El gozo del mal

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El doble crimen ejemplar de la Narvarte

Rael Salvador* / Crítica de la razón cínica / A los Cuatro Vientos

Intuición y silencio…

Las imágenes se filtraron: se observa la crueldad excesiva, la sevicia fanática disfrazada de robo notable y ultraje famélico; el escenario es la hecatombe infernal de una intención estudiada: su impacto social.

Lo que se observa es una escrupulosa pesadilla sádica: el tormento agónico de los cuerpos y la descomposición de una excitación equívoca.

A los medios de comunicación de nada les sirve ya corregir, con menos luz o más tinta, la suerte de las víctimas.

Circo sanguinario a los curiosos y que lo medular pase desapercibido.

Lo que debió ser el resguardo ético de una indagatoria por multihomicidio, terminó por convertirse en una muy profesional manera de ejercer el Terrorismo de Estado: al hacer público el gozo del mal, sólo se logró avivar el morbo circundante y debilitar la fuerza de la principal línea de investigación: las amenazas que pendían sobre dos de los ejecutados.

¿Drogas cambiarias? ¿Colombia inmiscuida? ¿Auto característico? ¿Mujeres de tentación? ¿Fiesta desvelada? ¿Violación aperitiva? ¿Robo intencionado?

RUBEN PERIODISTA ATAUD CEREMONIA

Y uno, que es idiota, se pregunta: ¿El hostigamiento documentado hacia Nadia Dominique Vera Pérez no encendió las alarmas a la protección decisiva que tenía derecho? ¿El evidente acoso judicial por parte del gobernador de Veracruz Javier Duarte hacia el fotorreportero Rubén Espinosa Becerril no logró, a pesar de su dominio público –la entrevista en Rompeviento TV lo deja claro–, ser portavoz de un crimen en ciernes, en proceso?

Después del ardiente silencio que alcanza la tortura, del onanismo artero en la invasión sexual de los cuerpos, del momento posterior en que el tiro en la nuca sella humeante el compromiso, ¿resta sólo intuir quiénes serán los próximos sacrificados en esta sociedad obcecadamente nuestra, obscenamente neutra?

La generosidad criminal de un Estado, que recicla su males en la prominente oferta de tener más, de servirse más, de arrebatar más, de hurtar más, de atascarse más, no sólo son sus actas de homicidio y feminicidio que a diario padecemos con dolor –al grado de convertirse en un caro anestésico–, sino la postración e inmovilidad a que somete el hecho de traer los bolsillos vacíos, el ahogo de la cabeza en el aprieto del sustento, esa sobrevivencia inhóspita y estéril, la condena institucional de recibir el despecho y la negación, el desprecio y la marginación en un país que, quiérase o no –por omisión o participación directa–, todos los mexicanos hemos ayudado a construir.    

Así, la muerte de un periodista no vale la admiración de los imbéciles.

Un periodista, como muchos otros, caído en el compromiso de una responsabilidad ciudadana: dar a conocer aquello que no se sabe, que con ventaja e irregularidad, abuso y desproporción, aprovecha el funcionario público o el fuera de ley para el enriquecimiento ilícito o el crimen supuestamente ejemplar.

Así, el asesinato de una activista social no conmueve la idiotez de la ciudadanía.   

Una activista social, como muchas otras (también ultimadas o en la cárcel), que llenaba la vacuidad donde faltaba nuestra presencia y nuestro grito, nuestro coraje y nuestra valentía.

ASESINADOS NARVARTE TRES

¿Y las víctimas colaterales? ¿Paradójicamente vendidas como inocentes? Considero que también ellas guardaban en sus ser, como un hecho de justicia inherente y un posicionamiento de nobleza nada ciega ante la realidad, el desprecio a un Estado que extorsiona, secuestra, tortura, asesina y desaparece –policías, soldados y delincuentes de por medio– a través de la ordenanza de funcionarios públicos de mediano nivel o alto rango (Masacre de Aguas Blancas, Guardería ABC, Casino Royale, inmigrantes de San Fernando, Ayotzinapa, etcétera. ¿Qué más? ¿Qué falta?)   

El homicidio bobo, de ellos –gente inocua y cándida, a la medida de la exculpación–, tampoco altera la notable indiferencias de los que, de alguna pervertida manera –quizá la conformidad excrementosa de aplaudir esta política, tal vez el desgano de ser rehenes, no protagonistas, en la disolución moral en una sociedad que se degrada–, comparten el gozo del mal a medias tintas, incluido el desayuno pagado, como reclamaba de la misma prensa, en su última entrevista, el mismo Rubén Espinosa. 

Intuición y silencio…

La intuición de saberse vulnerable, el silencio que precede a toda catástrofe.

La que nos mencionaba ya Ryszard Kapuściński: la intuición infalible en cualquier madre cuando se da cuenta de que no le llega ningún ruido de la habitación del hijo.

RAEL SALVADOR*Rael Salvador. Poeta, maestro, periodista. raelart@hotmail.com

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