CONTINUIDADES: Economía, corrupción y saqueo.
Esgrimir, como lo hacen algunos versados economistas, que el incremento del precio de la gasolina era una medida inevitable y necesaria, habla de un modelo económico que hace agua en el objetivo que se supone debería perseguir: brindar una mejor calidad de vida a las mayorías nacionales.
Alfredo García Galindo*/ A los 4 Vientos
¿No es eso la democracia? ¿O es que hemos errado en el concepto y la misma consiste en tolerar el desgaste progresivo de la calidad de vida porque lo primordial es asegurar la salud de los grandes capitales?
La ruindad de este modelo que a su vez se imbrica con la falta de autoridad moral del poder, cobra su derecho de piso en estos días. Más pruebas de que aquí ha reinado el privilegio no puede haber: la creciente desigualdad socioeconómica lo confirma.
Desde hace más de 30 años México ha hecho todo lo que los próceres del neoliberalismo le han indicado; y sí, el país se ha convertido en un importante actor comercial y las grandes cadenas comerciales levantan sus imponentes edificios en las ciudades mexicanas; la pregunta es: ¿y por qué también la pobreza, el crimen, el subempleo y la violencia siguen en aumento?
Sólo un contexto convulso y conflictivo como este puede hacer que sea explicable, bajo el ejemplo particular del tema del “gasolinazo”, no sólo la existencia de porros pagados que buscan fragmentar el descontento por la vía del miedo y la confusión, sino también que la gente más pauperizada sea la que se esté prestando a continuar con la rapiña.
Es así que la confusión y la crisis de información creada como distractor nos reiteran que la vileza de la actual clase gobernante se descara por doquier.
Que se afirme con mucha convicción que tenemos a la generación de gobernadores más corruptos de la historia corresponde con el hecho de que el nuevo canciller de la SRE afirme –con un hilarante derroche de cinismo, nerviosismo o de franca estupidez- que toma su puesto “para aprender” porque él no sabe de diplomacia, y lo haga justo cuando millones de ciudadanos estamos atestiguando cómo este país se sigue derrumbando.
Aquella pedante ocurrencia de Dalí de que México era un país más surrealista que él se vuelve una mofa siniestra por su grado de fidelidad con esta realidad que hemos vivido en la primera semana del año. El presidente vacaciona mientras el país se desgarra y regresa para hacer declaraciones y nombramientos como si se tratara del primero ministro de Noruega en un día laboral cualquiera; como si al decir que “entiende el descontento ciudadano” se estuviera refiriendo a su decisión de subir dos por ciento al impuesto a los cigarros.
En fin que el caso es que frente a la inconformidad de una población que a fuerza de realidad ya no cree en nada, el estado ha decidido jugar cartas de alto riesgo al sacar a sus provocadores a las calles (como todo parece indicar), lo cual se vuelve un ejemplo de cómo un régimen ilegítimo manipula fuego en medio de un polvorín.
Así, las posibilidades se barajan en forma alarmante por los escenarios posibles cuando un pueblo ha sido reducido hasta la abyección, porque nunca olvidemos que a través de la historia los movimientos populares y revoluciones que han destruido regímenes y tirado gobiernos a menudo iniciaron como simples motines instigados por el hartazgo, fortalecidos por la represión y aderezados por el saqueo.
*Alfredo García Galindo es economista, historiador y doctor en Estudios Humanísticos. Es catedrático y autor de diversos libros y artículos; ha impartido charlas, ponencias y conferencias, enfocándose en el análisis crítico de la modernidad y del capitalismo a través de una perspectiva transversal entre la filosofía, la economía, la historia y la sociología.