Hernán Cortés y los profesores
Se dice que cada Año Nuevo es una invitación a cerrar círculos, para lograrlo, hay que identificar los aciertos, los errores, sus causas, sus consecuencias. Una vez comprendido esto, debemos tomar lo bueno del año viejo y desechar lo que pueda hacernos daño. Así, más ligeros, estaremos en mejores condiciones de trazarnos nuevas metas. También se dice que no cerrar círculos nos puede llevar a vivir en el pasado con remordimientos o culpas que no nos permitan avanzar.
Irma Ramírez Orozco/ Reversos
Estuve pensando un rato. Logros, fracasos, causas, responsabilidad, metas. No tardé en darme cuenta: no era fácil. Me pregunté si los mexicanos, en general, somos tan chambones para analizarnos. ¿Otras culturas serán más hábiles en eso de echarse un clavado a su mundo interior y salir ileso y con algunas respuestas?
Pienso que los mexicanos llevamos siglos sin cerrar círculos. Tal vez deberíamos empezar por la herida que es para nosotros esa etapa histórica llamada La Conquista. Quizá las dificultades que tenemos para entendernos tengan esa raíz. Al tratar ese tema reaccionamos de muy diversas maneras, pero en todo caso ese no es el problema, sino pretender que de buenas a primeras el otro acepte como verdad la que no es la suya y las discusiones dejen de ser motivo de interés y descubrimientos para convertirse en situaciones incómodas, a veces hasta violentas, porque no hemos aprendido a debatir. Nuestra historia nos ha enseñado: al que adopte un discurso diferente al oficial no se le escucha, se le extermina, se lanza a la hoguera, se le margina o encarcela. Entonces en una discusión no hay que aprender o tomar acuerdos, sino ganar.
Ahora, el estudio de la ecología ha incidido en el pensamiento filosófico al igualar, de alguna manera, el valor de los seres vivos; lo importante es que la cadena no se rompa, porque todos habitamos el mismo planeta. Se analiza la vida y la sociedad desde otro sitio y nuevos paradigmas se han instalado en la conciencia colectiva.
Se habla de la vida, la dignidad humana, la igualdad de derechos, la justicia, la diversidad cultural, la solidaridad internacional, la responsabilidad compartida de un mundo sustentable; frases que echan por tierra el lenguaje de la fuerza, la competencia y la guerra. Hablan de una paz que en realidad nosotros conocemos poco, nuestra historia ha sido el relato de los vencedores en sucesivas guerras y por lo mismo, no hemos aprendido a esgrimir argumentos, aceptar diferencias, construir acuerdos, llevar la guerra al campo de la política.

Los mexicanos debemos cerrar círculos dolorosos, como esa herida abierta llamada “La conquista de México”
La cuestión de si somos indígenas, mestizos, criollos, mexicanos, americanos, ciudadanos del mundo, todavía provoca la controversia en algunos y la ira en otros. Cada 12 de octubre es posible que la estatua de Cristóbal Colón amanezca adolorida por las pedradas, manchada con pintura roja, envuelta en un olor pestilente a huevo podrido. Una estatua que nos señala hacia el centro de la ciudad. ¿Quiere decirnos algo? ¿Qué no olvidemos las alianzas de Cortés con los pueblos dominados por los mexicas? La historia parece repetirse.
Pienso en la educación como posibilidad de formar una conciencia crítica, un sentido ético, un compromiso colectivo y quiero creer que el sitio desde el cual podemos aprender a ser y vivir juntos, todavía es la escuela.
En el mes de enero de 2016 se dará a conocer el nuevo modelo de educación. Muchos mexicanos esperamos, como se dijo, que en el centro se coloque a la escuela. Tendremos que agregar: una escuela como centro del futuro, como fuente de liberación de ataduras pasadas, que ahí, cada persona encuentre su propio camino para realizarse y sea capaz de hacer sus mejores aportes a su cultura y a su comunidad.
Para lograr un modelo educativo que “mueva” al país, se requiere de algo más que dialogar con pedagogos, expertos, maestros, autoridades locales, el sector privado y todos los que tienen que opinar sobre este tema, como dijo el Secretario Aurelio Nuño; una generalización que al menos a mí no me convence, porque hace falta el acercamiento real, honesto, comprometido, convencido y con tal respeto, que sea capaz de dirigir la acción apasionada y constante de más de un millón de profesores en las aulas. Si el programa educativo de Vasconcelos fue: “Abecedario, pan y jabón”. ¿Cómo se sintetizaría el de 2016?
La reforma laboral y administrativa no ha respetado a los que llevarán a cuestas el peso de los cambios, una vez más se ha repetido la historia: al que adopte un discurso diferente al oficial, no se le escucha, se descalifica, se margina, encarcela o se le separa del servicio.
Es decir, estamos en un momento especial, que no admite grandes equivocaciones, es necesaria la consulta, el debate, de verdad y en serio, no sólo impulsando la participación de los “líderes”. Si se socializa la discusión, en el proceso aprenderíamos todos y pudiera ser más fácil su ejecución. La ausencia del “maestro de banquillo” es un vacío muy grande. La simulación no engaña a nadie. Los programas televisivos con el Secretario de Educación al centro, con interlocutores a modo, bien vestidos, sonrientes y maquillados, son un insulto a la inteligencia del magisterio y en general, a la de los ciudadanos.
Si lo que se pretende es mandar mensajes subliminales, personas ilusas como yo, esperaríamos algo así como la imagen sugerida de Cuauhtémoc el héroe azteca y Hernán Cortés El Conquistador, sentados a la mesa del diálogo. Pero no, la imagen subliminal que se trasluce de esos programas y videos, es la de un Hernán Cortés atizándole a la lumbre, para quemar los pies a Cuauhtémocs.
En todo caso, los círculos de nuestra historia siguen abiertos.
Fuente:
http://www.reversos.mx/hernan-cortes-y-los-profesores/