Crónicas de un ensenadense en Chilangolandia: Corona capital.
Salgo del metro ciudad deportiva y sigo el torrente de gente que se dirige a la entrada del Autódromo Hermanos Rodríguez. Desde que íbamos en el vagón era evidente que una buena parte de los pasajeros teníamos como objetivo el Corona Capital: la actitud, la conversación, la emoción inocultable saliéndose por los poros. Y cómo no estar ecstático si ante nuestros ojos se abre la oportunidad de oír a varias de las mejores bandas del momento en el mismo lugar.
Uriel Luviano/ A los Cuatro Vientos
Después de una caminada de casi 20 minutos, llegamos al fin a las puertas. Un grupo de organizadores nos pide que vayamos sacando nuestros boletos. Después de que corroboren que, en efecto, los tenemos, pasamos al filtro de seguridad destinado a evitar que ingresen al evento armas, objetos peligrosos, sustancias tóxicas y, lo más peligroso de todo, la comida ajena al evento. Después de que unos policías se cercioraran de que no traíamos unos cacahuates o unas galletas clavadas por ahí, ingresamos al evento, pensando en qué bandas oir y trazando una ruta que evitara las zonas más densamente transitadas.
Nuestro primer blanco es “Iceage”, una banda Danesa de punk-rock formada por 4 jóvenes. Con un estilo bastante agresivo y resentido, mantienen al público hipnotizado con una serie de canciones cortas y poderosas. Un “mosh pit” (un círculo donde la gente corre en círculos mientras se golpea en una especie de baile) se arma en medio de la concurrencia, supongo que ellos sí están sintiendo la música.
En ese mismo escenario se presentará “The Black Angels” casi una hora después, así que decidimos ir a matar el tiempo oyendo a “Perfume Genius”, cantante radicado en Seattle. Cantando al piano y acompañado por un tecladista y un percusionista, su voz tersa y sus arrelgos suaves y discretos relajan a la audiencia, creando un ambiente aterciopelado y cursi, pero bastante agradable.
Llega la hora y nos desplazamos en masa a oír a los ángeles negros. Después de un retraso causado por unos errores en las conexiones del audio, los miembros de esta psicodélica banda tejana aparecen en el escenario, listos para apantallarnos con su música. Mi mente lo niega, pero mis oídos juran que Jim Morrison ha resucitado y se encuentra en el escenario Corona, cantando canciones de una banda muy interesante. Habrá gente que crea que exagero, pero siento que si Jim Morrison viviera, esa sería su banda. No es sólo la voz, los efectos, las letras y la instrumentación, sino que hay algo más, algo intangible y muy difícil de identificar, que me hace evocar al rey lagarto.

The black angels band enciende los ánimos
Ahora corremos al escenario donde hace un rato habíamos visto a Perfume Genius para admirar a Gary Clark Jr., uno de los más grandes exponentes del blues progresivo. Pasando del blues tradicional a cosas más modernas con una soltura impresionante, este guitarrista tejano pone al público a bailar y sentir la música.
El abrasador sol de una tarde excepcionalmente clara nos cubre mientras nos movemos hacia el escenario donde se presentará Capital Cities. Mientras nos acercamos al templete, este dueto Californiano, con un enfoque muy fresco del pop, empieza a tocar un cover de “Breathe”, canción del icónico álbum de Pink Floyd, “The Dark Side of the Moon”. Después de varias canciones originales, movidonas y alegres, tocan un cover muy interesante de “Stayin’ Alive”, clasicazo disco de los Bee Gees. Ahora nos indican los pasos de un bailecito diseñado para la próxima canción. Terminan su concierto y nos dejan brinque y brinque, esperando a Miles Kane, quien se presentará ahí mismo en poco menos de una hora.
Ya hace hambre, así que nos decidimos a buscar algo de comer. Llegamos a la zona de comida y vemos que los precios no se ven muy alentadores; lo único que parece desquitar la inversión son unas pizzas que vendedores uniformados transportan en tremendas hieleras azules. Nos acercamos para darnos cuenta que se acaban de llevar las últimas. Así que empezamos la búsqueda encarnizada de algún proveedor de deliciosas pizzas. Vemos, a lo lejos, un vendedor correr con su hielera, así que corremos detrás de él hasta que lo alcanzamos, para darnos cuenta de que éste también había agotado su suculenta carga. Después de otros dos intentos fallidos vemos que se hace tarde y nos dirigimos al concierto de Miles Kane, hambrientos pero ávidos de su música.
