DIVIDE Y VENCERÁS: Transitar, realmente transitar
“Los retrocesos se dan por causa de los avances.” —P. Freire
Jesús Galaz Duarte / A los 4 Vientos / Foto de portada: Infobaja
La peor tragedia que nos pudiera pasar con la llamada 4T sería que todo cambiara en el país para que, siendo ella misma su mayor obstáculo, todo siguiera igual. Pero, ¿cómo saber si esto está pasando, si en realidad está ocurriendo? ¿Qué signos hay que buscar en las cosas para saber si seguimos navengando la misma ruta y con el mismo viento?
En su libro “La educación como práctica de la libertad”, el pedagogo y filósofo Paulo Freire explica la diferencia entre el “cambio” en una sociedad y el “tránsito” de una sociedad. Al primero lo define como un evento o serie de eventos que suceden en una misma “unidad de tiempo histórico […], sin afectar realmente” al grupo donde se lleva a cabo. Por otro lado, el tránsito de una sociedad es “el eslabón entre una época que se pierde y una nueva que se va formando”.
Como uno podría suponer, transitar es un tiempo confuso, lleno de contradicciones entre la sociedad vieja que ya no se puede sostener (espacio llamado “prolongación”) y la sociedad nueva repleta de azahares, aunque todavía sin flores (llamado “adentramiento”). Si seguimos la metáfora, los azahares representan los temas nuevos y las nuevas tareas que la sociedad comienza a plantearse, como un impulso violento que vuelve a buscar significado en el mundo y el cual, según Freire, solo puede encontrar su siguiente etapa en una democracia plena.

Esta democracia sin parcialidades debe caracterizarse por “un alto sentido de participación [de la gente] en los problemas comunes.” Por lo cual, dice Freire, no podría desarrollarse “salvo bajo ciertas condiciones, en las que el hombre se lance al debate, al examen de sus problemas […], en las que el hombre participe”. Y aunque señala que a la transición no puede pararla ningún retroceso cuando ésta sucede —como proceso histórico—, también sentencia que si bien “todo tránsito es cambio, no todo cambio es tránsito”, por lo que hay que tener cuidado al pensar nuestro presente.
Ahora bien, para hacer un análisis confiable sobre si estamos viviendo un cambio en nuestra sociedad, únicamente, o una época de transición, habría que tener toda la información necesaria para comparar, medir, analizar, criticar y evaluar a la 4T. Pero como hacer eso escapa las capacidades de esta columna, la limito al caso de Mexicali y Baja California.
Después de ser gobernada por el PRI y el PAN toda la vida, la poca gente que salió a votar en Mexicali y Baja California este 2019 eligió a Morena para la gobernatura, le dio mayoría en el congreso, así como todas las presidencias municipales. Sin la ola lopezobradorista no hay duda de que los resultados hubieran sido diferentes, pero eso es harina de otro costal.
Por lo pronto expongo una serie de situaciones que habría que analizar para nuestro propósito:
(1) Los regidores y miembros de Morena oscilan entre la ignorancia política, ex-agentes del PRIAN, activistas de profesión, políticos carentes de ideología y aviadores poco graciosos. Las excepciones a estos perfiles desgraciados, desafortunadamente, son pocas. Para ejemplos sirva la propia alcaldesa de Mexicali, Marina del Pilar, quien se casó unas semanas antes de tomar posesión de su cargo con el ex-diputado panista (¿ahora morenista?) Carlos Torres. Igualmente, Jaime Bonilla, gobernador electo y él mismo un ex-priísta, se rodea sin empacho de los viejos priístas de Baja California, incluyendo al último gobernador del PRI, depuesto en su mandato, Xicotencatl Leyva.
(2) El congreso del estado apoya abiertamente la intensión y afán de Bonilla por durar tres años adicionales de los que la gente le otorgó en las pasadas elecciones (más del doble). Además, para auditar a la administración saliente, Bonilla ha nominado a un abogado de Tijuana muy cercano a Francisco Vega, el futuro ex-gobernador y principal responsable de una de las administraciones más golpeadas, manchadas, cuestionadas, corruptas y expuestas en la historia del estado. Casi se puede escuchar el silencio de la clase política respecto a los escándalos de corrupción que el nuevo partido en el poder y sus candidatos prometieron perseguir sin tregua, al menos lo que duraron sus campañas.
(3) A pesar de ser Mexicali un referente histórico en la lucha por los derechos de la mujer debido al “caso Paulina”, el cual llevó hasta la Suprema Corte de Justicia el derecho a la suspensión del embarazo para víctimas de violación, Marina del Pilar tomó posesión de su cargo frente a la catedral gastando entre medio millón (cifras oficiales) y millón y medio de pesos (según otros expertos), evento que incluyó dragones chinos, proyecciones sobre la iglesia, un despliegue de gente llevada sin costo (¿acarreados?), reverencias innecesarias de todos hacia todos y, acompañándola, el obispo Isidro Guerrero, quien hace apenas unas semanas logró en una audiencia privada con el presidente del Congreso y otros diputados, que no se votara ni se discutiera siquiera la despenalización del aborto en pleno el día que estaba programado.
(4) Un artista contratado por empresarios hace un monumento que el discurso oficial dice que es para los trabajadores de la maquila. A la inauguración asisten empresarios, políticos, las familias de ambos, periodistas, tres perros, ¡todos!, pero ningún trabajador. Para colmo, se puede ver una entrevista con el artista donde no relaciona lluvia con mojarse; al igual que pocos —demasiado pocos— reconocen la injusticia tras la desigualdad que hemos naturalizado a nivel global, casi por completo.
(5) Por último, Jaime Bonilla y Marina del Pilar han prometido continuar con los numerosos intentos de administraciones pasadas (prianistas) para “rescatar” el centro histórico de Mexicali. Dicho proyecto, apoyado por algunos comerciantes del centro y, principalmente, la comunidad china local —suponemos que no serán comunistas—, consiste en hoteles de lujo, visitas guiadas por la antigua chinesca, apertura de bares, cafés, restaurantes, añadir casinos al espacio, casas de apuestas y, por supuesto, desplazar a los usuarios actuales de la zona, esos indeseables —migrantes, indigentes, personas con problemas mentales, viejos residentes, negocios que apenas se mantienen, pobres todos, pues—, a la periferia de la ciudad o donde su presencia no afecte la especulación del valor de la tierra que piensan vender o rentar para el Chinatown de Mexicali…
Ahora volvamos a la pregunta: ¿estamos viviendo un periodo de cambio o un periodo de transición? De lo que está seguro quien escribe es que si nadie empuja, nada pasa. Aún así, da para pensar…

Jesús Galaz Duarte (1985), natal del otrora rancho algodonero más grande del mundo, sociólogo y filósofo de entrenamiento (Pitzer College), se ha visto obligado a pagar renta en San Diego, Los Ángeles, Oakland, Parma, Madrid, Ciudad de México, Estambul y Buenos Aires. Cree que cree en el dios de Spinoza, se contradice por querer ser congruente —pero puede que también al revés, aunque intente lo contrario—, le tiene fe al pensamiento crítico y le gustaría saber más de los rizomas de Deleuze. Recuerda una infancia donde no había internet y le sorprende que su generación la ignore. Actualmente vive en el Mexicali que no lo vio crecer.