Cuentos e historias para la ternura. Con el Doctor Nava en el corazón.
Este 7 de abril se conmemoran cien años del natalicio del Doctor Salvador Nava Martínez, un mexicano, potosino y demócrata que se enfrentó al sistema y al Partido de Estado y logró doblegarlo. Insistimos una vez más, que las historias de los de abajo por una vida digna, con democracia, justicia y felicidad, debemos recordarlas.
Cuauhtémoc Rivera Godínez/ A los Cuatro Vientos
Espero que les guste esta historia contada por Varinia Hernández, también ella orgullosa mujer potosina, demócrata y valiente. Va pues.
Con el Doctor Nava en el corazón.
Varinia Hernández
Era una fría mañana de enero del año de 1983 cuando por primera vez vi al Doctor Salvador Nava Martínez, me encontraba en la parte alta del Palacio Municipal de la capital de San Luis Potosí, y desde allí tenía una visión privilegiada para observar la entrada del alcalde que encabezaría la administración municipal 1983-1985, nunca en mis 16 años de vida me había enterado de la existencia del líder social que estaba ante mí.
Nunca olvidaré lo impresionante que fue para mí el observar que la entrada del alcalde era una verdadera fiesta popular -una fiesta cívica- comprendería años más tarde. Él iba acompañado por centenares de personas de todas las clases sociales, principalmente de mujeres y hombres humilde, provenientes de las colonias periféricas de la capital potosina, los rostros de quienes lo acompañaban denotaban alegría, esperanza, quizá nostalgia, en alguno que otro llegué a notar que brotaba alguna lágrima, -seguramente de felicidad-, el alcalde se detenía a cada paso a saludar de mano a sus seguidores, a escuchar a uno que otro, y con una leve sonrisa dibujada en su rostro, a paso lento avanzó hasta llegar al despacho del Presidente Municipal que ocuparía en adelante.
Un año antes había llegado junto con mi familia a vivir a la capital del estado proveniente del municipio de Cárdenas, S.L.P.; huérfana de padre y con intenciones de estudiar más adelante la carrera de Derecho, pero también con necesidad de trabajar para poder sostener mis estudios, ingresé antes de cumplir los 16 años a trabajar como secretaria mecanógrafa en el ayuntamiento capitalino. Allá, donde nací, en mi pueblo rielero nunca escuché hablar del “navismo”, allá, solamente se recordaba la “Huelga Ferrocarrilera de 1958”, el “Movimiento Vallejista”, la represión en contra de los sindicalistas y el encarcelamiento y posterior despido de los participantes en aquel movimiento.
El “Doctor Nava”, como cariñosamente y en tono familiar empecé a escuchar que se le llamaba al nuevo alcalde; en los mismos años en que mi pueblo se desbordaba en la defensa de los derechos del gremio ferrocarrilero mayoritario en aquella demarcación, encabezó en la capital del estado un movimiento civilista por la defensa de la dignidad, por la democracia y por la autonomía municipal; posteriormente también había sido candidato a gobernador del estado, lanzando una candidatura independiente, algo quizá impensable para los mexicanos a finales de los años 50 e inicios de los 60.
Trabajé casi por dos años en la administración municipal 1983-1985, y debo decirlo, muy cerca de lo que se constituía como “el eje central” del movimiento navista y que era la principal preocupación del alcalde dentro de su proyecto de trabajo, es decir, la Coordinación de Juntas de Mejoras. Desde allí, conocí el trabajo que a ras de suelo se hacía en “las colonia populares”, con “los vecinos”, “con la gente del pueblo”, con mesas directivas de vecinos que se organizaban y elegían democráticamente a sus representantes-gestores ante el ayuntamiento de servicios públicos, principalmente la introducción del agua potable, drenaje y pavimentación.
En la Coordinación de Juntas de Mejoras, además de trabajar directamente con el encargado Javier Rivera Espinosa, también colaboré con un equipo de mujeres que hacían trabajo social voluntario, -sin recibir pago alguno- mismo que era encabezado por Patricia Palacios de Nava, una de las nueras del Doctor Nava, por lo tanto, y dada la empatía que desde el principio se dio entre los funcionarios navistas y su adolescente secretaria, a quien siempre le dieron su confianza y a quién a pesar de no ser parte “formal” de su equipo siempre incluyeron para participar en los eventos de las colonias en donde se hacía alguna inauguración de obras, y cualquier tipo de reuniones de trabajo.
