Cuentos e historias para la ternura: Cómo me parezco a Cantiflas.
Hace cinco años, por azares del destino, cayó en mis manos un libro muy interesante de nombre Más allá del soldado- El autor es José Antonio Quintana. En este texto el autor presenta 119 relatos pequeños, testimonios, anécdotas, recuerdos y vivencias de personas que estuvieron en algún momento con el Ché Guevara. Es un libro interesante y conmovedor, se los recomiendo. Hoy y mañana les envío algunos de estos relatos. Espero que les gusten. .
Cuauhtémoc Rivera Godínez/ A los Cuatro Vientos
Cómo me parezco a Cantinflas.
Antonio Núñez Jiménez.
A la semana de haber penetrado con la columna ocho Ciro Redondo en La Cabaña, el Che se sentía sumamente agotado. Una notable palidez se había apoderado de su rostro.
Al mirar su propio retrato en un periódico, me dijo con la ironía que le era tan propia:
– ¡Cómo me parezco a Cantinflas…!
Me dejó a pie.
Víctor Bordón.
Cuando el Che veía que la gente era sincera y echaba para adelante sin aspavientos, te cogía estimación, aunque nunca te lo decía, pero te dabas cuenta en la forma en que te oía y te trataba. Era muy simpático en su forma de proceder.
Recuerdo que yo tenía un carro Lincoln muy bonito, que lo había ocupado en Matanzas mientras veníamos para La Habana. Yo llevaba a una muchacha, y cuando estábamos en el garage se me acercó y me dijo: “Por supuesto que esa no es tu señora, ¿no?”. “No, es una compañera que voy a dejar por allá adelante”, le dije.
Entonces bajó a uno de la escolta y le ordenó; “Lleva a la compañera y sigue con el carro para Tarará”.
No vi nunca más el carro. Se lo entregó a Ricaño y me dejó a pie.
¿Eres economista?
Fidel Castro
Cada vez que hacía falta un hombre serio para un cargo importante, Che se presentaba para ese trabajo. Se le había nombrado con anterioridad presidente del Banco Nacional en un momento en que aquellos técnicos especialistas en bancos pero inconsistentes políticamente, abandonaron el país…
Después se hicieron bromas y anécdotas, que si se había preguntado por un economista y que Che se ofreció, y le preguntaron:
– ¿Tú eres economista?
– No, yo soy comunista. .
Un chino lavandero.
Antonio Núñez Jiménez
En el cuartel de Remedios, acabado de tomar por las fuerzas a su mando, hay varias fotografías de personas buscadas por el ejército.
Entre los retratos está el de Mao Tse Tung.
El Che observa el mural y le expresa al capitán Antonio Nuñez Jiménez:
“A lo mejor estos guardias creyeron que Mao era un chino lavandero de Remedios”.
El beso a la niña.
Harry Villegas
En el hogar de una familia boliviana que tiene seis hijos, conversa con la mamá de los niños.
Toma de la mano a la más pequeña, de apenas seis meses, y le da un beso.
Su voz es un susurro: “Siento una pasión inmensa por los niños, porque soy padre, mis hijos están en La Habana y no sé nada de ellos hace mucho tiempo”. .
Un miedo atroz
Enrique Oltuski
¿Qué puedo decir del Che que no hayan dicho?
Que una vez le pregunté:
– ¿Nunca has sentido miedo?
Y me contestó:
– Un miedo atroz.
Primero indio analfabeto
Alberto Granado
En Argentina conversa con el representante de la UPI en este país. Corre el mes de junio de 1952.
El reportero le dice “…que era una lástima que en 1806 los criollos hubieran derrotado a los ingleses, pues si no, seríamos como los americanos”.
Granados interviene:
“O como los indios, que tienen un 90 por ciento de desnutrición y de analfabetismo y hace 500 años son colonia inglesa”.
El Che asevera:
“Pues yo prefiero ser indio analfabeto a norteamericano millonario”.
Yo era médico
Jesús Soto Acosta.
Un intelectual latinoamericano confiesa al Che que no sabe cómo contribuir a la revolución en su país.
– ¿Qué cosa es usted?
– Soy escritor.
– ¡Ah, yo era médico!
No somos iguales que ellos
Julio Rodríguez Quintero
El Che sentía un gran cariño y admiración por el capitán Roberto Rodríguez, quien era jefe del pelotón suicida.
“Cuando al Vaquero lo matan, yo estaba bastante cerca de él, pero por la parte de abajo. El Mexicano, Orestes Colina y yo lo condujimos por los huecos hacia un lugar en donde pudiera ser atendido… cuando íbamos con su cuerpo hacia la Comandancia nos encontramos con el Che…
“Colina en medio de un ataque de ira, le dijo al Che, porque el Che traía a un teniente de la policía prisionero: “lo que tenemos que hacer es matar a este”. El Che, con palabras suavemente pronunciadas, con un sentimiento muy grande, le dijo:
– ¿Tú crees que nosotros somos iguales que ellos?
El guante para ese dedo.
Jesús Soto Acosta
Después de leer un artículo sobre la guerra le escribe al autor.
“La primera cosa que debe hacer un revolucionario que escribe historia es ceñirse a la verdad como un dedo al guante.
“- Tú lo hiciste, pero el guante era de boxeo y así no vale.
Mi consejo: relee el artículo, quítale todo lo que tú sepas que no es verdad, y ten cuidado con todo lo que no te conste que sea verdad”.
Dejar las comodidades.
William Gálvez.
La tropa hace silencio.
El casco de la lancha es lamido por las olas del lago.
No se ha materializado la idea de liberar al Congo. Los cubanos regresan a su patria.
El momento es solemne. Muchos no volverán a ver al Che, quien les dirije por última vez la palabra.
“Compañeros…solamente se es revolucionario cuando se está dispuesto a dejar todas las comodidades para ir a otro país a luchar…”
La muerte de San Luis.
Emilio Surí Quezada.
En Bolivia, el 25 de abril de 1967, cayó en combate el capitán Eliseo Reyes (San Luis). Había peleado al lado del Che en la Sierra Maestra y durante la invasión al occidente cubano.
El grupo guerrillero rodea su cadáver y el argentino se separa, extrae un pañuelo sucio y “llora como lo hace un padre cuando pierde a un hijo, como un jefe a quien la guerra no ha podido nunca arrebatarle la ternura”.
…Todos los niños tengan colchas.
Adys Cupul.
Los guerrilleros llegan a una aldea boliviana.
Uno de ellos, Pacho, al observar que los niños duermen sobre el suelo, sobre unos pedazos de cuero, les regala su colcha.
El Che le dice: “Es un gesto muy lindo, pero hay que luchar para que todos los niños tengan colchas”.
Les cubrió la retirada.
Harry Villegas
El 8 de octubre de 1967 la guerrilla que comandaba en Bolivia es cercada en la Quebrada del Yuro.
Es inminente un combate en condiciones desfavorables para los revolucionarios.
Ordena a los enfermos retirarse y se queda con un pequeño grupo para cubrirles la retirada.
Se enfrenta al enemigo hasta que es herido y su fusil inutilizado.
Solo así pueden capturarlo.
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