados simpatizantes del dictador electo democráticamente y después derrocado, versiones sobre mucho más de mil simpatizantes de la Hermandad Musulmana asesinados por la policía de seguridad ¿y qué nos dicen las autoridades este domingo? Que Egipto es víctima de una maligna conjura terrorista.
Robert Fisk**
El lenguaje habla por sí mismo. No una conjura terrorista cualquiera, sino una tan terrible que es maligna. Naturalmente, el gobierno adquirió este uso de la palabra terrorista de Bush y Blair, otra contribución occidental a la cultura árabe. Pero va más allá: nos informa que el país está a merced de fuerzas extremistas que quieren crear guerra. Uno pensaría al escuchar esto que la mayoría de los muertos en las seis semanas pasadas fueron soldados y policías, cuando en realidad fueron manifestantes inermes.

Partidarios de la Hermandad Musulmana y del derrocado presidente egipcio Mohamed Mursi gritan consignas contra el Ministerio de Guerra y del Interior, ayer, durante una protesta frente a la mezquita de Al Istkama, en la Plaza de Giza, al sur de El Cairo (Foto Reuters)
Y ¿quién tiene la culpa? Obama, desde luego, por alentar el terrorismo con sus plañideras quejas de la semana pasada… o eso dicen las autoridades egipcias. Y nuestros viejos amigos, los medios extranjeros. Son los canales infieles –incluida Al Jazeera– los que han alimentado el odio en la tierra de los faraones, según la prensa egipcia (que ahora es tan plañidera como Obama en su servilismo hacia los nuevos gobernantes).
Fuera de la mezquita de Fath, en El Cairo, el sábado pasado, partidarios de los militares maltrataron a reporteros y camarógrafos, entre ellos algunos alemanes e italianos, e incluso por un rato Al Jazeera se alejó de la escena. The Independent corrió sus riesgos, con Alastair Beach con la Hermandad, dentro de la mezquita sitiada.
Afuera de ella, yo andaba con un gastado sombrero de turista entre los esbirros de seguridad y los partidarios del ejército; un amigo egipcio me ayudó, explicando de modo no muy amable a los de las cachiporras que yo era un anciano turista inglés que había salido de su hotel para ver qué pasaba. Dejé en mi bolsillo mi libreta y mi teléfono móvil. Bienvenido a El Cairo, escuché varias veces mientras los soldados disparaban al aire.
Para ser justo, déjenme recontar un pequeño momento esperanzador entre el drama del sábado. Dos egipcios se me acercaron y dijeron, con mucha sencillez: Es muy injusto tener a esa gente en la mezquita sin agua ni comida; son seres humanos como nosotros. No eran partidarios de Mursi, pero no parecían simpatizar con la policía. Eran sólo egipcios buenos y decentes, humanos, como los que todos esperamos que formen la verdadera mayoría.
Esto me lleva a recordar una mentira al típico estilo de Obama, la semana pasada. Vino cuando el presidente de Estados Unidos decidió hacer una pausa en sus vacaciones de golf para comentar la violencia en Egipcio. Describió a los opositores a Mursi –ahora representados por un general, Abdel Fatah Sisi, también ministro de la defensa y viceprimer ministro– como muchos egipcios, millones de egipcios, tal vez una mayoría de egipcios. De este modo Obama acreditó al golpe un apoyo mayoritario. Cómo debió de haber complacido al general Sisi, quien habla un excelente inglés estadunidense, ese pequeño conjunto de palabras en clave.
Y resulta extraño que los periodistas supuestamente maliciosos hayan estado minimizando las acciones asesinas de las fuerzas de seguridad egipcias. En repetidas ocasiones Al Jazeera se ha referido a ellos como hombres armados, como si no estuvieran uniformados ni dispararan desde la azotea de un cuartel de policía. Los editoriales en Occidente han descrito las matanzas perpetradas por policías egipcios como mano dura, como si Lewis y Hathaway hubiesen aporreado en la cabeza a algunos chicos malos. Un amigo digno de confianza me dijo el otro día que nuestros líderes occidentales están tan hartos de los manifestantes que infestan las reuniones del G-8 –donde siempre se aplican las acostumbradas advertencias contra el terror–, que tienen simpatía innata por los policías y un odio implícito a todo aquel que protesta. ¿Cómo olvidar la simpatía de Blair hacia los brutales policías antimotines italianos, hace unos años?

