Festival 20PuntoCero de Iztapalapa
El metro se siente distinto. Los vagones y los ocupantes de la línea 8 presagian algo grande. El aire afuera de la estación Iztapalapa vibra con la emoción de las 15,000 personas ahí reunidas. Camino por las calles aledañas al ayuntamiento, con la expectativa de lo que me pueda encontrar y con la premura inducida por los parientes y amigos que desestiman a esta delegación. El cerro de la Estrella observa a la multitud que se arremolina en torno al ayuntamiento.
Uriel Luviano/ A los Cuatro Vientos
Por fin llego a la delegación, después de pasar por paleterías, papelerías, abarrotes y demás establecimientos. Paso por un dispositivo de seguridad y ¡Bam! estoy adentro. Oigo música de fondo mezclada con los ruidos característicos de una prueba de sonido. Sigo caminando por un amplio andador hasta llegar a la estatua de un guerrero mexica que me muestra su flanco derecho. Lo rodeo, sacándole la vuelta a la gente, y veo que se trata de Cuitláhuac. Disfruto de su compañía (y su amplia sombra) por unos minutos. Después de ver que la banda no empezará pronto, regreso sobre mis pasos y entro a uno de los abarrotes que pasé en mi camino hacia la explanada y me compro una bebida de mango, representativa de la capital.
Regreso y en las bocinas que están después de las carpas donde te esculcan oigo una voz enigmática, aguardientosa y desgañitada, acompañada por el rasgueo furioso de un bajosexto. Me apresuro a ver quién es el origen de semejante música y veo en el escenario a un individuo alterado y enfierrado. Juan Cirerol -me dicen que se llama- y toca corridos de una manera muy sui géneris. Después de oír media hora de canciones sobre plebitas, perico, mota y cerveza, Juan se despidió, dejando un halo norteño en el escenario.
Ahora aparece un grupo México-Argentino formado por 6 integrantes más un baterista enigmático que no aparece en la alineación oficial de la banda. Paté de Fuá impresiona a toda la concurrencia (incluído yo) con un estilo anacrónico pero fresco y muy entretenido. Una mezcla entre fox-trot, rags, y tango, con letras entretenidas y un manejo del escenario único e irreverente nos pone a bailar por más de una hora. Después de desgarradoras canciones sobre el desamor y alegres canciones sobre la existencia despreocupada de un linyera se despiden dejando al público celoso y desubicado.
Para cerrar el festival, sube al escenario Carla Morrison, artista originaria de Tecate que con su voz ligera y sus canciones románticas, ayudada por el atardecer de Iztapalapa, vuelve romántico súbitamente el ambiente del festival.. Terminada la presentación de esta fabulosa cantante bajacaliforniana, la gente se mueve en multitud al eje 8 sur, algunos para regresar en metro, otros para desplazarse en camión a donde fuera que tuvieran que ir.
Poco a poco baja el sol, se va la gente, se vacían las calles y por un instante, el cerro de la estrella vuelve a ser el elemento dominante en el paisaje urbano. Sólo por un instante, pues Iztapalapa nunca duerme.
El Festival 20PuntoCero Iztapalapa se celebró en fin de semana con las grandes participaciones de Carla Morrisón, Jessy Bulbo, Haragán y Cía, Paté de Fuá entre otras muchas grandes agrupaciones artísticas.
*Uriel Adrián Luviano Valenzuela. Estudiante de Física y miembro de Pluma Joven A.C. Luviano.