El exterminio de los yaquis: del henequén al gasoducto
No es un hecho nuevo. No es algo nuevo. Los yaquis han sufrido sin doblar la rodilla en su estado nativo. Desde la época colonial los acecha un deseo ajeno, un antojo todavía no cumplido por los distintos gobiernos voraces que han estado en Sonora: la confiscación de sus tierras.
EL DEBATE*
Se ha intentado de múltiples formas, desde los métodos de exterminio usados por el Ejército en tiempos de don Porfirio hasta el discurso actual de las dádivas infinitas de los proyectos progresistas como el gasoducto.
El viernes 21 de octubre, los titulares nacionales difundían: “Riña entre indígenas en Sonora; un muerto y 12 autos quemados en Loma de Bácum”. Entonces, México fue testigo de la barbarie. Ese pueblo clasemediero mexicano, que gracias a su ignorancia posee aún esa maravillosa capacidad de asombro, pensó: “qué raros son estos indios que no quieren dejar que les llegue el progreso”.
Pero en realidad los indios yaquis están muy lejos de ser incivilizados.
Hace 100 años, John Kenneth Turner fue exacto cuando explicó, en el capítulo II de su libro México Bárbaro, que a los yaquis “en los Estados Unidos no los llamaríamos indios, porque son trabajadores. Desde los tiempos más lejanos que se conocen de su historia no han sido nunca salvajes; siempre fueron un pueblo agrícola; cultivan el suelo; descubrieron y explotaron minas; construyeron sistemas de regadío; edificaron ciudades de adobe; sostenían escuelas públicas, un gobierno organizado y una fábrica de moneda. Cuando llegaron los misioneros españoles poseían casi todo ese vasto territorio que se extiende al sur de Arizona y que hoy comprende el Estado de Sonora”.
Kenneth, además, dejó plasmada una verdad sólida referente a la descripción de los yaquis: es la gente más fuerte, más sobria y más digna de confianza que hay en México.
La prueba de estas virtudes es que a la fecha los yaquis son la única tribu ancestral en México que sobrevive con un territorio autónomo. Las tierras del sur de Sonora son propiedad de los yaquis desde tiempos inmemorables.
Cuando los españoles llegaron al norte, su recibimiento fue distinto. Los ‘guerreros del sol’ no se impresionaron al verlos: el yaqui típico es fuerte, alto, casi un gigante. En esos años, Kennet infirió si esa complexión portentosa que acentuaba el vigor de su semblante enérgico era la razón por la que no habían doblado la cabeza para someterse a la voluntad de ningún amo de México. Los yaquis asumen su condición de naturales sin sentirse inferiores ante nada ni nadie. Respetan su raza, sus usos y costumbres e imponen el mismo respeto a quienes llegan.

La tribu Yaqui tiene una larga historia de enfrentamientos con el gobierno mexicano que le ha costado la muerte de miles de hombres y mujeres en la defensa de su territorio.
“No se toman fotografías del difunto, no es circo”. Es que los yaquis son “extraños” al mexicano neoliberal. Ellos no cuentan chistes en los velorios; para el yaqui todo es respeto, solemnidad, tanto para los vivos como para los muertos.
De esto pueden dar constancia los medios. Un fotógrafo y una reportera sinaloense cuando llegaron a Loma de Guamúchil, luego del enfrentamiento entre hermanos en Loma de Bácum, entendieron lo que significaba el concepto “territorio autónomo”. Cuando Francisco Guerrero tomó las fotografías, María de Jesús Estrada articuló en voz alta un hecho del que los dos ya se habían percatado: eran los únicos en la zona cero.
Entonces, la desolación donde estaba la huella de la tragedia era una orden en silencio que fue entendida y luego corroborada por la autoridad estatal: “nosotros no podemos intervenir”.
Esta era la antesala de un conflicto nacional histórico, pero hábilmente disimulado por el gobierno sonorense, la prensa estatal no se cansa de anunciar al gasoducto como la obra que pondrá a la región en la cima del desarrollo; y lo único que se propone ante está colisión étnica es el desarme de las tribus como solución.
Luego de la muerte de Cruz Valenzuela, urgieron al diálogo entre ellos. En su lengua, sin medios de comunicación, saben perfectamente que la prensa con su poder mediático puede favorecer a uno de los lados de la balanza.