El Rey Abdalá
Pero el ejército y la policía de Egipto pueden confiar en la ayuda de nuestros queridos amigos los sauditas. El propio rey Abdalá ha prometido miles de millones de dólares para el pobre Egipto ahora que la generosidad de Qatar se ha secado. Sin embargo, los egipcios harían bien en desconfiar de los obsequiosos sauditas: la casa de Saud no se interesa realmente en ayudar a ejércitos extranjeros –a menos que vayan a salvar a Arabia Saudita–, pero sí participa mucho en apoyar a los salafistas del partido Noor, los fundamentalistas que ganaron un extraordinario 24 por ciento en la pasada elección parlamentaria egipcia, y que sin miramientos decidieron aliarse con el general Sisi cuando Mursi fue derrocado. Los conservadores salafistas son mucho más del agrado de los sauditas que los miembros potencialmente liberales de la Hermandad. Es a ellos para quienes el rey abre su bolsillo. Y si por desventura pudiesen formar una mayoría con los miembros desencantados de la Hermandad en las próximas elecciones, el califato de Egipto estaría un paso más cerca.
Ahora, el otro lado de la historia. Es cierto que hombres armados han abierto fuego desde las filas de partidarios de la Hermandad. Un puñado cuando mucho, y eso no justifica que la prensa egipcia llame terroristas a decenas de miles de personas; pero tanto mi colega como yo los hemos visto. Los ataques a los templos son reales. Se han incendiado iglesias. Hogares cristianos han sido agredidos por vándalos; la víctima más reciente fue una niña de 10 años, Jessi Boulos, cuando regresaba de su clase de Biblia en un barrio pobre de El Cairo.
La furia anticristiana es ahora política e ideológica. Es una persecución. Tal vez el papa Tawadros lamente haberse tomado la foto con los partidarios del golpe. Pero el jeque de Azhar estaba en esa misma fotografía… al igual que los salafistas.
Oh, sí, y ahora el gobierno matraquea con la necesidad de disolver la Hermandad. Puesto que sus miembros ya son capturados por la policía, no estoy seguro de lo que se pretende lograr con esta disolución. ¿Acaso los británicos no declararon ilegal al Ejército Republicano Irlandés? ¿Lograron acabarlo con eso?
El viernes pasado, después del toque de queda, cruzaba yo el puente 6 de Octubre sobre el Nilo cuando vi más de 30 jóvenes con túnicas tipo galabia, sentados en el pavimento con las manos sobre la cabeza. Entre ellos caminaban a zancadas policías de uniforme negro, con escopetas, y bandas de beltagi –los muchachos rudos empleados por la seguridad del Estado (supongo que podríamos llamarlos terroristas buenos–, y de pronto supe lo que significa el estado de emergencia. Temor. Cero derechos. Cero órdenes de aprehensión. Cero ley.
Matan en Egipto a 38 militantes de la Hermandad Musulmana
Atacan convoy que llevaba más de 600 detenidos a una cárcel en las afueras de El Cairo. Simpatizantes de Mursi cancelan marchas en varias ciudades por cuestiones de seguridad. El ministro de Defensa asegura que el ejército no permanecerá en el poder indefinidamente
La Jornada***
El Cairo, 18 de agosto.- Las fuerzas de seguridad de Egipto mataron hoy a 38 miembros de la Hermandad Musulmana que eran trasladados a una cárcel en las afueras de esta capital, en un convoy que transportaba a unos 612 islamitas capturados el viernes y el sábado durante la ola de manifestaciones en favor del derrocado presidente Mohamed Mursi.
Las primeras versiones sobre la muerte de los islamitas surgieron al final de una jornada en la que los egipcios comenzaron a retomar sus actividades económicas habituales, en el primer día laboral de la semana en esta región.
Al Jazeera, televisora qatarí con cobertura internacional, dio a conocer que un grupo de simpatizantes de Mursi tomó como rehén a un oficial de la policía, pero al tratar de rescatarlo otros agentes dispararon desde afuera del vehículo en el que estaban y mataron a todos sus ocupantes.
