La nueva revolución mexicana I: Trump, petróleo y crisis global
Llegó la tormenta: Trump ha asumido la presidencia de los Estados Unidos y con ello la catástrofe política gestada en el 2016 nos ha alcanzado.
Iván Gutiérrez / A los 4 Vientos / Foto: Letras Libres
El gasolinazo y las protestas sociales en México son el brote de una revolución que lleva cociéndose desde inicios del sexenio de Peña Nieto, un movimiento que ha ido cobrando fuerza gracias a la revolución digital que ha facilitado la democratización de los medios de comunicación y el acceso a la información.
Dado que la coyuntura apremia y las condiciones históricas actuales son críticas, es preciso entender de inmediato el rol que México representará en el contexto internacional de los siguientes años según sea nuestra reacción a la situación actual.
No podemos ni debemos esperar más: urge comprender la realidad política que nos ha tocado vivir, y comenzar desde ya a construir un proyecto nuevo de nación, poniendo en alto los valores de la libertad, la democracia y la igualdad. Para ello, he redacto el presente ensayo bajo el título de “La nueva revolución mexicana”, dividido en tres partes para facilitar su lectura.
Antes de iniciar, quisiera enfatizar que dentro del compromiso social y político necesario para sacar adelante al país tenemos que involucrar a los jóvenes: no podemos dejar a la juventud relegada a las redes como hasta ahora lo hemos hecho. Por el contrario, ha llegado el momento de que los millennials salgan de sus pantallas y tomen las calles, se sumerjan en las cuestiones geopolíticas del Siglo XXI y tomen en sus manos el futuro de un mundo que se cae a pedazos.
De todos los grupos etarios, son los jóvenes quienes más tienen que perder, y por lo mismo deben asumir su responsabilidad humana y ciudadana y defender su bienestar y el futuro de sus familias. El escenario está cabrón, y sin ellos no llegaremos a ninguna parte.
De petróleo, Trump y crisis global
Para entender lo catastrófico del escenario actual tenemos que partir de un punto clave: el petróleo, hidrocarburo que permitió el desarrollo industrial global y el crecimiento económico de los últimos 200 años en todo el mundo, se va a terminar en los próximos 35 años. En otras palabras, nos quedaremos sin el combustible fósil que posibilitó lo que ahora tenemos y gozamos: ciudades, transportes, industrias, comida rápida, producción de artículos en masa, tecnología informática, electrónica y digital.
Los síntomas de la inminente escases están aquí desde que EU inició la guerra contra medio oriente, y a menos de que logremos llevar a cabo un cambio de paradigma humano de proporciones globales —que nos lleve a un cambio radical en nuestras formas de vida y convivencia social, y en nuestros estilos de vida y de consumo—, el futuro de millones de nosotros terminará en un contexto de miseria, violencia y muerte; como en México, pero con números poblacionales más grandes.
La Reforma Energética y la liberalización de los precios de la gasolina llevadas a cabo por Peña Nieto, impulsadas por Hillary Clinton y financiada por los dictadores empresariales de las élites políticas de Estados Unidos y México (PRI, PAN, PRD), obedece por supuesto al saqueo trasnacional de la soberanía nacional.
Dicho de otra manera, el plan siempre fue privatizar Pemex, y las acciones para lograrlo iniciaron desde hace años, dejando a su paso un largo rastro de corrupción, negligencia, burocracia y mediocridad (Revisar “El abandono de las refinerías: clave en el gasolinazo”).
La urgencia por privatizar a petróleos mexicanos representa el punto más visible de una crisis global que en los próximos años se va a agudizar, a menos de que cambiemos de modelo económico. La guerra y la violencia se dispararán (más) conforme el consumismo capitalista vaya acabando con los recursos del planeta en nombre del “progreso”; el petróleo es apenas el primero, pero el agua está en la puerta de entrada, y Kiko Vega lo sabe.
Lo reconozcan la derecha finaciera o no, el capital neoliberal tiene una contradicción gigante: es insustentable, y el cambio climático no deja de gritárnoslo en la cara. No es coincidencia que el empresario Trump lo niegue con tanta soberbia.
Siendo México un país rico no solo en petróleo, sino también en todo tipo de recursos naturales —explotados sin reservas por los grandes capitales globales desde el Tratado de Libre Comercio—, y considerando la desilusión y el rencor de las clases populares norteamericanas, es lógico el giro hacia la derecha fascista que la presidencia de Donald Trump representa. Estados Unidos, la supuesta cuna de la “democracia” y la “libertad”, hoy es todo lo contrario: demagogia, xenofobia, prepotencia y racismo serán el pan de cada día en la Era Trump.
