Dos de octubre no se olvida: los antecedentes*
Joaquin Bohigas Bosch / 4Vientos
En 1968 – por variadas causas, en distintos momentos y con diversos lenguajes – explotó la juventud estudiantil persiguiendo objetivos e ideales universales: libertad, igualdad, fraternidad, tolerancia y paz. Todos empezaron por motivos menores, incluso absurdos, pero pronto se radicalizaron y encontraron su voz generosa y universal.
La matanza que el gobierno priista de Díaz Ordaz perpetró el 2 de octubre de 1968, fue la respuesta más bárbara y cruenta de un régimen acostumbrado a responder con sangre a cualquier petición que se saliera de los límites y cauces institucionales establecidos por él mismo.
Por desgracia, no fue el primer ni el último genocidio cometido por el Estado. Tampoco cerró una época en la historia de México ni fue el principio de otra.
Desde hacía poco más de una década grupos de casi todas las clases sociales luchaban por mejores condiciones de vida, el cumplimiento estricto de la Constitución y una amplia apertura hacia la democracia.
Los campesinos demandaban una solución permanente al problema de la propiedad y uso de la tierra en algunos de los estados más empobrecidos del país, los segmentos más conscientes y preparados de la clase trabajadora exigían respeto a sus derechos e independencia y democracia para sus organizaciones sindicales, mientras que los más educados de los sectores medios reclamaban ejercitar su derecho a la libertad de elección, expresión, manifestación y asociación política.
Es pertinente recordar que, en comparación con otras épocas y lugares, particularmente la actual, ni la conducción económica del país, ni las políticas sociales e internacionales del régimen, eran marcadamente antipopulares o desacertadas.
Se vivía la época de la sustitución de importaciones, del “milagro mexicano” y el dólar estable, al menos hasta mediados de los setentas. Sin tener los abundantes recursos petroleros de los últimos 25 o 30 años, el estado de la economía era motivo de envidia para muchos países, como Corea, España y el resto de América Latina.

El milagro mexicano. Entre 1955 y 1976 el salario mínimo aumento dos y media veces en términos reales. Asimismo, aumento la participación del trabajo en el producto interno bruto y, como consecuencia de ello, disminuyeron las desigualdades. Desde entonces, el salario mínimo ha caído estrepitosamente y la desigualdad ha aumentado.
El laicismo era parte de la cotidianidad. En 1958 fue creado el libro de texto gratuito y quince años después se le dió un gran impulso al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y al desarrollo científico desde una perspectiva de desarrollo de adentro hacia afuera, anunciado a principios de los 60 con la nacionalización de la industria eléctrica.
La pobreza extrema y la desigualdad seguían siendo lacerantes, pero año con año crecía la llamada clase media, mejoraba el nivel de vida de mucha gente y aumentaba la participación del trabajo en el producto interno, alcanzando su máximo histórico en el sexenio de Echeverria. Al mismo tiempo, se ampliaban las instituciones de seguridad y asistencia social (IMSS en 1943, Issste en 1960, Conasupo en 1965, Infonavit y Fovissste en los setentas).
México era un influyente portavoz a favor del desarme nuclear y la autodeterminación de las naciones, particularmente en América Latina, y mantuvo sus puertas abiertas al exilio político.
¿De qué se quejaban?
En primer lugar, aunque la economía mejoraba, la mayoría de la población vivía en condiciones muy precarias. En segundo lugar, el sistema político estaba basado en estrictas normas de obediencia implícita a un régimen autoritario y vertical como pocos, hecho finalmente a la medida de los intereses de los poderosos de la época, los empresarios y sus políticos a sueldo.
Cada quien tenía su sitio y su cuota asignada por los supremos poderes. ¡Ay de quienes se salieran de los cauces institucionales! Pronto se encontraban con el rostro obscuro del temido régimen “populista”. Y no eran pocos los inconformes.
El movimiento ferrocarrilero de 1958 demandó mejoras salariales y democracia sindical. Después de dos manifestaciones, seis trabajadores muertos y huelgas solidarias por parte de telegrafistas, maestros y trabajadores petroleros, las autoridades aceptaron momentáneamente que hubiera elecciones sindicales libres, las que fácilmente ganó el grupo de Demetrio Vallejo.
El gobierno no sabía y no deseaba negociar con sindicatos libres, y acabó deteniendo a los líderes, ocupando militarmente todas las instalaciones ferrocarrileras y arrestando a casi 10 mil trabajadores y despidiendo a otros 9 mil. Vallejo, Valentín Campa y otros dirigentes, recibieron largas condenas. Román Guerra, líder ferrocarrilero comunista, fue asesinado. Purgada la disidencia, el sindicato volvió al servicio del gobierno, mientras mantenían en prisión a casi 800 ferrocarrileros.

