Las universidades en México: ¿productoras de saber o fabricantes de títulos?
Joaquin Bohigas Bosch/4Vientos
Hace tres años, mientras devoraba unos deliciosos bocadillos que los alumnos de la Escuela de Gastronomía prepararon para una ceremonia de la Academia Mexicana de Ciencias, escuché una singular discusión entre dos funcionarios de altísimo nivel de la Universidad Autónoma de Baja California.
Acababan de publicar uno de tantos polémicos estudios que clasifican a las universidades. A estos personajes les preocupaba hondamente que la Universidad de Colima estuviera mejor colocada, e intercambiaban ideas para invertir esta relación. Intrigado, pregunté qué sitio ocupaban. Quedé atónito: la Universidad de Colima estaba en el lugar mil y varios cientos y la UABC el mil y varios cientos y más.

El primer estudio comparativo entre universidades se hizo en Estados Unidos en 1983. Desde entonces han proliferado estudios comparativos nacionales, regionales y globales..
Apuré lo que quedaba de la exquisita empanada de chorizo de mariscos. Luego les dije que, en mi opinión, lo verdaderamente preocupante no era que la UABC fuera ligeramente peor que la de Colima, si no que ambas universidades tuvieran un nivel tan bajo en comparación con cientos de otras. Palabras más, palabras menos, añadí que no tenía sentido perder el tiempo en una provinciana competencia entre pigmeos, que sería mejor aspirar a más tratando de copiar las prácticas y virtudes de las universidades mejor evaluadas. ¡Hay cientos de donde escoger!
Recibieron mis comentarios con glacial frialdad. Opté por huir a la barra, pedir que rellenaran la copa y degustar más (demasiados más) aperitivos. Entre bocado y bocado, pude oír partes sustanciales de su plática: para darle alcance a los colimenses, se propusieron abrir más carreras, graduar a más estudiantes, doctorar a más profesores, tener más posgrados, obtener más certificados ISO. Más, más, más. No recuerdo que usaran la palabra mejor.
De vez en cuando, con algo de morbo, hurgo en la red para ver si estos insignes funcionarios alcanzaron su meta. Hasta ahora no. En estudios que comparan a las universidades de América Latina – 4International Colleges & Universities, Webometrics y QS – la Universidad de Colima está situada en los lugares 62, 91 y 132, mientras que la UABC ocupa los sitios 94, 110 y 136. Por cierto, siguen estando entre las dos mil mejores universidades del planeta (lugares 1390 y 1650 en Webometrics).
Hay excelentes profesores, investigadores y estudiantes en la universidad de Baja California. También hay centros y grupos de investigación, escuelas y facultades, que se toman en serio su lema: “por la realización plena del hombre”. Evidentemente, estas personas e instituciones son insuficientes para que la UABC tenga mejores notas que la Universidad de Colima u ocupe un sitio más honroso a nivel latinoamericano y global.
Quizá es porque los estudiantes que llegan a la universidad cargan con creencias irracionales, malas prácticas de estudio, pobres hábitos de lectura, inadecuada preparación en materias básicas, poca curiosidad, escaso interés hacia la cultura y una débil capacidad crítica. En efecto, Baja California ha tenido muy malos resultados en los exámenes ENLACE y México ocupó el lugar 50 de 65 países que se presentaron a las pruebas de lectura, ciencias y matemáticas que la OCDE le hace a estudiantes de nivel medio, por debajo de Chile y Uruguay. Un resultado desalentador pero, consuelo de tontos, los adolescentes mexicanos al menos tuvieron un mejor rendimiento que los de Brasil, Colombia, Argentina, Panamá y Perú.
Nutriéndose de mejores estudiantes, la calidad promedio de la universidad mexicana no debería ser peor que la de esos países latinoamericanos. ¿O no?
En el estudio de Webometrics, sólo la UNAM y la UAM están entre las veinte primeras de la región. Entre las cien mejores, México tiene menos universidades por habitante que Argentina, Brasil, Chile y Colombia. Los otros estudios citados dan el mismo resultado. Al promediar el puntaje dado por QS, México ocupa el tercer sitio cuando se consideran las primeras cien universidades, pero desciende al noveno en una muestra de 250. De estos estudios se infiere que tenemos pocas universidades redimibles y que la mayor parte de ellas son inferiores a las de otros países latinoamericanos, que a su vez están muy por debajo de las orientales, anglosajonas y europeas.
Aun excluyendo los aristocráticos centros sociales dedicados a construir alianzas políticas y empresariales, así como las escuelitas que lucran con los jóvenes rechazados por universidades estatales, este precario análisis sugiere que, en términos generales, la educación superior en México podría ser peor que la educación media. Algo inesperado.

Lucrando con la esperanza, las universidades “patito” son la peor cara de la privatización educativa.
¿Por qué son bajos los puntajes de la Universidad de Colima, la UABC y tantas otras respetables universidades públicas y privadas en nuestro país? Según los indicadores de QS, principalmente por tener una reputación pobre en el mundo académico y en el mercado laboral. Es decir, porque estiman que el egresado promedio está mal preparado. Relacionado a ello, también advierten que nuestras universidades tienen insuficientes profesores e investigadores de tiempo completo y con doctorado, así como escasa presencia en la red y pocos resultados en investigación y desarrollo. Es decir, tienen dificultades para crear y estar al tanto de los últimos avances del conocimiento.
Resulta mucho más sencillo elaborar, evaluar y establecer metas de cantidad que de calidad. Como lo hace la burocracia que, lejos de las aulas y los laboratorios, dirige la educación superior en México. Su eficientismo puede ser grotesco, peligroso. Por ejemplo, con tal de tener una mejor “eficiencia terminal” y poder titular a muchos licenciados y doctores, automáticamente ven con malos ojos a profesores “duros” y deliberadamente dan “facilidades académicas”.
Con frecuencia, el título universitario es un producto mercantil, no un certificado de excelencia o un bien social. En una fábrica de diplomas, como en una de cerillos, hay poco interés hacia la cultura y el conocimiento y, en consecuencia, poca tolerancia hacia la diversidad y la libertad de expresión. Un caso reciente: por motivos políticos, a los estudiantes y profesores de la UABC-Tijuana les negaron el derecho de escuchar a Paco Ignacio Taibo.

La renovada raíz del mal. Nuevo equipo de políticos y burócratas que estará a cargo de la educación en México. ¿Serán tan malos como los que tuvimos en los anteriores dos, tres, cuatro, … sexenios?
¿Cuál es el remedio? Para empezar, las universidades deben ser dirigidas y auditadas por profesores e investigadores universitarios, no por personajes que hacen carrera en la burocracia.