El Zarco, un jovenzuelo que encarnó una furiosa historia de amor.
Dirán mis amigos que es un poco extraño que escriba otra vez sobre el Zarco. Solo que en esta ocasión no se trata de aquel personaje del que se ocupó, en 1869 y publicó en 1901, el gran escritor y periodista mexicano Don Ignacio Manuel Altamirano.
Jesús Sosa Castro/ A los Cuatro Vientos
Hoy quiero ocuparme de otro Zarco, de un joven que vivió en la parte final del franquismo y en los inicios de la República española. Un jovenzuelo que encarnó una furiosa historia de amor, de imposturas y violencia, de lealtades y de traiciones; y que su audacia, inteligencia y valentía lo llevaron a delinquir y pasarse más de veinticinco años en las mazmorras de España. El sufrimiento, la pasión y la arrogancia, tronaron una juventud que con un poco de suerte y en condiciones distintas, hubiera hecho de estos jóvenes delincuentes y de su líder, un grupo de hombres y mujeres hacedores de un proyecto personal de vida con más grandes y mejores expectativas de vida.
Hablar hoy del Zarco, es poner en blanco y negro mi admiración por Javier Cercas, escritor español que en “Las leyes de la frontera” da vida a un personaje que no tiene desperdicio. Y no lo tiene porque es casi un niño. Porque su arrojo y su inteligencia, pudieron desembocar en el trabajo y construcción de una República que Francisco Franco había convertido en añicos. Pero Javier Cercas no quiso darle realidad a esos sueños y se puso a escribir una historia de delincuentes juveniles que había parido el franquismo. Recogió en el Zarco, parte de aquellos personajes cuyos rostros mostró en Anatomía de un instante, prolongación de los estertores nauseabundos del franquismo y dio, de paso, consistencia a aquel retrato de los viejos guerreros que dejó para la historia en Soldados de Salamina
La historia tiene que ver con un adolecente español, o más bien, con un grupo de adolescentes como seguramente los hay en todas partes del mundo. Y también como ocurre en todos los países, estos grupos de jóvenes siempre buscan formas de canalizar sus inquietudes juveniles. Unos van al encuentro de la cultura, del estudio, del trabajo, y otros, por razones más que explicables, canalizan sus inquietudes hacia actitudes violentas y exasperadas por no encontrar los puntos sensibles a sus sentimientos y búsquedas sociales.
Estos adolescentes españoles nacieron en el autoritarismo franquista. La lucha política por sepultar los efectos de esta dictadura, no proveía a esta generación de tránsito, los liderazgos y los elementos requeridos para arropar sus impulsos juveniles. La dictadura se había comido los elementos básicos de la democracia y los jóvenes como los adultos habían sido víctimas y victimarios de una aculturación que sepultó las ansias de encontrarse con una República llena de propuestas y de esperanzas. Al no encontrar rápidamente estas respuestas relevantes, muchos sectores sociales se desesperanzaron y los jóvenes no encontraron cómo llenar el sentimiento esencial de la adolescencia, que es el miedo, y el miedo reclama líderes para poder combatirlo. Por eso este grupo de jóvenes encontró en Antonio Gamallo, alias el Zarco, al líder que necesitaban estos adolescentes para acabar con su miedo.