Insurrección popular contra el neoliberalismo en Chile.
Este jueves 24 de octubre se cumplen ocho días de intensas protestas populares en la capital chilena que han traído como consecuencia cientos de detenidos, decenas de heridos y al menos ocho personas muertas debido a los violentos enfrentamientos entre los ciudadanos que han tomado las calles de Santiago y las fuerzas militares y policiacas de ese país.
Una idea del nivel de indignación y coraje de los protestantes con la política económica del gobierno, la proporciona la magnitud de los daños causados en el sistema de transporte subterráneo (metro): 78 estaciones dañadas con una pérdida de unos 300 millones de dólares según estimaciones oficiales.
Armando Duarte Moller/ 4 Vientos
El detonante de la protesta popular fue el incremento a la tarifa del metro, que pasó de 800 a 830 pesos chilenos (de 1.13 a 1.17 dólares), es decir, un incremento de tan sólo 3.75%. A simple vista, la dimensión alcanzada por la protesta popular parece desproporcionada comparada con la causa inmediata.
Para entender las razones de dicha dimensión, es preciso realizar una mirada más amplia acerca de la situación del pueblo chileno en las últimas décadas.

Protestas en Chile por el aumento a la tarifa del Metro en Santiago. Foto: AFP/El Periódico-Internet
Chile es una de las economías de América Latina que ha tenido, en las últimas décadas, uno de los mejores desempeños “desde una perspectiva macroeconómica”, como afirman los economistas neoliberales. Sin embargo, en los aspectos micro, aquellos que tienen que ver con el bienestar de sus habitantes, la situación es muy diferente.
Veamos:
La economía chilena ha crecido de manera sostenida a tasas cercanas al 4% desde fines del siglo pasado, lo que se ha traducido en una reducción relativa de la pobreza medida en términos de los ingresos de las familias. La tasa de pobreza medida por ingresos es una de las más bajas de América Latina (13.7%); el salario promedio mensual es de unos 500 dólares (en México es de unos 360 dólares); y el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita, es decir el obtenido de dividir el PIB entre el total de habitantes, alcanzó en 2018, según el Banco Mundial, los 16 mil dólares por año (en México es de 9, 600 dólares).
¿Cómo se explica entonces que, dadas estas cifras, un incremento de 4 centavos de dólar en la tarifa del metro haya provocado la insurrección popular contra la política económica del gobierno?
La respuesta se asoma cuando analizamos otros indicadores de la situación de las familias en Chile.
Por ejemplo, la desigualdad social.
En efecto, según el Banco Mundial Chile se encuentra entre los 10 países más desiguales del mundo ocupando el lugar número 7 (México ocupa el 10), ya que el 20% de la población colocada en la parte alta de la pirámide social tiene un ingreso 39 veces más alto que el 20% colocado en la parte más baja de la misma. Esto significa en pocas palabras que el crecimiento económico de Chile ha beneficiado sobre todo a los más ricos, con lo cual se matiza el indicador del PIB per cápita.
Por otra parte hay que considerar el costo de la vida para poder tener una idea más objetiva del indicador del ingreso. Resulta entonces que, comparado con México, en Chile el agua es 3 veces más cara y el metro es 4 veces más caro. Además, el estado chileno invierte en educación sólo el 1% de su PIB cuando en México ese gasto es del doble. Es decir, la mayoría de los chilenos pagan su educación desde los niveles básicos hasta el superior. La infraestructura hospitalaria es insuficiente, apenas 2.2 camas por 100 mil habitantes, cuando su vecina Argentina tiene el doble. El costo de la vivienda ha aumentado 150% en los últimos 10 años y el del transporte se multiplicó ¡por 5!
El hecho es que al 60% que las familias chilenas no les alcanza lo que ganan para vivir, por lo que tienen que recurrir sistemáticamente a la deuda para complementar su gasto. ¿En qué gastan los chilenos principalmente? En alimentos y…en transporte.
Como podemos ver, los indicadores macroeconómicos, al que los neoliberales son tan afectos, ocultan una realidad muy diferente.
Las protestas del pueblo chileno no son contra el alza de la tarifa del metro, esa es una visión absurda. La protesta de los chilenos es contra el modelo económico que ha propiciado la concentración de la riqueza en unos cuantos, que ha privatizado la educación y los servicios médicos a través de la reducción drástica del gasto público en esos renglones, que ha convertido a Chile en uno de los países con mayor desigualdad e injusticia social del mundo y que arrebata a su niñez y a su juventud el derecho a la educación y a un futuro mejor.
La protesta de los chilenos es pues, contra el neoliberalismo, ese modelo que por primera vez en el mundo se impuso en un país, y en este caso se impuso a sangre y fuego con la dictadura militar encabezada por Pinochet y auspiciada por el gobierno de Estados Unidos.

Marchas multitudinarias en contra de la privatización de la educación en Chile, realizadas en varias ciudades simultáneamente, el 15 de abril de 2018. Foto: Rodrigo Fuentes/DiarioUChile Domingo 15 de abril 2018
Simbólicamente, el neoliberalismo inicia en el mundo con el bombardeo despiadado de la aviación militar chilena sobre el Palacio de La Moneda, defendido valientemente por un puñado de patriotas al mando de su Presidente Constitucional, el Dr. Salvador Allende, el cual muere en el cobarde ataque. Es contra todo eso que hoy protesta el pueblo chileno.
Tal como escribiera Marx en una ocasión, “el capitalismo llega al mundo chorreando mierda y sangre”.
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Armando Duarte Moller. Doctor en Estudios de Desarrollo Global por la Facultad de Economía y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Baja California, (UABC); docente en la misma universidad, en el Instituto McClaren de Pedagogía Crítica, y en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en donde imparte las materias de Sociología de la Educación y de Políticas Pública.