El mal fin

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El buen fin, comercial, durará del viernes al domingo de esta semana;  pero el mal fin de sexenio que tienen la mayoría de los trabajadores, durará cuando menos otros seis años. A las familias no les fue bien en términos económicos con el gobierno de Felipe Calderón, y nada avizora que les vaya a ir mejor con Enrique Peña Nieto. 

Víctor Quintana Silveyra

Al  final del gobierno del  “Presidente del Empleo” resulta que la creación de puestos de trabajo fue de lo que más escaseó este sexenato. De cada tres empleos que durante estos seis años se requería generar, sólo se generó uno. De diciembre de 2006 a junio de 2012 sólo se crearon un millón 809 mil 211 empleos con seguridad social, es decir, empleos verdaderos, no precarios. Esa es la buena noticia. La mala, que en ese mismo lapso, la población económicamente activa del país creció en 5 millones 590 mil 669 personas. Es decir, sin contar la gente que estaba desempleada antes de que Calderón asumiera la presidencia, dos de cada tres personas que llegaron al mercado de trabajo durante el sexenio, no pudieron encontrar un empleo digno. El desempleo abierto aumentó del 3.5 al 4.8% de la población económicamente activa, para afectar a dos millones y medio de personas. También se incrementaron la subocupación de 6 a 9% y la economía informal, de 26 al 29&. De esta manera, tenemos proporcionalmente, menos empleos y más precarios, luego de la gestión calderoniana.

También el poder adquisitivo del salario se redujo durante estos seis años de muerte y de muertos. Según la UNAM, la Canasta Alimenticia Recomendada, es decir, el conjunto de bienes y servicios mínimos para la vida digna de una familia,  pasó a costar durante el sexenio 183 pesos diarios, lo que significa que para adquirirla tienen que trabajar cuando menos tres miembros de esa familia percibiendo el salario mínimo. Durante el sexenio que por fin termina esta canasta aumentó su costo en un 125%, mientras que el salario mínimo sólo aumentó un pobre 28%. Esto demuestra que al fin del  gobierno Calderón  lo que un trabajador  puede comprar con su salario se deterioró en un 43%.

No es extraño, pues, que según la Encuesta Nacional de Salud Nutricional, 7 de cada 10 mexicanos percibieron  que el último año disminuyó la cantidad de comida en sus casas. Siete de cada diez personas en nuestro país se encuentran en algún grado de inseguridad alimentaria.

Y con el gobierno de Peña Nieto, no se pronostican mejores cosas para las mayorías trabajadoras. Como dijimos, la nueva ley laboral no les acarrea ningún beneficio ni mediato ni inmediato. Ni mucho menos, la posibilidad, cada vez más cantada, del nuevo gobierno aumentatar el IVA al 19% parejo, incluyendo medicinas y alimentos.

La Reforma Laboral, tan cacareada por legisladoras y legisladores que la votaron a favor y los medios de comunicación defensores de las siempre ponderadas y nunca bien definidas “reformas estructurales”, no entraña ningún beneficio directo, tangible, mediato o inmediato para las y los trabajadores.  Nadie se traga que el contrato por horas o de prueba va a beneficiar a la gente, ni que gracias a  la nueva Ley Federal del Trabajo se crearán más empleos o se reducirán los desproporcionados o injustos beneficios de los líderes sindicales corruptos y antidemocráticos. Millones echados por la borda los que está gastando la Presidencia de la República para convencernos de la bondad de su reforma abollada y reducida.

¿Qué tanto pesa, pues, un “buen fin” de semana, cuando el sexenio actual tiene un mal fin y el próximo, un muy mal principio?


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