Desde ese espacio privilegiado de trabajo fui conociendo la historia del navismo, a los líderes sociales, sobre todo de las colonias, muchos de los cuales habían participado con el Doctor en los años 50, otros eran hijos de aquellos seguidores, también había participantes nuevos, que se sentían escuchados, atendidos en sus demandas por el “ayuntamiento libre”, prácticamente todos los días escuchaba una historia nueva acerca de lo que había hecho el Doctor en los años 50, por tal o cual colonia, o bien de lo que se estaba proyectando y haciendo en las colonias de donde provenía la mayor parte de las personas con quienes tenía contacto en aquel tiempo; algunos hablaban con mucho respeto del Doctor, otros más con devoción, yo diría incluso con cierto dejo de “fanatismo”. En la Oficina en donde trabajaba se escuchaba a todos, se les ayudaba a gestionar, se les canalizaba a otras instituciones, y en la medida de lo posible y con muy pocos recursos, siempre se daba una solución a todos los que allí acudían.
Durante aquellos dos años, a la par que estudiaba el bachillerato e inicié mis estudios en la Facultad de Derecho y trabajaba en el ayuntamiento capitalino, aprendí mucho acerca del trabajo social, del vínculo del gobernante con sus gobernados, también en aquellos años fui observadora de la defensa del municipio libre, pues me tocó vivir la etapa en la que el Presidente Municipal, el Dr. Nava, con mucha energía defendió el derecho constitucional de los municipios a administrar sus participaciones federales sin la intervención del gobierno estatal, y cómo en esa lucha en contra de la administración gubernamental encabezada entonces por el Profesor Carlos Jonguitud Barrios, el Doctor fue capaz de movilizar al pueblo potosino en defensa de los derechos municipales y los intereses del pueblo; en ese mismo tiempo, viví y me tocó sufrir desde dentro del Palacio Municipal “el corte de energía eléctrica”, como una forma de represión del gobierno estatal ante las exigencias de Nava, algo inaudito aún hoy en día.

Doña Conchita, Concepción Calvillo viuda de Nava
Mis estudios y un nuevo empleo, me hicieron separarme de las posteriores movilizaciones y luchas de aquel gobierno municipal que representaba genuinamente los intereses de su pueblo, ya un poco más de lejos fui testigo de los siguientes acontecimientos, principalmente del fraude electoral que impuso como alcalde capitalino para el período 1986-1988 al priista Guillermo Medina de los Santos, y en el cual el candidato civilista Guillermo Pizzuto Zamanillo fue despojado de su triunfo; la quema del Palacio Municipal y la “golpiza” del primero de enero de 1986, nuevos actos de resistencia civil pacífica, así como la renuncia de funcionarios y dirigentes del Partido Revolucionario Institucional que de esta manera se inconformaron con el gobernador en turno Florencio Salazar Martínez ante la respuesta que el gobierno estatal tuvo en estos acontecimientos. Meses después de “la quema del Palacio Municipal”, y derivado además de otra serie de “torpezas” del gobierno en turno, el gobernador Salazar Martínez terminó “cayendo”.
La elección federal de 1988, renovó las esperanzas de muchos mexicanos y potosinos que tomaron partido por las ofertas de la oposición, ya sea del lado de la derecha con Manuel J. Clouthier, o bien, del lado de la Corriente Democrática recién separada del PRI y otras opciones de izquierda democrática encabezadas por Cuauhtémoc Cárdenas, muchos de los jóvenes que entonces iríamos por primera a vez a ejercer nuestro derecho al voto en las elecciones federales, esperanzados creíamos que habría un cambio de dirección política en el país, desgraciadamente fuimos víctimas de un enorme fraude electoral, mismo por el que se impuso a Carlos Salinas de Gortari en la Presidencia de la República.
Los tiempos electorales del año 1991 llegaron para los potosinos con la posibilidad de que en la candidatura a la gubernatura del estado estuviera al frente el médico civilista Salvador Nava Martínez, y de que los principales partidos opositores en ese momento Acción Nacional, el recién nacido Partido de la Revolución Democrática, así como el Partido Demócrata Mexicano pudieran por medio de la figura jurídica de la Coalición de Partidos hacer suya la candidatura y lanzarse en pos de la gubernatura.
De esta manera, la vida y los destinos de la política, en los cuales había decidido en el año de 1989 formar parte como militante del PRD, me acercaron nuevamente al Doctor Nava, y allí estuve, ahora sí muy cerca de las negociaciones, haciendo trabajo en los órganos electorales, principalmente a través del entonces Registro de Electores.