Después de unos minutos bastante tensos en los que parecíamos habernos separado, (el peor temor de cualquier asistente a este tipo de eventos, pues es muy difícil que un grupo se vuelva a juntar, ya que no hay señal y el gentío se pone bien suave), nos reencontramos justo a tiempo para disfrutar de la música de Miles Kane, músico británico, conocido por su trabajo junto con Alex Turner en “Last Shadow Puppets” y por ser el vocalista y guitarrista de “The Rascals”. Aparece por fin en el escenario, portando una camiseta de la selección mexicana de fútbol, para deleite de los asistentes. Sus canciones, con letras ácidas y puentes de guitarra muy interesantes, nos mantienen con la mirada fija en el escenario por una hora.
Terminada la presentación de este músico británico, nos dirigimos al otro extremo del festival para oír a una banda de la otra orilla del atlántico. “Vampire Weekend”, un cuarteto neoyorquino con un enfoque muy alegre del rock, coqueteando con lo electrónico, sube al escenario con algo que parece papel tapiz proyectado en el fondo del templete. Abren con su más reciente sencillo, “Cousins”, movida rolita que relata las vicisitudes de la vida familiar. El concierto agarra vuelo y la gente empieza a brincar y a amontonarse y nosotros quedamos comprimidos, a pesar de que estamos bastante lejos del escenario.
Termina el concierto junto con las últimas luces del día que se acaba y la muchedumbre se arremolina para el plato fuerte de la noche, The Arctic Monkeys. Esta banda inglesa viene estrenando disco y rompiendo esquemas. Durante una espera que se nos hace eterna, van montando una A y una M inmensas en el escenario. Aprovechamos el intermedio para abrirnos paso entre el gentío y quedar bastante cerca del templete. Por fin llega la hora esperada y la multitud se deshace en gritos cuando Alex Turner y el resto de la banda aparece en escena. Abriendo con “Do I Wanna Know”, canción que también abre su nuevo disco, los changos boreales se apropian de la atención, las almas, los corazones y los cuerpos de los miles de personas ahí reunidos. Canción tras canción, la emoción se desborda y uno siente a todas las gargantas vibrar al unísono con canciones tan significativas para toda una generación como “Fluorescent Adolescent”, o tan emotivas como “Do me a favour” o tan cómicas como “Why’d You Only Call Me When You’re High?”. Mi cabeza da vueltas por la avalancha de emociones y sonidos, la comunión que se da entre un conjunto de extraños unidos por una banda, la hermandad improvisada alrededor de una canción, toda la gente cantando esa rola que tanto marcó algún momento de su adolescencia.
La banda se va del escenario y el público exige a gritos un encore. Después de hacerse del rogar unos minutos, salen de nuevo para tocar tres canciones más. Al cerrar, Alex nos avisa que tiene un invitado especial. Algunos ya nos las olíamos, pero a otros los toma completamente de sorpresa cuando Miles Kane sube al escenario para tocar espalda con espalda con su amigo y compañero de proyectos “505”, canción obligada para cualquier concierto de los Arctic que se haga llamar tal. Sin embargo, todo lo bueno tiene que terminar en algún momento, y esta canción y, por ende, el concierto, no son la excepción. Así que los despedimos con vítores y porras, pues no nos queda de otra.
El festival ha alcanzado su climax y un éxodo de salida se puede presentir. Poco a poco la gente deja de mirar anodada el escenario y recobra los sentidos y el control de su cuerpo. Algunos se dirigen a comprar cerveza o sodas, otros, nosotros incluidos, nos dirigimos a la salida. Poco a poco nos alejamos del sitio que tanto nos hizo vibrar por casi 12 horas. Llegamos otra vez al metro Ciudad Deportiva y nos compramos una saludable torta para calmar el hambre. Subimos a la estación y esperamos el tren. Éste llega y lo abordamos, alejándonos del recinto de una experiencia inolvidable que nos jactaremos de haber vivido en los años venideros.
(Agradecimiento especial a Claudio y Jerónimo, por hacer con su compañía y atinados comentarios de este festival una experiencia aún más increíble. Un agradecimiento doblemente especial a Sofía por su compañía y su cámara, sin la cual esta crónica habría estado tristemente vacía.)