México, el chivo expiatorio
Para llevar a cabo los planes del empresariado norteamericano, había que crear en el imaginario colectivo de EU a un nuevo enemigo público, y los mexicanos (como los judíos en su momento) quedamos como anillo al dedo.
Se mataron dos pájaros de un tiro. El primero fue redirigir la frustración y el rencor de las clases populares norteamericanas, empobrecidas por la crisis financiera del 2008 en la que se rescató a los bancos privados a costa de que la población más vulnerable perdiera sus hogares y trabajos. Así, se trasladó todo el odio que se tenía contra Wall Street hacia los vecinos del sur: “violadores, asesinos y ladrones”. Quizás lo más sorprendente de esta acción fue descubrir la verdadera cara de un porcentaje considerable de la población norteamericana, identificada con el discurso supremacista de Trump.
El segundo pájaro muerto consistió en crear la excusa perfecta para declararle la guerra económica a México. Pensaron, ¿de qué manera podemos joderlos más? ¡Pues claro, pregonemos por todos los medios que el Tratado de Libre Comercio (TLC), impuesto por nosotros hace 30 años, ahora es obsoleto y sólo ha beneficiado a los mexicanos!
Así, con un cambio discursivo de 180 grados, Estados Unidos dejó de ser el principal promotor del neoliberalismo. Claro que todo esto en apariencia, hay que recordar que la demgagogia es gritar mentiras para ganarse al pueblo. Así fue como Trump capitalizó el discurso anti-sistema frente a las cámaras, mientras en su primer día de gestión inició la desmantelación del sistema de seguridad social Obamacare. El siguiente paso será renegociar el TLC, una acción política que seguramente dejará a México muy mal parado, considerando la servidumbre e incompetencia voluntaria del gabinete de Peña Nieto.
Como recurso desesperado de Obama para evitar el colapso de la hegemonía política norteamericana por la dictadura Trump —este derrumbe representa quizás la única “victoria” de todo este caos—, se buscó renacer la rivalidad (nuclear y económica) de la Guerra Fría contra Rusia, acusando a la nación ex soviética de intervenir en las elecciones presidenciales a favor de Trump, e imponiendo sanciones como sacar de la nación del Tío Sam a toda la diplomacia Rusa. Sin embargo, el juego no le salió bien al ex-presidente bombardero.
Reformas estructurales: la continuación del proyecto neoliberal
Concluyamos con este primer apartado sobre el saqueo del petróleo mexicano señalando la complicidad de las élites mexicanas. Nuestro país, gracias al PRI y al PAN, ha estado desde hace años bajo el yugo de los dictadores-empresarios, tanto de Estados Unidos (trasnacionales y élites político-económicas) como de México (Carlos Slim, Grupo Atlacomulco, Salinas, por nombrar algunos).
Nuestra clase política, lejos de defendernos y proteger nuestros recursos petroleros, nos ha asesinado, robado y vendido hasta la puerta de la casa escupiéndonos en la cara, todo esto mientras llenaba las pantallas con discursos demagógicos y sonrisas cínicas por la impunidad de la que todavía gozan diputados, senadores, gobernadores, y en sí, todo los que pertenecen al podrido sistema político de México.
Con el PRI de nuevo en los pinos fue fácil retomar el proyecto neoliberal iniciado por Salinas de Gortari hace dos décadas, donde el remate de los bienes nacionales como festín de los grandes capitales siempre fue el objetivo principal. Aclaración: no es que el PAN haya evitado la venta de los recursos durante sus dos sexenios en el poder, por el contrario, dejó listo el terreno para el regreso del PRI. Para más información sobre esto consultar “Peña-Calderón, historia de un amasiato“.
El nombre con el que bautizaron el renacimiento del remate nacional fue “Reformas estructurales”, y la plataforma política para hacerlo despegar fue el “Pacto por México”: el mayor acto de traición ejecutado por PAN y PRD. Desde entonces, hemos visto las consecuencias de la continuación del proyecto neoliberal: precarización de las clases populares, incremento de la dependencia norteamericana (sobre todo en importación de gasolinas), pérdida de poder público frente a los poderes económicos, y un muy largo etcétera.
Así concluye la primera parte de este ensayo. El siguiente tendrá como ejes centrales las posibilidades del nuevo renacer mexicano, que ya estamos viviendo como nación, y la oscura sombra de la posible dictadura militar que se perfila con la aprobación de la Ley de Seguridad Interior. Feliz 20 de Enero, este día pasará a la historia como el viernes que llegó la tormenta neofacista a la nación más poderosa del mundo.
SEGUNDA Y TERCERA PARTE DE ESTE ENSAYO
La nueva revolución mexicana II: la amenaza de la dictadura militar
La nueva revolución mexicana III: Unión y coordinación nacional