Entre los elefantes y las hormigas
La necesidad de encontrar los caminos para enfrentar la grave situación que vive el país y los trabajadores, es una expectativa que solo podrá lograrse si avanzamos en la discusión de lo que hoy no está claro en la estrategia de Morena. En un lapso de cuatro sexenios, tres veces le han robado la presidencia a la izquierda. Una vez a Cuauhtémoc y dos veces a AMLO. El primero de plano no quiso resistir y el segundo, al lado de miles y miles de personas, hizo movilizaciones multitudinarias pero no pudo impedir que FCH y EPN llegaran a la presidencia haciendo fraude y comprando los votos. Todo siguió igual. Nada de lo que se hizo puso en peligro a las “instituciones” ni la legalidad constitucional.
Jesús Sosa Castro/ A los Cuatro Vientos
El esfuerzo que han hecho millones de mexicanos al través de su voto para lograr los cambios que necesita el país, ha sido nulificado por la oligarquía y sus políticos. Han hecho uso indiscriminado de recursos para impedir que se imponga otro tipo de instituciones con su respectiva “legalidad” Con mucha maña, la oligarquía y sus partidos han desarrollado mecanismos, leyes y procedimientos, legales y no, para acallar a la gente y cooptar a una parte de la izquierda para ponerla a su servicio. Lo lograron, y en el país sigue sin pasar nada
En la campaña presidencial del 2006, Andrés Manuel López Obrador apuntó una novedad política que sigue insuficientemente desarrollada. En ese entonces, parte de su campaña giró en torno de “mandar al diablo a las instituciones” Lo hizo, supongo, no solo porque éstas estaban jugando del lado de la institucionalidad burguesa sino porque visualizó que todo el aparato para hacer justicia, incluyendo el electoral, estaba preparado para magnificar los resultados de las elecciones presidenciales apoyado en su “legalidad”. A partir de entonces, la oligarquía y sus apoyadores, la han usado como una retranca, para parar los cambios estructurales y políticos que sirvan a la oposición y a la gente. Toda la maquinaria de la oligarquía y la izquierda castrada, reorientaron su discurso político, le sacaron raja a la situación que buscaban y hoy, son los más fervientes defensores de esa institucionalidad
Convendría, entonces, estudiar a fondo el qué hacer con este problema. Necesitamos tener claro si con la estrategia andada hasta a la fecha, vamos a poder hacer los cambios que requiere la nación. Porque a propósito de legalidades y de instituciones, sería necesario escudriñar cómo resolvieron las fuerzas democráticas este problema en la guerra de Independencia, en la de Reforma y en la Revolución ¿Los que acaudillaron estas luchas respetaron las instituciones existentes? ¿Las batallas que libraron las dieron respetando la legalidad institucional? ¡Yo creo que no! En los tres casos, el éxito de los independentistas, reformadores y revolucionarios, se debió a que impusieron una forma de lucha heterodoxa, rompieron con las instituciones que prohibían libertades y derechos, y el resultado final, fue la imposición de otras instituciones y otra legalidad
A más de doscientos años de la Independencia Nacional, pasando por la Reforma y la Revolución, las fuerzas triunfantes han venido modificando las leyes para consolidar su poder. Ninguna reforma ha sido hecha para facilitar lo que demanda el Artículo 39 de la constitución respecto de que “la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo, que el poder público dimana de él y que tiene en todo tiempo, el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno” Por el contrario, todos los cambios a las leyes del sistema se han hecho para reforzar el control político de los ciudadanos y para garantizar el ejercicio de su poder. En 1988, 2006 y 2012, el pueblo quiso modificar la forma de su gobierno pero la “legalidad institucional” impuesta por el IFE, TRIFE, IFAI, PGR, partidos políticos cooptados y los medios de comunicación, es decir por el sistema político, lo impidieron
¿Qué va a pasar en el 2018? ¿Vamos a repetir la eterna historia de Sísifo, de empujar de manera perpetua la roca que quiso llevar a la cima de la montaña, sólo para lograr que ésta volviera a caer, rodando hasta el mismo lugar de su partida? ¿Cómo vamos a resolver las fuerzas de izquierda y en especial Morena, la recurrente contradicción de querer cambiar las cosas apoyándonos en la legalidad institucional, que está en manos de la burguesía, cuando ésta no está interesada en los cambios que la izquierda propone, porque su status legal le ha dado todo, a lo largo de noventa años? ¿No será que la posición de hacer los cambios por la vía pacífica, de no violentar instituciones y normas electorales, tiene que ser llevada más allá de la construcción del partido, las protestas y las movilizaciones multitudinarias?
Para mí el problema no está solo en los frustrantes esfuerzos de agrupar a la izquierda en torno a un proyecto de cambio, sino en las vías para lograrlo. Desde 1996, todavía en el PRD, se debatían dos tendencias políticas contrapuestas. La de privilegiar el diálogo y la negociación con los dueños del poder, y la corriente opositora encabezada por Andrés Manuel López Obrador, que llamaba a “no creer en una negociación entre los elefantes y las hormigas” “Ahora nos sentaremos con quien sea a discutir los problemas del país de tú a tú” ¡Y ciertamente, en esa época esta tesis cuajó! A partir del 2006, miles y miles de personas hemos estado en eso y no logramos romper el poder de la oligarquía. Hemos discutido de tú a tú, pero 16 millones de ciudadanos que votamos pacíficamente en los dos últimos procesos electorales, no pudimos evitar que los oligarcas hicieran uso de sus instituciones y de su legalidad ¿Qué hacer, entonces? ¿Hacia dónde nos vamos a dirigir? ¡Ahí les dejo estas preguntas!
*Jesús Sosa Castro. Prestigiado militante de la izquierda mexicana. Articulista de SDP y colaborador de A los Cuatro Vientos.