Día de La Raza: Desafío multicultural
Este fin de semana se cumplirán 521 años del descubrimiento de América en 1492. Se conmemora el avistamiento de tierra por parte del marinero Rodrigo de Triana, después de haber navegado más de dos meses al mando de Cristóbal Colón. Fue uno de los hechos más importantes de la historia europea y condicionó la evolución política, social y económica de los países hispanoamericanos durante los siglos posteriores. Todavía hoy existe una polémica sobre el significado de este día, de tal suerte que, mientras en México lo seguimos recordando como el “Día de la Raza”, en otros países se conmemora como el “Día de la Resistencia Indígena”.
Isidro H. Cisneros/ A los Cuatro Vientos
Muchos piensan que la festividad no debe exaltar al colonialismo en detrimento de la cultura y valores de los indígenas. De esta forma se crean dos campos simbólicos, en donde se encuentran, de un lado, los herederos culturales de los conquistadores europeos, quienes consideran que en esta fecha inició la civilización en estas tierras, y del otro, quienes afirman que para los pueblos indios fue el comienzo de una guerra de exterminio que impuso un régimen colonial, al que se opusieron de manera directa o soterrada. Cualquiera que sea la óptica que se adopte, es innegable que esta fecha marca el nacimiento de una nueva identidad social y cultural producto del encuentro y fusión de los pueblos originarios del continente americano con los colonizadores europeos. El hecho concreto es que 521 años después, muchos pueblos indígenas siguen preservando su identidad comunitaria, vigorizada por la resistencia cultural a los embates del “progreso”. Recordando, al mismo tiempo, que el nuevo conflicto social es fundamentalmente de tipo cultural y ya no sólo político.

Los proyectos mineros de alta tecnología han resultado altamente cuestionados en varias partes del mundo, pese a las promesas de ganancias económicas y progreso para las localidades, sobre todo en América Latina, donde ahora hay 191 conflictos activos que involucran a 284 comunidades.
La situación de los pueblos indígenas en México los presenta como importantes grupos que han padecido históricamente exclusión y marginación social. A pesar de que en las regiones indígenas se concentra un alto porcentaje de los recursos naturales que implican altas ganancias para el conjunto de la Nación, este sector de la población vive al margen de los beneficios que reporta el aprovechamiento y uso de dichos recursos. Además, no se respetan los derechos colectivos de los pueblos indígenas representados por el derecho a la tierra, al territorio y a los recursos naturales, a la consulta, a participar en el diseño de programas públicos, así como a preservar sus prácticas culturales y sus usos y costumbres en materia electoral. El conjunto de estos derechos da contenido a la libre determinación, como establecen los instrumentos internacionales para los pueblos indígenas. Debemos reconocer que la falta de un verdadero reconocimiento jurídico de los derechos colectivos de los pueblos indios ha tenido consecuencias directas sobre la democratización mexicana. Por lo que la formulación de políticas de inclusión social debe enfrentar la tensión existente entre identidades particulares e identidades colectivas, conciliando el universalismo democrático que postula iguales derechos para todos, con el relativismo cultural que demanda el “derecho a las opciones” y el “derecho a las raíces”.

Indígenas zapotecos de Unión Hidalgo, denuncian en la capital de México el proyecto eólico en su municipio.
“Nos han bloqueado los caminos. No podemos sembrar. Nos ofrecen poco por nuestras tierras. ¿Dónde están los beneficios?”, lamenta Guadalupe Ramírez, sobre la operación de campos eólicos en Oaxaca.
Foto: Emilio Godoy /IPS
La relación universalismo-relativismo se refiere al vínculo entre los derechos de ciudadanía para todos y el derecho a la diferencia para las minorías. Es claro que si se desea entender no sólo que es la democracia, sino también cuáles son sus justificaciones éticas, es necesario postular una identidad multicultural que permita la coexistencia entre diferentes sistemas simbólicos.
El régimen democrático ha evidenciado su carácter abierto e incluyente hacia valores diferentes y comunes de la humanidad. La disputa secular entre liberalismo, socialismo y democracia se ha concentrado casi exclusivamente en los dos polos de la libertad y la igualdad. Sobre esta tensión bipolar se ha construido un complejo de doctrinas políticas, económicas y sociales desde el liberalismo democrático y la socialdemocracia, hasta el proyecto del socialismo liberal. En este contexto, la fraternidad se presenta, al menos bajo el perfil teórico, como una dimensión olvidada. Ésta es una laguna no menor porque se trata de uno de los principios inspiradores de la modernidad representados por los valores de libertad, igualdad y fraternidad-tolerancia.

Evo Morales Ayma, de la etnia aimara, presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, fue elegido por mayoría absoluta de votos en 2005 ( 54% de los sufragios), convirtiéndose en el primer presidente de origen indígena. En 2009 logró la reelección con el 64,22% de los votos. Su gobierno estatizó los hidrocarburos, la energía eléctrica y las minas.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) reconoció en agosto pasado que los índices de crecimiento de Bolivia desde que Evo Morales está al frente del país, se multiplicaron por cuatro, pasando de los 8.000 millones de dólares, a 32.000 millones de dólares, en los últimos ocho años. Las cifras oficiales del país sitúan el crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) de la nación del altiplano, en un 6,5% entre enero y julio del 2013, la tercera economía más pujante de América Latina y el Caribe.
Hablar de multiculturalismo hoy significa referirse a una teoría política de la complejidad que establece fórmulas para conciliar la unidad política con la diversidad social. El multiculturalismo busca respuestas al dilema de: ¿Cómo la vida asociada debe ser vivida y por qué? Al mismo tiempo, proyecta las diferentes modalidades a través de las cuales los individuos buscan nuevas vías de solución a sus conflictos étnicos, culturales, políticos y sociales. Hoy con más fuerza que nunca debemos hacer un elogio de la “política del reconocimiento”. Las exclusiones étnicas, raciales o nacionalistas de los últimos tiempos, evidencian el declive de un principio considerado universal y siempre válido en la cultura occidental: el respeto por el otro. Un principio cuya génesis se encuentra en el movimiento intelectual de la modernidad que plantea la búsqueda de la felicidad pública y la igualdad democrática de los derechos.