La pobreza, un excelente negocio
El gran fracaso del estado-nación latinoamericano ha sido el jamás haber podido reducir los índices de desigualdad entre sus habitantes. Una explicación simplista sería el haber importado sistemas de gobierno europeos que poco tenían que ver con nuestra realidad. Pero ¿podría ser esta una respuesta adecuada?
Ramiro Padilla Atondo/ A los Cuatro Vientos
Gabriel Zaid se hacía estas preguntas hace unas décadas cuando analizaba la función del estado en su ya inmortal El progreso improductivo:
“El estado no actúa como instrumento de la sociedad, actúa como si fuera una persona, como un fin en sí mismo, como alguien cuyo verdadero fin fuera existir, crecer, multiplicarse, entregado a su vocación, que es la totalidad. Al estado le conviene que haya males sociales que remediar, y que nunca se acaben, como a los médicos la enfermedad y a los enterradores la muerte: para darle sentido a su existencia, ventas a sus servicios, demanda a su oferta.
La vocación totalizadora del estado y los pobres como rehenes de un sistema al que le interesa producirlos. Los resultados están a la vista. A mayor pobreza mayor estado. Sara Sefchovich lo repetiría hasta la saciedad en País de mentiras, creamos comisiones para todo, las dotamos de un presupuesto millonario, duplicamos funciones y fingimos que trabajamos en nombre de los desprotegidos. Las universidades hacen su parte también. Hay muchísimos estudiosos de la pobreza a los que se les da un presupuesto y hacen tesis, disertaciones, conferencias, libros gruesísimos que solo aumentan la dosis de simulación. Nos interesan los pobres como sujetos de estudio, no como personas que pueden salir de esa situación de marginación.

Rosario Robles, secretaria de Desarrollo Social, promueve el programa estrella del gobierno peñista: la cruzada nacional contra el hambre.
El presupuesto no es para acabar con la marginalidad, eso no es negocio, el presupuesto es para repartirse, pero ¡cuidado con subvertir este orden establecido! Aquellos con un sentido progresista son peligrosos. La llegada de un gobierno de este tipo acabaría con muchos de los privilegios del poder, y no es conveniente.
Si se multiplicaran los Lulas entonces las grandes burocracias estarían en verdadero peligro, porque habremos de recordar que el estado concede de manera graciosa como si fuera el dueño del dinero.
Los pobres aceptan la ayuda porque no están para ponerse los moños. Y esas ayudas condicionan a los que menos tienen como lo acabamos de comprobar hace poco. Calderón vendió un estado de excepción con su famosa guerra. El “gobierno” de Peña Nieto ahora lo hace para combatir según ellos el hambre.
Entonces los pobres cansados de esta realidad toman las armas, se matan entre ellos porque eso se lo han vendido.
El costo-beneficio de que muera un pobre es intrascendente, es más, ni se investiga. Solo se le aplica el “andaba en malos pasos” y asunto terminado.
Entonces las autoridades decidirán dedicar más presupuesto. Los pobres se matan. Hay que crear una comisión que investigue porqué se matan.

El banquete de los ricos (José Clemente Orozco)
En un salón con edecanes buenísimas (a las que se llevarán a comer después del anuncio) firmarán la creación de la comisión de la verdad por las matanzas entre pobres, y académicos políticos y demás agradecerán el altísimo honor de pertenecer a una comisión en la cual no se escatimarán gastos, y secretamente agradecerán a los pobres por ser “su” gran negocio. Después de todo ellos tienen la potestad de producir más pobres. Para eso son gobierno.
*Ramiro Padilla Atondo. Ensenadense. Autor de los libros de cuentos A tres pasos de la línea, traducido al inglés; Esperando la muerte y la novela Días de Agosto. En ensayo ha publicado La verdad fraccionada y Poder, sociedad e imagen. Colabora para los suplementos culturales Palabra del Vigía y las revistas Espiral y Volante, también para los portales Sinembargo, Grado cero de Guerrero, Camaleón político, Sdp noticias, El cuervo de orange y Péndulo de Chiapas. Escribe de temas locales para el portal ensenadita.com