De tragedias nacionales y el necesario colapso del PRI

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Un bebé asesinado, su padre golpeado, su hermana y su madre víctimas de violación en plena carretera; diez muertos y varios heridos en un enfrentamiento entre el ejército y hombres armados por el asunto del robo de combustible; el cuerpo de una joven es encontrado en plena Ciudad Universitaria.

Alfredo García Galindo / A los 4 Vientos

Los datos aportados por el Observatorio Nacional Ciudadano (http://onc.org.mx/2017/05/02/reporte-sobre-delitos-de-alto-impacto-marzo-2017/) describen a un país sumido en una debacle sin precedente que a su vez apunta a que esos crímenes destacan por la singularidad de sus características mas no por la excepcionalidad de su ocurrencia.

Un bebé muerto, dos mujeres violadas y un hombre golpeado fue el saldo de un robo en contra de una familia que circulaba a bordo de una camioneta por el kilómetro 98 de la autopista México-Puebla. Mayo 2 de 2017.  Foto: Sol de México

Hechos que se inscriben en una violencia normalizada que, lastimeramente, cada vez a menos personas extrañan, pero que se convierten en motivo de charla de sobremesa; o incluso, inspiran comentarios de humor negro que demuestran que la vileza moral también se abre paso en estos tiempos en que llueve tanto duelo, pues si nos damos tiempo para viralizar esos casos en la palestra de las redes sociales con una genuina indignación, eso no nos saca, normalmente, de nuestro diario y anodino transitar por una vida de trabajo, compras y reuniones familiares.

Ahí una de las peores tragedias nacionales: que estamos en el riesgo de confundir el anhelo por un futuro menos trágico con la indolencia frente a lo que como sociedad civil es inaceptable y que debería mantenernos en la pregunta sobre la relación que tienen estos datos de muerte con la catástrofe nacional que los trúhanes que nos mal gobiernan han profundizado.

Porque desde luego que hay sujeto y predicado en estas oraciones de la desgracia, de las cuales, dos son las principales: un modelo económico que ha maximizado la desigualdad y la pobreza y una clase política que se ha encaramado hasta el pináculo más alto de la desvergüenza, siendo en particular un partido político el que en estos días se ha presumido como impoluto ante las cámaras, como si esta crisis de muerte fuera por completo ajena a su responsabilidad.

Entre 2009 y 2016 Pemex  perdió 160 mil millones de pesos o unos 50 mil barriles en promedio al mes por robo de gasolina en sus ductos, de acuerdo con estimaciones de Dwight Dyer, consultor independiente en seguridad del sector energético. El Gobierno de Puebla informó que el 4 de mayo, en los enfrentamientos entre presuntos ladrones de gasolina, conocidos como “huachicoleros”   y elementos del ejército mexicano, el saldo fue de diez muertos, cuatro de ellos militares.

Así es. Mientras el país se cae a pedazos, el PRI, por voz de Enrique Ochoa Reza, se dedica a mirar la paja en el ojo ajeno; eso significa que nuestra desdicha puede ser medida con el cinismo de los peores ciudadanos. Se trata de una impostura tan insensata que empieza a mostrar que el juicio práctico ya también se está descomponiendo, porque ¿realmente a quién piensa el PRI que puede estar convenciendo con esas joyas del descaro cuando son tan cotidianas las tragedias?

Como es sabido, el PRI no hace nada que no tenga un fin electoral, entonces, ¿qué clase de estrategia es la de vestir con la túnica del buen juez a ese cuerpo descompuesto que hiede a tanta inmundicia partidista y que todo mundo conoce?

Todo apunta a una conclusión dado el papel que el PRI ha tenido como instancia moldeadora de la suerte de nuestro país: que ha terminado por convertirse en un error histórico que pervirtió todo lo que ha tocado; incluyendo a la naturaleza de la cultura política que como mexicanos hemos asumido.

El cuerpo sin vida de Lesvy Berlín Osorio, de 22 años, yacía junto a una cabina frente a la facultad de Ingeniería. Había sido estrangulada con el cable del teléfono el pasado 3 de mayo.

En ese tenor, si a estas alturas el PRI no ha hecho un categórico mea culpa como pauta inicial para su recomposición completa, significa que el desempeño ético como paradigma para la atracción de votos es algo que a estas alturas es imposible que pueda lograr dada su estructura y razón de ser que son, ya por principio, viciadas.

En esas circunstancias, lo mejor que podría pasarle al país es que el colapso progresivo del PRI que estamos atestiguando lo llevara a su desaparición como partido. A ver si con la erradicación de semejante enfermedad nacional podemos por fin observar lo que es tan evidente: que la descomposición del país expresada en la pavorosa normalidad de esta masacre tiene demasiado vínculo con la perversión del mundo de la política, en lo cual también el resto de los partidos colaboran con una fiel reproducción de las prácticas que aprendieron del hermano mayor.

No diremos que siempre será, indefectiblemente, la corrupción de la política la única fuerza que explica una crisis social y la violencia que normalmente la acompaña, sin embargo, en el caso de México, sí podemos pensar que en ello se encuentra el origen de nuestras principales dolencias, porque la andanza del país por los últimos cien años no puede separarse del tutelaje del PRI no sólo como mecanismo para dirimir conflictos entre facciones –que fue para lo que Plutarco Elías Calles lo concibió- sino también como una cosmovisión ciudadana respecto a lo que la palabra “política” significa.

Es por ello que el PRI ha marcado tanto el paso de todas nuestras andanzas en la historia reciente; ha sido gobierno y ha sido lente para nuestra concepción del mundo; y hablamos de los momentos de mayor optimismo nacional –digamos, años 40 a 70 del siglo XX- hasta el feroz circo de la masacre que la etapa neoliberal ha implicado.

Las marchas multitudinarias de enero y febrero en contra del “gasolinazo”, se convirtieron en manifestaciones de repudio al PRI y al presidente Enrique Peña Nieto en todo el país

En fin que este es el México que el PRI nos ha legado como herencia de sangre; un país que otrora inspirara la frase “el milagro mexicano”, y que hoy es una de las casas predilectas de la muerte. Es el PRI del que en una u otra forma todos hemos abrevado, comenzando por el resto de los partidos políticos; desde un PAN y un PRD que han terminado por ser su mejor comparsa para lo impresentable, hasta Morena, desde esa ambivalencia que incluye abrir los brazos a mercenarios de la política formados en las filas del tricolor y sus secuaces.

La respuesta ahí está; bien vendría como inicio de otro amanecer que, si no vamos a ver una radical y absoluta transformación del PRI, mejor atestiguáramos su colapso definitivo. Esa sería, irónicamente, la mejor de las bendiciones para mantener la esperanza por un futuro menos convulso, menos sumido en esta gramática de la tragedia.

Imagen de portada: Internet: Priandemias.com

 ALFREDO GARCIA GALINDO 2 Alfredo García Galindo, es economista, historiador y doctor en Estudios Humanísticos. Es catedrático y autor de diversos libros y artículos; ha impartido charlas, ponencias y conferencias, enfocándose en el análisis crítico de la modernidad y del capitalismo a través de una perspectiva transversal entre la filosofía, la economía, la historia y la sociología.


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