De Castro a México. Totalitarismos políticos y dictaduras económicas
Por mera coincidencia, horas antes de que Raúl Castro saliera a dar la noticia de la semana, un colega y yo platicábamos sobre Fidel y otros prominentes líderes de la izquierda latinoamericana. Queríamos determinar la pertinencia de la categoría “dictadura” para saber si correspondía aplicarla a los personajes en cuestión.
Alfredo García Galindo* / A los 4 Vientos/ Imagen portada: Naranjo “de la dictadura perfecta a la caricatura”
El caso es que la charla se fue hacia al lado de algo que hace unos ocho años mis alumnos me preguntaron: Profesor ¿qué cree usted que ocurra con Hugo Chávez y Venezuela?
Mi respuesta de aquella ocasión puede a su vez ayudarme a interpretar el fenómeno cubano y por contraposición, hacer un comentario respecto a México. A los alumnos les contesté que el riesgo de un liderazgo carismático, por mucho que esté encarnado en un individuo con sobrada autoridad moral, sapiencia y sensibilidad popular, conlleva el riesgo de que, al no fundamentarse en una estructura institucionalizada, se venga abajo una vez que falte el hombre imprescindible.

Hugo Chávez líder de la Revolución Bolivariana, presidente de la República de Venezuela desde el 2 de febrero de 1999 hasta su fallecimiento en 2013.
En el caso de Venezuela parece que así está ocurriendo: para mal de ese país, la ausencia de Chávez fue ocupada por la ineptitud de Nicolás Maduro y sus hombres; claro, ello agudizado por la vileza de una oligarquía nacional a la que lo único que le mueve es recuperar la posición de clase que históricamente siempre ha considerado que le pertenece, aun si es a costa del bienestar de los sectores populares.
En Cuba es un tanto diferente aunque desde luego también acusa la impronta determinante de Fidel Castro como diseñador del proyecto. Para Fidel fue más sencillo prescindir de la oligarquía cubana dado que la dirección de la economía había estado principalmente en manos de capitalistas norteamericanos; ello se sumó a la ductilidad con que obtuvo consenso entre una población sometida por décadas al despotismo de gobernantes como Fulgencio Batista y, desde luego, a una rígida política de control del disenso.

El pueblo cubano sale a las calles a refrendar sus convicciones en homenaje luctuoso al líder de la revolución, Fidel Castro. Foto Miami/ AP
Es así que lo que inicialmente comenzó como un anhelo romántico pronto se convirtió en un sistema con un importante arraigo nacionalista e institucional que pudo hacer frente a diversas circunstancias críticas como fue la permanente hostilidad de los Estados Unidos y, en su momento, la caída de la Unión Soviética. El caso es que en ambos casos, este último por la obviedad de su deceso y en el de Venezuela por la correspondencia que suele hacer la opinión pública cuando se habla de “izquierda latinoamericana”, el lugar común es utilizar el concepto dictadura parea describirlos.
En mi opinión, el caso de Fidel Castro puede ser objeto de ciertos ajustes semánticos y más bien catalogar su régimen como un sistema cuasitotalitario antes que una dictadura. Aun así, nadie duda de que la visibilidad de un personaje semejante sea el principal incentivo para endilgarle el epíteto de dictador porque a final de cuentas, en ciencia política existe una larga cauda teórica y conceptual en lo que se refiere a dictadores de diversas latitudes y momentos históricos. En pocas palabras, es relativamente sencillo intentar correspondencias (aun cuando sean absurdas) entre gobernantes concretos y conceptos que describen a un individuo que concentra todo el poder en un régimen particular, sin embargo… ¿qué pasa cuando un régimen totalitario o dictatorial funciona sin un personaje determinado que lo encabece?
Podemos pensar de inmediato que el PRI del siglo XX ejemplifica esto mismo si hacemos caso a la máxima de Vargas Llosa de que se trató de “la dictadura perfecta”. Sin embargo, seguiría tratándose de un asunto inserto en particular en el ámbito del poder político; así que la pregunta siguiente sería: ¿existen dictaduras o totalitarismos de orden económico? En mi opinión, la respuesta es afirmativa, e incluso puede llegar al grado de que ese mismo tipo de régimen económico determine o coopte a las formas de una institucionalización. Pasa en México.

El régimen político mexicano fue definido por el escritor Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura, como “la dictadura perfecta”
El camino andado durante ese mismo siglo XX podría habernos sugerido que de la etapa del corporativismo, México habría de evolucionar hacia un estado de derecho que redundaría en una mejora de las condiciones de vida de sus gobernados; si embargo no fue así, al grado de que hoy podamos decir que debajo del manto de legalidad el país funciona bajo la égida de los poderes económicos y corporativos.
Se trata de una suerte de dictadura del capitalismo de amigotes que Joseph Stiglitz describió y que puede comprenderse en su poder y funcionamiento distópico por el camino que le allana la profunda corrupción de la clase política mexicana… sólo así puede explicarse que este país continúe en la permanente mediocridad que ilustran los indicadores de pobreza, desigualdad, crimen organizado, corrupción y violencia.
Regresa así el asunto primeramente señalado: hablar de la dictadura de dirigentes concretos a menudo nos distrae de otras instancias impersonales que pueden producir aun más agresiones a lo humano. Siendo así las cosas ¿por qué no experimentamos el fuego de una pena terrible cuando vemos que estas calamidades de nuestro país son casi inexistentes en Cuba? ¿Cómo arrojarnos al descaro de llamar dictadura a ese régimen desde este México que, para desgracia cotidiana de sus 60 millones de pobres, se arrastra y humilla frente a los pies de los grandes capitales? ¿Por qué no nos avergonzarnos de que el enajenamiento del consumo nos haya convertido en autómatas de la compra, al grado de que criticamos que los cubanos no puedan darse la mística libertad de beberse una Coca-Cola?
En fin. Totalitarismos políticos y dictaduras económicas. El asunto del sufrimiento humano específico debería ser lo que más nos preocupara, y ahí es donde podríamos respondernos esas preguntas.
* Alfredo García Galindo, es economista, historiador y doctor en Estudios Humanísticos. Es catedrático y autor de diversos libros y artículos; ha impartido charlas, ponencias y conferencias, enfocándose en el análisis crítico de la modernidad y del capitalismo a través de una perspectiva transversal entre la filosofía, la economía, la historia y la sociología.