Las ideas y la palabra, una fuerza descomunal

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Demás está decir que hoy el debate sobre las ideas y sobre la libertad de expresión es un tema que está provocado un especial interés entre quienes hacen política.
La querella elemental sostenida por los opinólogos que siguen anclados en la vieja cultura priista, tan llena de banalidad, chabacanería, patrioterismo y corrupción, poco a poco empieza a dejar de ser tema de discusión.
Otros, los menos por cierto, hacen un esfuerzo teórico para darle valor a las ideas y a la palabra que permitan la elevación del debate y contribuyan a la construcción de un proyecto político arropado por el desarrollo de la conciencia de clase, el impulso de las convicciones revolucionarias y la creación del instrumento cohesionador, dirigente, que sea capaz de conducir y de coordinarse con todas las resistencias que luchan contra la vieja cultura que nos ha dejado la burguesía
Jesús Sosa Castro/ 4 Vientos
El “debate” que debieran desarrollar los distintos liderazgos partidistas y precandidatos a encargos de representación popular, es tristemente empobrecedor. Y lo es, no porque los “ideólogos “ piensen que hay importantes déficits de cultura política en nuestro pueblo, sino porque hay una pobreza intelectual verdaderamente lamentable en casi todos los que han hecho de esta actividad un modus vivendi que, a contracorriente de lo que se necesita, viven de la política sin decencia ni formación ideológica. Les ha bastado ser un poco lambiscones y un mucho inmorales para convertir esa herramienta en una lastimosa vergüenza nacional.
Si hay que participar en la construcción de nuestra democracia tenemos que mirar al través del mundo de las ideas, de la enseñanza, de la reflexión y el debate.
El escritor, poeta y dramaturgo francés Víctor Hugo decía que “nada tiene tanta fuerza como una idea cuando le llega su hora” (*)
En México, pocas ideas aportan los opositores que quieren volver a conducir los destinos del país.

Andrés Manuel López Obrador cuida su cartera cuando el candidato presidencial panista Ricardo Anaya, violando las normas del debate, invade el espacio del candidato de Morena. Foto: internet

Con la excepción del presidente López Obrador, sus oponentes y la inmensa mayoría de los hasta ahora precandidatos a gobernadores , diputados federales y locales no dicen nada importante que llame a la discusión y a un debate de ideas. Su discurso es el típico manoseo de los lugares comunes en el cual no hay compromiso con nadie sobre nada que trascienda la ramplonería y la banalidad. A tal grado existe la pobreza ideológica y política sobre los problemas del país, que muchos preecandidatos de la izquierda, del PRI, del PAN y de la diesmada chiquillada, se la pasan chapoteando en las aguas del viejo discurso patriotero, del pupulismo, del autoritarismo y del fracaso de la cuarta transformación.
AMLO ganó la presidencia de la República y ahora la izquierda está obligada a ganar el debate político en las calles, en las organizaciones sociales, en las universidades, en las iglesias, en los sindicatos, en los medios de comunicación, en todas partes donde necesitamos hacer llegar nuestras ideas y nuestras propuestas. Trabajar arduamente para organizar al pueblo y defender las políticas sociales y los derechos a vivir con dignidad y con libertad. Esa libertad que el pueblo ha conquistado desde el 1º de julio del 2018. Subestimar la presencia de los recursos que los mafiosos están poniendo en el escenario con vistas al proceso electoral del 6 de junio del año en curso, sería un craso error.
La guerra sucia en contra del presidente la están alimentando con la anticipación requerida. Los medios masivos de comunicación y los chayoteros de siempre, están recibiendo montones de dinero para lanzarse contra AMLO así sea en las cuestiones más elementales. La incapacidad y el descrédito político e ideológico de muchos dirigentes y precandidatos a los distintos encargos públicos, tenemos que sustituirlos con un trabajo de organización de las bases del partido, con un debate público en el que estén presentes las ideas y la fuerza de la palabra para convencer al pueblo de por qué hay que votar por Morena en las elecciones de junio. La diatriba, el insulto, la basura y el aventurerismo mediático, no deben ser ni el tono ni el contenido de nuestra campaña. Las ideas y la palabra deben pasar a ocupar un lugar destacado en la lucha contra el viejo régimen y sus testaferros
(*) Cita de Ramón Lobo en su libro Conversación con Juan Carlos Monedero, Ed. Turpial

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