El narcotráfico o decretar la primavera
Terminar con el narcotráfico es como decretar la primavera. Simplemente no se puede. Permitir que el narco navegue a sus anchas a lo ancho y largo del país tampoco. Tiene consecuencias. Y estas se están viendo en Michoacán. La paciencia de la gente tiene un límite. Y muchos han llegado a él.
Ramiro Padilla Atondo/ A los Cuatro Vientos
Las asimetrías del poder de ciertos carteles con respecto a la población se difuminan de manera rápida. Miles de hombres armados que han decidido recuperar la tranquilidad. No pagar derecho de piso. Lo que el gobierno dejó de hacer mucho tiempo tiene ahora su resultado.
Un conflicto que puede degenerar en una guerra civil. Como en la rebelión zapatista, los signos de un levantamiento estaban allí. Narcotraficantes que se habían convertido en amos y señores sin ningún tipo de contrapeso, porque la justicia les servía.
Son esos mismos tipos que representan la justicia, su “justicia” los que los invitan a desarmarse. Son de corta memoria. Si no lo recuerdan, fueron más de diez años de quejas y ninguna solución mientras las comunidades asoladas vivían un infierno.
Y ahora que decidieron dar el paso ya no se puede desandar lo andado. Para atrás ni para agarrar aviada.
El gobierno se equivoca, como se ha equivocado siempre a la hora de medir los conflictos. Porque no se elige al más preparado sino al más disciplinado (a la hora de cubrirse las espaldas). Sabemos de antemano que nuestro país no genera gobernantes eficientes. A lo más que llegamos es a tipejos de medio pelo que no conocen la O por lo redondo.
Y son estos tipejos los que salen a rasgarse las vestiduras exigiendo un desarme. Como a sus mujeres e hijas no se las pidieron prestadas. Viven en una realidad alternativa. Pero el futuro ya los alcanzó. Michoacán es un ejemplo de que los buenos son más. Por supuesto que no faltarán los hipnotizadores profesionales, que dirán que todo este asunto está financiado por fuerzas tenebrosas a la espera de un beneficio. Y utilizarán los medios masivos para desinformar.
La realidad es que este momento histórico está llamado a cambiar el balance de fuerzas. Es por eso que el gobierno y sus esbirros están preocupados. Puede convertirse en un parteaguas. Un antes y un después. Un ejemplo de que con organización se pueden liberar del yugo de los chupasangre. Huevones detrás de una escopeta a los que les gusta presumir lo mal habido.
El narcotráfico no se acaba de un plumazo. Creando una comisión para la paz y la concordia de las comunidades afectadas por el narcotráfico. De esas que tanto le gustan a los políticos. El narcotráfico tiene que volver a ser una actividad marginal fuera del radar de la vida pública. Si el gobierno no es garante de nada, entonces nosotros tenemos que ser los garantes de nuestra paz. Porque ya está más que visto que para cobrar y hacer tranzas no tiene límites. Para ponerse a trabajar sí.
Un cartel no va a molestar a un pueblo armado hasta los dientes. Eso lo entendieron los michoacanos. Han recuperado su espacio. Pero falta más. Entregar las armas en este momento no se puede. Es más, nunca se deben de entregar. Los mafiosos no han entregado las suyas, siguen comprando.
Y no hay ningún político en este país que los haya invitado a desarmarse. Ni lo habrá. La realidad, por muy triste que sea, es que solamente un pueblo armado puede garantizar su seguridad.
El gobierno está pintado y el ejército gracias a Calderón ha entrado en un peligroso desgaste. Cuando los mafiosos conozcan sus límites la situación volverá a la normalidad. No antes. México es muy importante para dejarlo en manos de los políticos. Sacudirse la apatía todavía nos cuesta. Despertar del sueño de la televisión también. Por lo pronto, los michoacanos ya despertaron.