Los gabachos son los cómplices del PRI
Nada como mirar con espanto la corrupción mexicana. Los gringos han erigido mediante su sofisticada maquinaria de propaganda una suerte de muralla moral. Es bonita, es vendible, pero está lejos de la realidad.
Ramiro Padilla Atondo* / A los 4 Vientos/Foto: Reuters
Los mexicanos vemos con espanto los manotazos que el gigante torpe da a diestra y siniestra. De repente puede ser amigable o levantarse de mal humor y señalarnos con el dedo flamígero. Acusarnos de violadores y rateros, de criminales y lo que se les ocurra.
Y nos espantamos porque la historia nos ha enseñado que o se hacen las cosas a su manera o nos cae el chahuistle. Pero lejos de esa imagen tan vendible de un ogro implacable de cortas entendederas deberíamos mirar un poco más adentro de su sistema para ver cómo funciona.
La verdadera cultura del norteamericano no es la guerra. Es el dinero. Todo es medible en dólares. Incluso los matrimonios. Son los reyes de los acuerdos pre nupciales. Todo se maneja en función de ganadores y perdedores.
Como todos los análisis, las generalizaciones son malas. Pero necesito un punto de referencia. Y lo voy a utilizar.

El dinero domina la mente y la cultura del estadounidense. Imagen de NYT en internet
La cultura protestante eliminó el conflicto inherente a los votos de pobreza del cristianismo primitivo y los pragmatizó; tener éxito económico es bueno a los ojos de Dios. El derecho a la propiedad y la defensa del patrimonio se convirtieron entonces en pilares fundamentales de la psique norteamericana, el dinero es bueno venga de donde venga. El culmen de este sinsentido del dinero por el dinero fue la crisis del 2008.
Por eso no es de sorprender que desde siempre se le haya permitido a los políticos mexicanos comprar lo que les venga en gana en Estados Unidos. Quizá ya una parte del producto interno bruto mexicano repose en todo tipo de propiedades en la unión americana.
Es una situación de ganar o ganar. Si las compras se vuelven escandalosas el gobierno norteamericano las expropia y luego las saca a remate. Esto es, primero, las compañías de bienes raíces le venden caro a los rateros, luego el gobierno las expropia. Negocio redondo. ¿Existe algún programa del gobierno mexicano para repatriar esos capitales? O los gringos solamente se ríen.
¿Hay una política de rastreo de capitales emanados de la corrupción? Al parecer la respuesta es negativa. Los norteamericanos son cómplices de los políticos mexicanos. ¿Cómo puede un gobernador como Duarte comprar propiedades a mansalva sin que haya ningún organismo regulador en Estados Unidos que pueda rastrear su origen? Porque si usted maneja más de diez mil dólares de Estados Unidos para acá tiene que declararlos.
Tanto peca el que mata la vaca como el que le agarra la pata. Los norteamericanos podrían acabar con la corrupción en México si se lo propusieran.

Javier Duarte cuando aún gobernaba Veracruz y mostraba el abierto apoyo del presidente Enrique peña Nieto y de su gabinete. Foto del Gobierno del Estado de Veracruz, enero de 2016
Regresemos un poco. Donald Trump quiere construir una barda. Si la barda sirviese para evitar los miles de millones de dólares que entran al narco y las armas, la propuesta tendría consenso en ambos lados. Nosotros mismos la construimos. Un muro alto y hermoso que supondría tranquilidad para el país. Pero, ¿Qué creen?
No es conveniente para ellos. Somos los mexicanos los que deberíamos estar encabronadísimos con los gabachos. Ellos son los drogadictos y rateros. Y encima nos acusan a nosotros de serlo.
* Ramiro Padilla Atondo. Escritor ensenadense, columnista y ensayista. Autor de los libros de cuentos A tres pasos de la línea, traducido al inglés; Esperando la muerte y la novela Días de Agosto. En ensayo ha publicado La verdad fraccionaday Poder, sociedad e imagen.