La pesca en el Mar de Bohol, Filipinas

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Caminando por la carretera en la noche cálida, con la ciudad durmiendo a su alrededor, dos hombres giran por un camino de tierra entre casas destartaladas hacia la playa. Donde los cocoteros se encuentran con las rocas y la grava, pasan junto a jóvenes que se han envuelto en telas finas de colores. Duermen en el suelo, sus cabezas invisibles.

 

 

Foto reportaje de David Bacon*

Los barcos de pesca se preparan en la playa. Los dos hombres, un joven adolescente y un hombre mayor, caminan hacia el bote más atractivo, pintado de rojo con palabras indistintas en el costado. Es un casco delgado y poco profundo, con una pequeña sección cubierta en el medio sobre un motor diminuto. Dos estabilizadores blancos están atados al final de los brazos de bambú curvados, uno a cada lado. Una gran red está envuelta debajo de una cubierta en el medio del bote.

Los hombres dormidos se despiertan. Juntos comienzan a empujar el bote sobre rodillos de bambú por la playa. Levantando los brazos estabilizadores, deslizan el casco en el agua y el barco flota en las pequeñas olas. Está casi totalmente oscuro, una luna creciente entrando y saliendo de las nubes que cruzan el cielo.

Más de un millón de personas en Filipinas se ganan la vida con la pesca, y el 80% pesca en pequeñas embarcaciones con estabilizadores como el de Ayon. El país está formado por más de 7000 islas, lo que le da la costa discontinua más grande del mundo y hace que la pesca sea una parte integral de lo que significa ser filipino.

El pescado es la principal fuente de proteínas en la dieta de los habitantes de las islas. Al otro lado del mar de Bohol se encuentra la gran isla de Camiguin. Aquí también, veinte años después de la noche de pesca de Ayón y Beboy, los barcos salen todas las mañanas y regresan con sus capturas al mercado. Pero aquí, cuando las mujeres examinan la captura, no ven ningún bangus. Se quejan de que los peces son pequeños y no vale la pena venderlos.

Los pequeños pescadores se quedaron atrás: sus antiguos caladeros y métodos de pesca quedaron amurallados por decreto y por la economía de un sistema en el que no pueden competir.  Hace dos décadas Ayon y Beboy pudieron ganarse la vida pescando en la costa de Bohol.

 

*Escritor y fotógrafo originario de California, Estados Unidos. Se ha dedicado a documentar las condiciones cambiantes en la fuerza laboral, el impacto en la economía global, la guerra, la migración y la lucha por los derechos humanos. Para ello, viaja con frecuencia a México, Filipinas, Europa e Irak. Además de defender los derechos de los migrantes, ha tenido parte activa en la creación de sindicatos en Estados Unidos. Fue presidente del consejo del Northern California Coallition for Immigrant Rights, fundador del Labor Immigrant Organizers Network y ahora es parte de Dignity Campaign. Ha trabajado también para la United Farm Workers, la United Electrical Workers y el International Ladies’ Garment Workers Unions. Pertenece al Pacific Media Workers Guild, CWA, y fue organizador del Bay Area Free South Africa Movement. Es autor de El derecho a quedarse en casa, así como de How Globalization Creates Migration and Criminalizes Immigrants, The Children of NAFTA y Communities Without Borders. Ha recibido numerosos premios por sus publicaciones y por sus fotografías.

 


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