Cruz Valenzuela, muerto en el enfrentamiento generado a partir de la división y la confrontación que provoca la construcción del gasoducto de Ienova/Sempra, sin considerar la decisión de los ocho pueblos de la Tribu Yaqui que rechazan esta obra en su territorio (Foto: Francisco Guerrero/El Debate)
Las mujeres hacían apuradas las tortillas a mano, pero ya era tarde. Había ruptura. No era una, eran dos reuniones en distintas lomas.
El gobierno oficial atendió la reunión de Loma de Guamúchil, con la minoría aliada a favor de la construcción del gasoducto. Presenciaron sin entender, con miedo ante el hermetismo de sus anfitriones.
A la par, en Loma de Bácum estaba la mayoría, de pie, alerta y a la cabeza el mayor obstáculo para el gobierno de Claudia Pavlovich y su proyecto del gasoducto: Anabela Carlón, una mujer indígena con licenciatura en Derecho Penal y una especialidad en Derecho Indígena Internacional, miembro de la tribu, comprometida con ella y afín a su ideología que establece crucialmente la preservación de la tierra.
La advertencia fue concreta: “Al no tener garantías del gobierno mexicano, nos vemos obligados a solicitar refugio en otro país ante la ONU”.
“Estuvimos pidiendo presencia policial desde muchos días antes porque sabíamos que podían agredirnos y ni el gobierno municipal ni el estatal nos respaldó. Parece que hasta se hubieran unido a ellos para que vinieran a atacar a la guardia tradicional de nuestro centro ceremonial para provocar disturbios y obligarnos a elegir nuevo gobernante a su conveniencia. El mismo gobierno pudo ser responsable de la tragedia que enlutó a nuestro pueblo, por eso ya no tenemos opción”.

Líderes de los ocho pueblos de la Tribu Yaqui
Pero el gobierno de Sonora está tranquilo. Mientras que la mayoría de la tribu yaqui lo señala como el verdadero incitador a la violencia, el alcalde de Cajeme se deslinda arguyendo que el provocador es el investigador Rodrigo González por haber denunciado que el proyecto no contaba con un estudio de impacto ambiental ni antropológico. Ahora, este presunto culpable asegura haber recibido amenazas de parte de las autoridades. ¿Un gobierno en la línea y al estilo de Padrés?
Los yaquis son sobrevivientes de 250 años de lucha contra los españoles, que nunca lograron subyugarlos; de las deportaciones de las que fueron víctimas, miles fueron llevados a Yucatán a trabajar en calidad prácticamente de esclavos en las plantaciones de henequén por orden de Díaz; está el registro del genocidio en 1909, el 62% de la población fue mermada; resistieron la traición, el desprecio y el ataque de Álvaro Obregón, y recientemente a un gobierno de Guillermo Padrés, que sin pena alguna mantenía una presa para uso personal en su rancho, mientras pretendía realizar un acueducto que limitaba directamente a la tribu el acceso al agua.
Si Porfirio Díaz optó por separarlos, Claudia Pavlovich prefirió dividirlos, confrontarlos. Ante tal historial sabe que lo único que puede acabar con la tribu yaqui son los mismos yaquis. Un gobierno “maiceador” que con sus promesas de mejora ha traído la discordia. Claudia Pavlovich ha puesto la trampa disfrazada de progreso.
La minoría, que además son jóvenes, no alcanzan a percibir ni entender el aferramiento de sus predecesores a la tierra, y respaldados por el gobierno repiten una y otra vez sin darse cuenta su único argumento y manifestación concluyente del hilo negro de este hecho:
“Es un buen proyecto. Trae becas, vivienda y cosas buenas, pero hay gente que duda y que quieren seguir heredando los pedazos de tierra como lo hacíamos antes, pero necesitamos esos apoyos”.
*Coedición: Claudia Evans. Semblanza construida con los datos proporcionados por la periodista María de Jesús Estrada en su experiencia cubriendo los hechos violentos en Loma de Bácum el sábado 22 de octubre de 2016. El material fotográfico fue captado por el fotoperiodista Francisco Guerrero. Ambos compañeros comprometidos con la verdad y colaboradores de esta casa editorial EL DEBATE.
El Debate es un periódico publicado en Sinaloa por Empresas El Debate, S. A. de C. V. El Debate ofrece información de sus versiones publicadas en las ciudades de Culiacán, Guamúchil, Guasave, Los Mochis y Mazatlán, así como noticias al momento de los hechos ocurridos en Sinaloa, México y el mundo.
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