La revolución insoluta (Ismael y Manuelita)
Ismael sintió como se le quemaba la piel con la primera bala que entró en su cuerpo. Con el segundo impacto, la respiración se le enredó con una cadena de coágulos de sangre que le brotaba desde el pulmón derecho. Cuando el tercer bólido de plomo le rompió las costillas, miró a Manuela doblarse sobre sus piernas mientras un hilo rojizo le escurría desde la frente atravesada por un agujero de calibre 9 milímetros.
Sally Ochoa/ A los Cuatro Vientos
En ese instante, supo que se había muerto porque el desprendimiento del alma y el cuerpo, le produjo la obligada taquicardia previa al paro inmediato de un corazón convulso y vacío.
Sus ojos alcanzaron aún a recorrer los colores del otoño que se cernían sobre los encinos; era octubre, y el otoño se mecía entre los troncos y la hojarasca que bajaba en cascada desde las parte más altas de las montañas.
Miró a Manuela derrumbada sobre el tablero de la vieja camioneta pick up que había quedado recubierta de polvo sobre el camino al campo menonita ocho y medio. No era Cuauhtémoc ni era Rubio, era un lugar intermedio entre ambos pueblos; tampoco era el rumbo que Manuela y él habían tomado media hora antes al salir de casa y no entendía por qué ahora estaban allí.
Sus ojos volvieron a girar y encontró un señalamiento sobre la vía que indicaba que estaban en el kilómetro 26 de alguna parte; eran pasadas las ocho de la mañana y el sol apenas empezaba a salir porque aún faltaba una semana para que iniciara el horario de invierno. Quizá por eso hacía frío, pensó al sentir como una indescriptible sensación helada le entraba por los pies y se le iba trepando por el cuerpo ocasionándole un temblor incontrolable.
Alcanzó a ver sus propias manos aferradas al volante de la camioneta mientras una larga cadena de imágenes en sepia, se sucedían ante sus ojos.
Allí estaba la lucha barzonista denunciando la sobreexplotación de mantos acuíferos saqueados hasta el cansancio y ahora, prácticamente extintos; el río del Carmen, el pueblo de Benito Juárez, Buenaventura, Galeana y Ahumada, tan lejos del poder y a la vez en el centro de éste. Allí estaba también el rostro de su hijo herido a golpes por un grupo de agresores sin nombre pero con una consigna bajo el brazo: dejar un mensaje claro “la lucha podía traer consecuencias fatales”.
El escenario cambiaba entonces trasladándose al sitio donde la autoridad ejercía su ilimitado poder; se veía a sí mismo pidiendo protección porque estaba seguro que, tras denunciar, podrían desatarse enfrentamientos armados entre ejidatarios y productores.
Quiso mirar el rostro de Manuela otra vez pero se encontró flotando sobre el sitio donde antes estaba. Ella se había quedado abajo, en el interior de la camioneta mientras él se elevaba como un globo de esos que funcionaban a base de calor y en los que se podía cruzar los cielos claros y fríos de las praderas. Los había visto apenas unos días antes.
El viento lo arrastró de golpe en un remolino indescriptible y voraz que le robaba el control de su cuerpo. ¿Era ese el camino de los muertos?, se preguntó pero al igual que en sus demandas agrarias de respeto a la tierra y al agua, no tuvo respuesta.
Se encontró de pronto extraviado; en un sitio indeterminado en espacio y tiempo agravado por la ausencia de Manuela. Habían sido tantos años de vida compartida que casi no recordaba cómo era estar sin ella. Tendría que aprenderlo, se dijo, porque no la veía por ningún lado.
El remolino se detuvo de pronto sobre el mismo sitio de antes, en el Palacio donde residía la mano gobernante. Miró desde lo alto y encontró el rostro de cientos de campesinos que luchaban por su misma causa. Les llamó por su nombre, a gritos, con aspavientos de unas manos que ahora le parecían ligeras y libres de todo peso. Ninguno respondió. Sus rostros se concentraban en mirar los dos ataúdes cerrados que yacían en el centro de un patio rodeado de imágenes que hablaban de una revolución insoluta en busca de tierra y libertad
**Sally Ochoa. Licenciada en Filosofía y maestra en Periodismo (Facultad de Filosofía y Letras de la UACH). Su carrera de periodista la inició como reportera de tv en el 2001, actualmente trabaja en El Diario de Chihuahua en investigaciones especiales. Ha publicado dos libros de cuentos y forma parte de varias antologías de poemas.