Momento en que Demetrio Vallejo es arrestado. Por haber ganado legítimamente las elecciones a la dirigencia del sindicato de ferrocarrileros, fue acusado de disolución social y paso mas de once anos encerrado en el “palacio negro” de Lecumberri.
Al poco rato los comunistas David Alfaro Siqueiros y Filomeno Mata entraron al palacio negro de Lecumberri acusados de “disolución social”, una ley que convirtió en delito el derecho a disentir.
Entre 1957 y 1960 los maestros de primaria salieron a las calles bajo las banderas del Movimiento Revolucionario del Magisterio, no las del sindicato oficial, pidiendo recuperar los niveles salariales de hacía 20 años, y establecer en el contrato colectivo alzas salariales ajustadas a la inflación y servicios de salud a familiares. El gobierno respondió con la represión. El 12 de abril de 1958 desalojó a los profesores del zócalo, dejando varios muertos y decenas de heridos. Cinco meses después secuestró, torturó y encarceló durante 3 meses al líder del movimiento, el profesor Othón Salazar. En 1960 Salazar encabezó otro movimiento para democratizar e independizar el sindicato de profesores. Fue acusado de “disolución social” y pasó 10 años en Lecumberri.
Rubén Jaramillo luchó como zapatista y fundó el ingenio Zacatepec apoyado por Lázaro Cárdenas. Líder incorruptible, fue objeto de varios atentados que lo condujeron a levantarse en armas. En 1959 Adolfo López Mateos amnistía a él y a su grupo, prometiéndole apoyo para un proyecto de aprovechamiento de tierras ociosas. El 23 de mayo de 1962, esbirros de los caciques y gobernantes del estado de Morelos se lo llevan a Xochicalco, donde lo ejecutan con su esposa y tres hijos. López Mateos prometió hacer justicia. No sucedió.
Las movilizaciones campesinas fueron sistemáticamente reprimidas y Guerrero fue el principal campo de exterminio.
El 30 de diciembre de 1960 el ejército interrumpió un mitin de la Asociación Cívica Guerrerense, dejando como saldo más de 13 muertos. Al conmemorarse 2 años de la matanza, nuevamente lanzan a la tropa contra un mitin de la asociación en Iguala, asesinando a otras 39 personas. Cuatro años después apresaron al líder de la organización, Genaro Vázquez, que se fugó de la cárcel para encabezar un grupo guerrillero.
En 1967 asesinan en Acapulco a más de 40 copreros reunidos para formular un pliego de peticiones. Las autoridades culpan a sus dirigentes, y giran órdenes de aprehensión contra Lucio Cabañas y Alejandrina de los Santos, entre otros. Meses después acribillan a cinco campesinos durante un mitin que organiza el profesor Cabañas en Atoyac, que escapa y forma un grupo guerrillero.

En el campo, los luchadores mas emblemáticos de la época fueron Rubén Jaramillo, Genaro Vázquez y Lucio Cabañas. Los tres fueron ultimados por el ejercito: Jaramillo en 1962, Vázquez en 1972 y Cabañas en 1974. La represión al movimiento campesino fue brutal, quizá porque el estado se podía cometer sus barbaridades con pocas posibilidades de denuncia. El libro Guerra en el Paraíso, escrito por Carlos Montemayor, da un recuento de las atrocidades cometidas durante nuestra guerra sucia. Los criminales están impunes.
El 26 de noviembre de 1964, residentes e internos del Hospital 20 de Noviembre realizaron un paro reclamando el pago de aguinaldo. Se les unieron otros 5 grandes hospitales del Distrito Federal, y entre todos forman la Asociación Mexicana de Médicos Residentes e Internos (Ammri). El 3 de diciembre ya eran 43 los hospitales nacionales en paro. El recién electo presidente Gustavo Díaz Ordaz prometió estudiar sus peticiones, pero al poco tiempo rompió las pláticas e inició una campaña de despidos. Los médicos, incluyendo directores de hospital y especialistas de alto nivel, respondieron formando la Alianza de Médicos Mexicanos (AMM), deslindándose del sindicalismo oficial (Fstse).
