El evangelio de los idiotas
El triunfo más grande de la televisión ha sido la homogenización de los gustos. El sentir que todos podemos ser partícipes del éxito televisivo. Si bien, esta afirmación no es en absoluto inocente (las llamadas para votar por sus favoritos es uno de los ingresos más cuantiosos que tienen las televisoras) la realidad es que este tipo de mentalidad telenovelesca que tenemos los mexicanos (en Sudamérica cuando una situación es en exceso lacrimosa y trágica lo llaman un drama mexicano) no deja de ser un signo de subdesarrollo.
Ramiro Padilla Atondo/ A los Cuatro Vientos
Un reality show proscrito en el Perú encontró campo fértil en las masas idiotizadas de mexicanos. Creer que los casos son reales es como creer que Santa Claus existe. Desperdiciar una hora de vida viendo estupideces como esta por supuesto que nos permite evadirnos de la realidad:
http://www.juanpabloproal.com/articulo/cosas-de-la-vida-evidencia-de-un-falso-testimonio/
Pero el asunto es otro. El deseo de maximizar las ganancias ha llegado al ridículo. Vestir niños como adultos, hacer que canten temas de adultos y se comporten como tales debería de despertar la indignación de la mayoría. Pero no sucede tal. En Francia avanza una legislación para prohibir los concursos de belleza en menores de 16 años:
https://www.facebook.com/CNNDirectoUSA?directed_target_id=0
En México tenemos bodrios como La academia kids. Padres frustrados que sueñan con tener a sus hijos en el estrellato. Ver a un niño que no es siquiera consciente de lo que implica pararse en un escenario, recibir una crítica feroz y esperar que esto no le afecte a la larga es de mentes enfermas.
Pero la televisión es el evangelio de los idiotas. Si usted piensa que su hijo tiene mucho talento y quiere que salga frente a las cámaras entonces tiene un problema. Se llama síndrome de uso abusivo de la televisión. Si no lo conocía vaya con un psicólogo. Este le recetará que apague el aparato. Que para matar el tiempo agarre un libro y lo lea. Que se salga a caminar cuando sienta el deseo de prender su programa lacrimógeno favorito.
Claro que no es un tratamiento fácil. Se ocuparán muchos ovarios o huevitos. Porque vendrá el síndrome de abstinencia televisiva. Como su vida está diseñada alrededor de este aparato, su sola presencia la (lo) incitará a pecar. Su tiranía es tan absoluta que estará preocupadísima (mo) por lo que sucederá en la novela esa noche. Pero no se preocupe. Son actores. Eso que pasa allí no pasa en la realidad. Los que salen ganan mucha lana por hacerlo sentir que es usted el que podría ser el sirviente o la sirvienta.
Váyase al espejo y grite con firmeza: ¡No me representan! ¡No me representan! Es como un decreto en la metafísica. (digo, tampoco quiero ser tan radical, la lectura de Carlos Cuauhtémoc la trataremos en un capítulo aparte) y con la repetición vendrá la aceptación.
Se dará cuenta que ha superado su problema cuando le sea indiferente el televisor. Porque la televisión trata a sus hijos como mercancía. En el momento en el que dejan de ser un producto vendible les dan las gracias. Y es usted el que tiene que lidiar con los traumas que arrastrarán de por vida:
http://www.youtube.com/watch?v=6hqPs2gXlJ0
Si no pregúntenle a casi todos los que han salido del club Disney. Por quedarse sin niñez ahora quieren dejar atrás su imagen de niños:
http://www.youtube.com/watch?v=W5f7nUBGTts
Nunca será lo mismo ver a sus hijos cantar en fiestas familiares que ya tenerlos en la tele. Explíqueles que la televisión no lo es todo, que los valores que pregona son falsos. Porque somos responsables del futuro de ellos.
Y cuando logre eso, este país iniciará un cambio para bien.
Los niños no merecen la sobreexplotación. Merecen ser niños. Solo eso.
Estoy totalmente de acuerdo con usted es indignante como utilizan a un niño para sentirse auto realizados los padres como profesora de educación preescolar me frustra ver como son utilizados los niños permítame felicitarle por su escrito