La segunda versión surgió cuando la televisora estatal informó que un grupo de hombres armados intentó tender una emboscada al convoy integrado por varios vehículos, desatando un tiroteo con los uniformados encargados de la operación de traslado a la prisión de Abu Zaabal, 60 kilómetros al norte de El Cairo.
Un tercer recuento de hechos fue dado por el Ministerio del Interior en un comunicado, en el que ratificó que el convoy fue blanco de un ataque a manos de hombres armados cuando estaba cerca de la cárcel de destino.
Al momento de caer bajo fuego, algunos de los detenidos intentaron escapar de los custodios. En medio de la emboscada, los policías dispararon sus armas y lanzaron bombas de gas lacrimógeno, algunas de las cuales cayeron en el interior de uno de los camiones que transportaban a los islamitas, quienes según la versión oficial murieron asfixiados. Los uniformados abatieron además a un número no especificado de atacantes.

La madre de un partidario de los Hermanos Musulmanes solloza ante el cadáver de su hijo en una morgue improvisada de la mezquita de El Eyman en El Cairo.
La Hermandad Musulmana denunció que 52 de sus miembros fueron asesinados en estos hechos, pero sin hacer mención de la emboscada.
Para este domingo estaban previstas nuevas manifestaciones en la capital y otras ciudades del país, pero la Hermandad Musulmana y otras asociaciones políticas aglutinadas en la Alianza contra el Golpe decidieron cancelarlas de última hora, por falta de condiciones de seguridad, y horas después de que la policía y el ejército realizaron redadas en casas de islamitas en El Cairo y otras localidades.
El gobierno interino no dio a conocer la cifra exacta de capturados durante la madrugada de este domingo, pero el sábado informó de la detención de mil cuatro simpatizantes y miembros de la organización político militar que, a través del Partido Libertad y Justicia, ganó las elecciones legislativas y presidenciales de 2011 y 2012.
Las autoridades dijeron que el sábado murieron 79 personas en distintos puntos del territorio y que la cifra total de decesos desde el miércoles llegó a 888 (70 policías entre ellos), lo que contrasta con los dos mil 600 que la Hermandad Musulmana calculó el viernes.
El gobierno interino no precisó si hubo fallecimientos durante el desalojo de la mezquita Al Fatah de El Cairo, donde hubo disparos y forcejeos durante unas 12 horas el sábado.
Después de varios días de silencio, el ministro de Defensa y jefe del ejército, Abdel Fatah Sisi, hizo sus primeras declaraciones sobre la matanza de 638 personas el miércoles pasado y afirmó que el Estado egipcio se mantendrá firme contra cualquier intento de destrucción de las instituciones.
Sisi dijo que las fuerzas armadas no intentan permanecer en el poder indefinidamente y pretenden cumplir un plan de restablecimiento de la vida institucional, rota el 3 de julio con el golpe de Estado.
Tenemos un gran interés en preservar el islam en su entendimiento correcto y principios tolerantes, que están lejos de aterrorizar a los ciudadanos, dijo Sisi, quien afirmó que su mensaje a los seguidores de Mursi es que hay sitio para todos en Egipto.
Mensaje a inconformes: en el país hay lugar para todos
Al hablar con jefes militares y policiales, Sisi advirtió que el gobierno no cederá ante lo que caracterizó como la violencia de los islamitas.
No guardaremos silencio ante la destrucción del país ni ante la quema de las instituciones religiosas, dijo el ministro Sisi en alusión a los ataques a 37 templos cristianos en diversas localidades del país.

Hermanos Musulmanes organizan nuevas protestas
En otro intento por restablecer el orden, el Ministerio del Interior anunció la prohibición de los comités populares, milicias de barrio que se han formado en los últimos días para responder a la movilización de mahometanos seguidores de Mursi, y han estado atacando a personas que consideran sospechosas –hombres con barba o mujeres con islámico–, así como a periodistas extranjeros, a quienes acusan de defender a los islamitas.
*© The Independent Traducción: Gabriela Fonseca Publicado por La Jornada en : http://www.jornada.unam.mx/2013/08/16/opinion/021a1mun
**© The Independent Traducción: Jorge Anaya. Publicado por La Jornada en:Subir al inicio del texto http://www.jornada.unam.mx/2013/08/19/opinion/026a1mun
***La Jornada, con información de Ap, Afp, Reuters, Xinhua y Dpa