El paro fue suspendido cuando el gobierno aceptó sentarse a negociar. Como no respondió a las demandas, a partir de abril hay una escalada de paros y enfrentamientos cada vez más enconados, que culminaron con el desalojo de enfermeras, internos y residentes de los hospitales 20 de Noviembre, Rubén Leñero y Colonia. Más de 500 enfermeros y médicos residentes e internos de ambos sexos fueron cesados en todo México. Los sustituyeron con médicos militares. Los doctores Alberto Hernández y Alfredo Ortega fueron detenidos, y Norberto Treviño, José Castro Villagrana y Faustino Pérez Tinajero tuvieron que abandonar el país. Hasta la fecha, enfermeros, internistas y residentes de hospitales trabajan 30 o más horas continuas y reciben un sueldo miserable.
En 1961, el Frente Cívico Potosino, una organización en la que participaron el Partido Acción Nacional y el Partido Comunista, postuló a Salvador Nava como candidato a gobernador de San Luis Potosí. Las elecciones fueron fraudulentas y provocaron el levantamiento popular. López Mateos recurrió al ejército, que arrestó a Nava y a sus allegados. Para variar, fueron acusados de “disolución social” y pasaron varios meses en Lecumberri. El estado de ánimo era tal que la tropa tuvo que ocupar la capital del estado durante tres meses. Nava fue arrestado de nuevo en 1963. Reapareció en 1982 ganando la presidencia municipal de San Luis Potosí y en 1991 de nuevo perdió de manera fraudulenta las elecciones para gobernador.
En octubre de 1966 estudiantes y ciudadanos de Morelia coincidieron en un movimiento en contra del alza a las tarifas de transporte público. Al día siguiente efectuaron una manifestación que fue atacada por pistoleros del PRI que se robaron un aparato de sonido. La marcha se dirigió al local priista para reclamar el robo, pero fue recibida a tiros, muriendo el estudiante Everardo Rodríguez. Como protesta, los estudiantes declararon la huelga el 4 de octubre. El ejército comenzó a patrullar las calles y el 8 de octubre, al mando del general José Hernández Toledo, tomó la universidad y detuvo a decenas de estudiantes. Durante 3 años estuvieron presos el líder estudiantil Rafael Aguilar Talamantes y el dirigente popular Efrén Capiz.
En el mundo
La atmósfera internacional también estaba cargada. Aparte de la revolución cubana y la muerte del Che Guevara, la época también conoció terribles tiranías militares en América Latina, el principio del fin del colonialismo europeo en África y la derrota del colonialismo francés en Argelia y Vietnam.
Los jóvenes de aquella época fuimos testigos de la larga batalla y eventual triunfo del pueblo vietnamita contra el gran imperio norteamericano, uno de los mejores y más costosos capítulos de la historia de la humanidad. También presenciamos la lucha de los afroamericanos por ocupar un lugar en el mundo, los terribles linchamientos y atentados terroristas cometidos en contra de civiles y luchadores sociales blancos y negros y, finalmente, el asesinato de Martín Luther King. Todo ello mostró la cara más obscura del imperio norteamericano y las flaquezas del “american way of life”. Tampoco fuimos inmunes al lamentable espectáculo del socialismo real cuando construyó el muro de Berlín, ocupó Hungría y con tanques y tropas aplastó la primavera comunista de Praga. Y, desde luego, es imposible olvidar la sensación de desamparo ante la amenaza nuclear, ni los días en los que el exterminio de la humanidad parecía seguro.

En enero de 1968, el líder comunista Alejandro Dubcek emprendió una serie de reformas para que el socialismo tuviera un rostro humano. Los líderes soviéticos vieron con malos ojos estas reformas e invadieron Checoslovaquia ocho meses después. La respuesta indignada de la población fue evidente y mundialmente conocida. A esta época se le conoce como Primavera de Praga y probablemente señala el principio del fin del llamado socialismo real.
También estaba el lado maravilloso de la libertad conquistada a diario en el vestido, el peinado, la música, el ocio y la sexualidad. En esos años maduraron las organizaciones comprometidas con la igualdad de derechos para mujeres y homosexuales, y por vez primera alzaron la voz los movimientos ambientalistas.
En 1968 – por variadas causas, en distintos momentos y con diversos lenguajes – explotó la juventud estudiantil persiguiendo objetivos e ideales universales: libertad, igualdad, fraternidad, tolerancia y paz. Todos empezaron por motivos menores, incluso absurdos, pero pronto se radicalizaron y encontraron su voz generosa y universal.
*Primera parte de un escrito elaborado para rememorar el 2 de octubre de 1968 y mis recuerdos de esos años. UABC, campus de Valle Dorado, Ensenada, B.C. 02/X/2010 y 02/10/2013.