El Dr. Salvador Nava concentró multitudes anhelantes de un cambio democrático.
En el verano de 1991, me tocó acompañar en su gira de campaña al Doctor Salvador Nava por mi pueblo, en el Cárdenas rielero de mi infancia y de mis más felices recuerdos, allí, en la casa del Dr. Agustín García Pulido, y mientras Nava descansaba un rato, me senté a su lado y me hizo algunas confesiones… “Varinia, siento y creo que esta vez, vamos a ganar… En 1961, cuando vine por primera vez a Cárdenas, me recibieron más o menos 20 personas, hicimos un acto muy pequeño, desde el balcón de la Farmacia del Dr. Flores, desde allí me dirigí al pueblo de Cárdenas. Ahora, todo esto es muy distinto, hay mucha gente, muchos me conocen y veo que están entusiasmados con nuestro proyecto”.
El destino de esa elección estaba marcado desde el centro, y como es de todos sabido, un descarado fraude electoral, dio el triunfo al candidato del partido oficial Fausto Zapata Loredo, negándole el reconocimiento de su victoria al pueblo potosino y a su candidato Salvador Nava Martínez, quien entonces dio inicio a una nueva etapa de movilización ciudadana de manera pacífica hasta lograr la caída del gobernador espurio en apenas 14 días desde su imposición, y el ascenso de un gobernador interino, todo dentro de lo permitido por las leyes electorales correspondientes.
Durante los días de las movilizaciones contra el fraude electoral, nuevamente tuve la oportunidad de entender por qué el pueblo potosino le tenía tanta confianza al Doctor Nava, saber que luchábamos por la dignidad, por la justicia, por la legalidad, me llenaba de energía, y así con mis 5 meses de embarazo de mi primer hijo, estuve los 14 días en la Plaza de Armas, esperando el desenvolvimiento de los acontecimientos, ya que por la seguridad del hijo que esperaba y la mía propia, mis compañeros y compañeras del movimiento, no me habían dejado que me sentara junto con las demás mujeres en las puertas del Palacio de Gobierno, sin embargo, el día en que salió la denominada Marcha por la Dignidad, ese día sí tuve la oportunidad de acompañar al Doctor desde la Plaza de Armas hasta la entrada a la Delegación de Pozos.
Los meses siguientes continuamos en la lucha por la apertura democrática, y en la búsqueda de las condiciones políticas y electorales justas para un nuevo proceso electoral, llegó el año 1992 y el Doctor y el movimiento seguían trabajando en la búsqueda de un nuevo modelo electoral en el que la participación ciudadana tuviera un papel preponderante.
A finales del mes de abril, hablé por última vez con el Doctor, pues tenía la encomienda por parte del PRD, de hacerle una invitación para asistir a la celebración de los primeros tres años de vida de ese instituto político, así lo hice, el Doctor, como siempre, muy atento me respondió que no podría ir, puesto que tenía otros compromiso, además de que estaba un poco enfermo, después me pregunto por mi hijo recién nacido y me recomendó “cuídalo mucho.”
Días después, supe de su retiro de la vida política debido a su enfermedad terminal, y entonces al igual que muchos de los convocados ese día para el anuncio del Doctor, lloré en silencio por la inminente partida de un hombre del que tanto había aprendido en esos más de ocho años de conocerlo. El anunciado día del final llegó, y entonces, formé parte del cortejo que lo acompaño en la larga travesía hasta su destino final desde el Jardín de Tequis al Panteón Municipal del Saucito.
A 100 años del nacimiento del Doctor Salvador Nava Martínez, me siento privilegiada de haber sido testigo de estos procesos sociales y políticos producto de las crisis que del sistema político mexicano, y de haber conocido y convivido con un líder político como Salvador Nava Martínez.
Me tocó vivir en estos últimos 22 años el nacimiento de los órganos electorales “ciudadanizados”, el financiamiento de los partidos políticos, y otras tantas reformas impulsadas desde el movimiento civilista potosino. Al hacer una retrospectiva de todos estos acontecimientos y de muchas vivencias colectivas en la lucha por la democracia, no queda más que decir, que hoy más que nunca urge revisar nuevamente la agenda en materia electoral, revitalizar el movimiento ciudadano y buscar nuevas oportunidades para la vida democrática en San Luis Potosí y en México.